Está todo bien, o está todo mal

Los psicólogos robamos mucho gracias a la falta de amor. La falta de amor es un problema porque hemos convertido al amor en garantía de sexo, cuidados y estabilidad financiera. Pero aunque reneguemos del amor, esas cosas son importantes y siguen faltando. Además, la ventaja del amor es que se puede usar para validar la demanda de todo eso, mientras que no se acepta que esas necesidades se puedan intercambiar. Se hace, y mucho, pero en voz baja: se cambia sexo por cuidados, cuidados por dinero, sexo por dinero. Es una picardía que las necesidades más básicas no tengan el reconocimiento debido porque no queremos aceptar que las personas podamos tener al respecto contratos libres, voluntarios, hechos a medida entre las partes interesadas (jijijii dije "partes"). Que el dinero pueda determinar en realidad qué clase de intercambios se legitiman, sin figurar él mismo en las cláusulas explícitas, no sorprende a nadie, y explica por qué son sobre todo las mujeres las que pasan más dificultades para encontrar el amor, desde que tienen menos plata. Al menos, menos plata que los hombres de su misma clase social.
Y como el tema es urgente, llueven los pedidos de orientación, tips, consejos. "Qué estoy haciendo mal", "¿tengo que escribirle o dejo pasar un tiempo?", "¿me va a tomar en serio si cojemos en la primer salida?", "¿qué le digo?".
Estrictamente hablando, uno tiene forzosamente que leer estas interpelaciones como lo que son: demandas de amor transferenciales. Siendo varón están diciendo "¿me amarías así?¿o así?¿qué quieren los hombres?".
También llegan los reproches después de esos encuentros en que el tipo no vuelve a llamar. El ghosting es feo porque hay ilusiones de por medio, pero en fin, no se puede obligar a la gente a que le guste todo, y tampoco se necesitan muchas explicaciones. El pedido de explicaciones es para sostener la ilusión: un mal camino.
El psicoanálisis es un poco eso: ayudar a la gente a renunciar a las ilusiones. Pero eso sólo será posible en una medida parcial. Quizás sea mejor deci que la meta es lograr que hagan un uso consciente de las ilusiones, como cuando vemos una película, o leemos un cuento: ya sabemos de qué se trata, pero lo mismo sirve.
Aun así, no todo en la vida es ilusión, y las salidas pueden salir realmente mejor o peor. Algunas consideraciones realistas nunca vienen mal, y no hay que negárselas: el conocimiento debe ser público, si todo el saber fuera accesible de manera equitativa, no tendríamos que perder tiempo con preguntas.
Por esto me gustaría dejar aclaradas algunas cosas, en la esperanza de que una ves colgadas en el dominio público, aprovechen a las personas con interrogantes prácticos y liberen tiempo de las sesiones para el trabajo más subjetivo. Va un raconto de cosas que me escucho repetir como si fueran las instrucciones para tomar el subte.
Lo que más digo, aunque debería, es que no hay como tomarse un cafecito: te ves cara a cara en un lugar público, de donde te podés retirar sin escándalo. Te acercás lo suficiente como para saber si la persona te caliente o no, y no hay más que decir. Esto vale para todos.
Algo que hay que meterse en la cabeza es que en el sexo hay que acostumbrarse a decir lo que se quiere. Cierto, primero hay que aprender a conocerse y saber lo que funciona, que no necesariamente (casi nunca) es lo que anda mejor en la fantasía: hay que enterarse de qué te hace acabar.
La consecuencia sorprendente es que a la mayoría de los varones les hace muy bien que les den indicaciones, porque una vez que vemos la argolla sólo pensamos en ponerla, sin importar lo que haya que hacer para conseguirlo.
Respecto de los tipos que no vuelven a llamar para cojer de nuevo, algunos, unos pocos en realidad, tienen alma de Don Juan, buscan en las minas algo que no existe, pero siempre creen que en la próxima lo van a encontrar. A muchos, a la mayoría, lo que les pasa es que buscan las mujeres que son lindas para el consenso de machos, pero en el fondo les gustarían otras, si se animaran, y así se quedan siempre con gusto a poco. Y finalmente hay un motivo desmotivador muy importante: a los varones normales, sanos hijos del patriarcado, no les gusta repetir la experiencia de estar con una mujer si no sienten que la hicieron disfrutar (tanto más importante lo de dar instrucciones a tiempo). La mayoria de las veces que pregunto a una mujer cómo le fue en una salida en que tuvo sexo, me responden "bien... estuvo lindo..." y resulta que no, no acabaron. Ahí va otro consejo: no hay necesidad de pintar las cosas mejor de lo que son, y además no complace a nadie. 
Lo anterior debería valer también para los hombres, porque existe una tendencia a equiparar eyaculación y orgasmo, mientras que no siempre están las dos cosas.
Mi último consejo puede que sea un prejuicio personal, pero estoy convencido de que la gente que no besa en la boca después del sexo oral no es confiable bajo ningún aspecto.

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