Pacientes con beneficios

Según la Ley de Salud Mental, las personas que sufren un padecimiento mental tienen derecho a participar en las decisiones relativas a su tratamiento.
Esto es una declaración necesaria para que evitar que las instituciones se traten a las personas como si fueran cosas por el sólo hecho de sufrir.
Pero cuando las personas toman las prácticas de salud como si fueran un mercado de servicios cualquiera, esto se traduce en que el ideal de atención se da cuando el paciente pide el tratamiento que quiere y lo recibe.
El absurdo que esto representaría para atender patologías orgánicas (no tan absurdo para los delirantes antivacunas, se ve) se diluye a niveles homeopáticos cuando el problema es una enfermedad mental.
No vamos a recurrir al ejemplo de los pacientes "sin consciencia de enfermedad", ni a los simuladores.
Basta con tener presente la diversidad caótica de paradigmas vigentes respecto de las teorías de la mente.
Y lo que llega de este conventillo a conocimiento público a través del cambalache de voces divulgadoras, entusiastas, críticas, así como propagandistas o directamente promotoras de estafas que van desde soluciones espirituales a curros tecnológicos.
Cuando un servicio de salud se convierte en un mercado, el modelo del autoservicio se vende como un valor en sí, y muchas organizaciones ofrecen esta "libre elección" como un beneficio innegable.
Para el área de salud mental, ahora parece que se puso de moda en las empresas de medicina prepaga ofrecer en sus planes más caros la posibilidad de acceder a la atención "sin entrevista de admisión".
Reconozco que a la primera entrevista le quedó un nombre odioso. Porque no se trata de que los equipos de salud seleccionen sus pacientes. Se trata de que cada persona que va a buscar algún tipo de asistencia tenga un primer encuentro con una persona capacitada, que escuche su demanda y la oriente respecto de sus necesidades, ofreciéndole los recursos más adecuados con que cuenta el equipo.
Por supuesto que se puede dar el caso de que un paciente ya tenga de referencia el nombre de alguien y quiera atenderse con esa persona, puede que hasta haya hablado con esa persona y sólo quiera que su seguro médico le pague los gastos.
¡No hay ningún problema con eso, al fin y al cabo, no somos comunistas!
Para la persona de este ejemplo, la entrevista de admisión puede ser un paso superfluo y molesto.
Para el resto no.
Para el resto, es una necesidad técnica.
¿Un beneficio? ¿Elegir un nombre a ciegas de una lista de profesionales, o que un empleado administrativo te asigne uno en función de un orden abstracto, aún peor, que te estén haciendo pagar para que un "algoritmo propietario" o una "IA" elija tu terapeuta?
Y estamos simplificando, porque no todo el mundo necesita empezar terapia. 
Muchas personas necesitan una evaluación psicológica, que viene pedida como "psicodiagnóstico" sin aclarar si hace falta un informe para la renovación del Certificado de Discapacidad, para evaluar una cirugía bariátrica, si es para que la escuela integre a un chico, o si es para tramitar una Licencia de Portación de Armas.
Otras personas necesitan la intervención del área de trabajo social, otras precisan una consulta con psiquiatría porque sin ayuda farmacológica su pronóstico se vuelve muy complicado.
Otras personas necesitan que alguien denuncie un familiar abusador.
¿Cuál es el beneficio? ¿Atender según un estándar diferente a la gente con plata?
Cuando atendía pacientes tanto de Obra Social como particulares, obviamente cobraba mucho menos por las consultas de los primeros.
Pero nunca aprendí a trabajar distinto, darles sesiones de duración diferente es impracticable, hacerles otras preguntas, hablarles más o menos... ridículo.
Lo único que podía hacer como diferencia es que unos se sentaran en una silla frente al escritorio y otros en un sillón frente a frente.
Eso es un beneficio: más plata paga muebles mejores, ok.
¿El trabajo? Tiene que ser acorde al problema y a mi preparación.

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