Superliminar
Reticencia, renuencia, resistencia. Las formas que tienen nuestros pacientes de responder a nuestros pedidos, esas formas molestas de no hacer lo que queremos.
Manifestaciones elevadas a la categoría de signos relevantes de la psicosis, que expresarían esa cuota paranoide que se supone en todas las formas de ese grupo de pacientes que ellos solos son la psiquiatría.
-¿Y la histeria? La histeria es una forma que tiene la femineidad de responder a la lógica fálica.
Según mi propia idea peregrina de que todo los que llamamos síntomas son modos de hacer cosas que para algo sirven, uno tendría que poder encontrar formas normales de cada manifestación patológica.
Es un poco como cuando se compara una perversión con una forma de sexualidad diversa. Lo que hace que llamemos perversa a una conducta sexual no es que sea rara, rebuscada ni malvada, sino que hablamos de perversión cuando alguien sólo puede disfrutar cuando se cumple esa condición. Tal vez ni siquiera sean las perversiones universalmente transgresivas: si una condición excluyente no entra en conflicto con la norma social, en realidad nunca nos enteramos, y esa persona nunca consulta porque la tiene mu fácil.
Supóngase un tipo que sólo puede excitarse con una mujer que use maquillaje, etc.
Sigamos con la desobediencia.
Todos podemos sentir de vez en cuando un poquito de ese malestar indefinido que nos invade cuando alguien nos pide algo. Y digo indefinido porque siendo sinceros, no podemos explicarlo, no responde a la realidad: nos piden algo, podemos decir que sí o que no, podemos hacernos los sordos, podemos poner excusas, pero igual nos molesta como si ya nos hubieran puesto a hacer algo. El mismo pedido ya nos saca del tren habitual.
En las personas obsesivas es fácil caer en la interpretación de que las interrupciones obstaculizan alguna forma de ceremonial, como si el obsesivo hiciera de cada momento un ceremonial.
Cuando hacemos eso, estamos imaginando -cuando no- un estado previo de paz y quietud que resultó destruido irremediablemente por la invasión de la existencia humana del otro, con sus intereses y sus necesidades. Eso es novelar a posteriori.
Construir, o alimentar, una idea persecutoria, centrada en la intención de molestar del otro, es simplemente la forma psicótica de novelar. Un paranoico es un psicótico que puede novelar.
Haríamos mejor en partir de la idea de que los demás serían esencialmente una molestia, de que una demanda ajena es algo contra lo que cualquier psiquis debe protegerse como primera medida, y a partir de ahí preguntarnos por qué algunas veces esto no pasa. Por ejemplo cuando vemos que niños pequeños, inorganizados, caóticos, se alinean como patitos atrás de una maestra jardinera que canturrea un sonsonete inquietante.
Si no existiera un reflejo que rechaza la voz ajena ¿cómo podríamos tener consciencia propia? Y asimismo ¿qué permite en ciertos casos que tomemos la voz extraña como propia?
Si los psicólogos pudiéramos responder estas dos preguntas, dominaríamos el mundo.
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