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Mostrando entradas de julio, 2021

Yira Yiraa

Winnicot decía que cada paciente necesita un tipo de tratamiento diferente. Hablando de instituciones y de los problemas que presentaban los pacientes, mencionaba que la mayoría se resolvían mediante el "manejo", sin aclarar mucho a qué se refería. Entendemos que la estrategia era ir manejando los momentos oportunos para cambiar a un paciente de institución, tanto como encontrar la institución adecuada para cada uno. Eso recuerda a los chicos que van circulando de escuela en escuela, siempre agotando las instancias en cada establecimiento. O algunos empleados públicos que van rotando de oficina en ofincina sin que se puedan terminar de integrar en ningún equipo. Con algunos casos que tratamos en la red pasa lo mismo, y al igual que en los otros ejemplos, se corre el riesgo de avalar una repetición expulsiva. La teoría (de Winnicot) dice que cuando el sujeto en desarrollo experimenta una ausencia del otro demasiado extensa, lo da por inexistente, ni muerto ni desaparecido: ine

¿Qué te hace feliz?

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Aunque no se quiera influir en los pacientes, aunque uno se esfuerce en evitar imponer ideales, expectativas, o metas propias, siempre están los que secretamente van leyendo qué nos motiva, qué nos gusta más, y no sólo no se puede disimular, sino que hasta sería contrario a la ética de mantenerse honestos en cuanto al deseo ¿cómo le demandaría uno un mínimo de honestidad a los pacientes desde una impostada neutralidad? (Nota marginal, en el pais con más psicólogos por cuadra es hora de cuestionar la obligación de atender sí o sí a cualquier paciente). El hecho es que no nos da todo lo mismo, y varía de terapeuta a terapeuta qué cosa nos pone más contentos, qué cosa nos causa rechazo, aunque hay generalidades. A la mayoría nos molesta que nos quieran correr el encuadre, no es por manía, sino que es nuestro trabajo, y los encuadres son así porque es la forma en que podemos sostenerlo como actividad continua. También están los que piden tratos de excepción: cuando quieran caerle mal a un

El deseo de morir

Hoy recordaba una clase de la magistral Alicia Stolkiner. Nos explicaba esa creencia popular de que Dinamarca era el país con más suicidas, mito que la gente atribuye a la falta de luz solar. Lo que tenía Dinamarca, mucho antes de que existiera internet, era un sistema de salud pública unificado, con un registro de historias clínicas integrado y minucioso. En un país donde cada acto médico queda registrado y está disponible para las estadísticas oficiales, se contabilizan un montón de suicidios que en la mayor parte del mundo quedan ocultos como muertes accidentales, riñas, choques, intoxicaciones. Yo creo que deben encarar el tema con otra filosofía, o directamente con ninguna. Tal vez para un criterio médico muy organicista sea paradójicamente más fácil constatar que tal o cual sujeto simplemente se quiere morir. Para nosotros, gracias a la supersticiosa herencia católica, es algo que siempre se explica por otros motivos. "Estaba deprimido", "Había tomado de más",

Aplicaron rifle sanitario

El comentario de hoy debería ser sobre el asunto de la intervención policial que terminó con Chano Charpentier baleado. Pero no puedo juzgar porque en principio no tengo idea de qué pasó, tampoco tengo la historia clínica del tipo para decir si es adicto, psicótico, zarpado, narcisista, o si lo persigue gente jodida. Sólo tengo los dichos de los medios, y con eso se pueden hacer muchas bromas, pero nunca conocimiento. Como saber, todos sabemos algo, que puede o no ser relevante. Todos conocemos un loco que se calmó y se rescató. Todos conocemos un psicópata que nadie encerró a tiempo y mató a alguien. Todos conocemos policías buenos, malos, vagos y serviciales. Siempre hay un caso y un contraejemplo de cosas que salieron mal.  La conducta humana es hasta cierto punto predecible. Por ejemplo, era obvio que ante un herido de bala se iba a reavivar la discusión acerca de si la policía debe usar las pistolas Taser, y reducir a las personas peligrosas con choques eléctricos.  En Argentina t

Atame

El trabajo de gestión es agotador. Creo que es porque no tenemos una verdadera cultura colaborativa, no estamos acostumbrados a trabajar organizados si no es acatando indicaciones. Se entiende que adoptar un punto de vista de conjunto exige una competencia intelectual muy poco frecuente. Cuando uno está afuera de la situación es fácil, lo difícil es ver el conjunto cuando uno mismo está adentro, y mucho más difícil es aceptar lo que se ve cuando hay interés personal.  En cambio la cultura de dirigir, centralizar, la cultura del control como forma de llegar a acuerdos, a cierto orden, está hipertrofiada. Hoy en día control es sinónimo de orden ¿o no? Digo eso porque el trabajo de gestión me tiene ocupado todo el tiempo disponible en desmedro de la práctica clínica. Son elecciones, y siempre se aprende algo nuevo. Pero un poco se extraña el énfasis constante de otros momentos en las minucias del consultorio. Espero que esa parte nunca se me pierda. Por lo menos nunca creo que vaya a sent

A curar a los caminos

Siempre estamos a favor de darle la palabra a los pacientes. De no taparlos con nuestra mirada y nuestra experiencia acumulada a base del trabajo con otras personas . Pero eso tambien significa que hay que darle palabra a lo que de verdad les pasa ¿Qué se creían, que la gente dice lo que tiene así como así?¿Que les van a revelar todos sus secretos sólo porque vienen a curar? Como los buenos periodistas, hay que ir más allá de lo obvio: lo obvio es el lugar común que te saca del medio y te pone la venda en los ojos. En el consultorio, estas cosas solamente causan pérdidas de tiempo y plata. Eso ya está bastante mal, pero puede ser muy peligroso cuando se atienden pacientes capaces de hacer macanas. Y como nunca nada puede ser fácil para nosotros, los pacientes más graves son los que suelen depender más de sus familiares, que son los que de entrada hablan por ellos. A veces porque están hartos del loco de la familia, pero muchas veces porque el loco es un ser querido y están sanamente pr

A tontas y a locas

Hace poco circuló en la red social Twitter un intercambio donde el panelista Martín Tetaz se mostraba inclinado a considerar que 16 años era una edad posible para que alguien se dedique al trabajo sexual. No quise reproducirlo porque quienes le contestaban sostenían una postura que en mi opinión sirve al prejuicio de que todo trabajo sexual es trata de personas, y en consecuencia, legitima medidas policiales que redundan en poner a quienes hacen trabajo sexual bajo control de la policía. Pero nunca está de más insistir con la cuestión de la edad del consentimiento. Sobre todo por el temita del consentimiento. El sentido común nos dice que si no hay consentimiento, hay violación, y que para que el consentimiento valga, tiene que haber capacidad. Las personas inconscientes no pueden consentir, las personas asustadas no pueden consentir, las personas inmaduras no pueden consentir. Las personas necesitadas ¿pueden consentir? Contra el trabajo sexual se argumenta que tampoco sería válido el

Diga despierto lo que le pasa

La complejidad del sistema de salud hace que ocupemos una porción asombrosa de tiempo simplemente escribiendo. No está mal escribir, lo que está mal es que el motivo de escribir sea casi siempre la necesidad de justificar y hacer valer el trabajo. En la medida en que financiación de la práctica se terceriza, ya sea en un seguro, en un sistema de socorros mutuos o en el mismo estado, crece la exigencia de certificar no sólo la realidad material del trabajo, sino también que no se presten servicios innecesarios. Nadie quiere pagar los caprichos ajenos, es obvio. Y hay un punto en que más acciones no brindan más salud, pero no es fácil determinarlo. Al mismo tiempo que es una medida que varía para cada uno, no se puede dejar sin peligro que sea la demanda la que decida hasta qué punto se atiende. El peligro es que los recursos se agoten y se queden todos sin salud. El otro peligro es que no se controle, y donde no se controla, donde circula plata sin control, se juntan todos los ladrones.

Todo va a estar bien, algún día

El culto de la delgadez nos tiene la cabeza muy quemada. Es como que en la evaluación de la estética se pone ante todo la escala de flacura, después, muy lejos el resto. Es decir, no es un factor entre otros con más peso que otros. Se ve a la gente como gorda o flaca, y recién ahí se hace la escala de mas fea a más linda. Una consecuencia de eso es que cuando alguien, sobre todo una mujer, adelgaza, le decimos que está linda, la felicitamos y nos imaginamos que va a estar feliz. No sólo asumimos que se va a ver a sí misma más linda, como nosotros la vemos, sino que damos por sentado que sentirse linda es para ella un elemento clave de la felicidad. Esto , en las mujeres que se "sacrifican" para estar flacas, porque se sienten más cerca de la felicidad así, funciona bien, les da una confirmación de que la cosa está funcionando. Todas las religiones necesitan la confirmación para mantener la fe. Pero cuando una persona realmente gorda baja de peso, no se pone linda, ni se pone

Quousque tandem abutere

Se ha acusado a las psicoterapias de trabajar para la adaptación, entendida como la acomodación de la conducta a lo que es funcional a la vida social. Y también se sabe que esa es una de las demandas mas frecuentes que se hacen a las terapias, una de las mayores motivaciones para ir a hablar con un extraño y pagarle por ello. Y entre las formas de adaptarse, una de las preferidas es ponerse límites. Parece que efectivamente, según nos dice la neuropsicología, la inhibición es una función imprescindible. Que sea algo totalmente extraño a lo que la psicología conoce como una inhibición, no nos tiene que preocupar. La gente necesita límites. Límites al consumo de substancias, límites a la procastinación, límites a los celos, límites a la ira, límites a los juegos, límites a todo tipo de cosas. Lo primero es diferenciar, no todos los pedidos de límites son lo mismo, algunos merecer más ser escuchados que otros. La primera cuestión es descartar una confusión común: cuando hay una esperanza

Psicólogo ambulante

Las callecitas de Buenos Aires tienen ese no sé qué. No sé qué te puede llevar por delante al cruzar la calle. Se suma el problema de las bicisendas, que son de doble sentido en calles que tradicionalmente son de sentido única. Además las bicicletas no frenan, porque se tarda en levantar velocidad, entonces tienden a no querer perder el envión. Cuando uno anda en bicicleta está consciente de que se lleva puestas las normas de tránsito todo el tiempo, por eso pone mucho más cuidado, porque no es el comportamiento esperado, y también porque si te lastimás haciendo las cosas mal, no le podés reclamar a nadie. A menos que el ciclista sea una persona con esa particular limitación intelectual que se llama "egocentrismo". Definido con mucha precisión por Piaget, el egocentrismo no tiene nada que ver con el egoísmo, ni con el narcisismo, ni con la falta de empatía. Es simplemente que el sistema de ideas de una persona no puede integrar un punto de vista externo. Llevado a la práctica

Tener o no tener

Una vez una colega me preguntó por qué en mi opinión era tan generalizada en las mujeres esa aspiración fálica de tener un hijo para sentirse completas. Además de que lo generalizado en primer lugar es la propaganda de la maternidad (esto se remonta a los ritos de la fertilidad, de cuando la mortalidad infantil superaba el 50%). Pero una cosa es la vigencia de algunos ideales, eso se consigue con propaganda, y otra cosa es que todo el universo simbólico se regule por el símbolo de la diferencia sexual anatómica. Al respecto mi opinión fué, y tal vez siga siendo, que las madres "fálicas" crían hijas "fálicas", y esto hace que el sistema sea estable, mientras que las madres "no fálicas" crían hijas fálicas y no fálicas, conque a lo largo de las generaciones se generaliza una estructura. Un motivo por el que sigo pensando eso, y no por ejemplo que sea la presión social la principal responsable directa del deseo de tener hijos, es que en mi experiencia, la pre

A cada santo una vela

En algún lugar de la ciudad anda recorriendo servicios de salud un tipo con ambas piernas amputadas. Hasta ahí nada llamativo: hombre de más de cincuenta, diabético y fumador, una uña encarnada puede derivar rápidamente en gangrena. Gracias a los avances de las políticas de salud, este hombre cuenta con prótesis en ambas piernas. Pero acá viene lo curioso: gracias a los retrocesos de las políticas de salud, cada una de las prótesis corre por cuenta de una organización diferente. La historia dice que primero perdió una pierna tras un accidente camino al trabajo. Eso en Argentina se llama accidente de trabajo "in itinere", es decir que la persona se lastimó por ir a trabajar, así que los empleadores son responsables. Pero como esa responsabilidad se cubre con un seguro especial, la asistencia para los accidentes de trabajo la brindan unas empresas llamadas ART (Aseguradoras de Riesgos de Trabajo), que contratan sus propios proveedores. Tiempo después este señor tuvo un problema

Por donde mira la suegra

Una queja típica en las consultas que giran alrededor de los problemas de pareja: la interferencia de las familias políticas, con los suegros en primer lugar. Como son situaciones fatigosas y de mal pronóstico, mi primer impulso es decirle a todo el mundo que que si tienen problemas con sus padres o suegros, no pueden estar en pareja, no se pongan de novios, no se casen ni tengan familia porque van a tener poca felicidad y les va a salir cara. La situación se parece a que alguien pregunte cómo iniciar su propia compañía y sabemos que no cuenta con capital ni ideas. Tiene todo en contra, y un asesor honesto se lo tiene que decir. Al margen, eso es una tentación personal, no está de más recordar que así como les digo a los pacientes que la terapia no es un lugar para sentirse bien, tampoco es un lugar para que el terapeuta se siente a gusto. Con el tiempo uno llega a escuchar todo tipo de historias. Las tragedias quiero dejarlas de lado porque cuando hay gente malvada la psicoterapia no

Que sea varon?

Cuando una nena tiene actitudes prematuras, sospechamos alguna forma de abuso, y es muy difícil que se pueda atender con un varón... Alguna forma de abuso significa que pudo estar expuesta a conductas sexuales propias de adultos como espectadora, por inducción o haber sufrido ataques.  Algunas chicas que pasan por situaciones así se alienan a un rol prematuro y desarrollan actitudes que en una mujer adulta serían simple desinhibición, pero en ellas se vuelven conductas de riesgo, porque se acercan a los varones que las ven como trofeos, buscan contacto, franelean. Dejar varones a solas con ellas es un peligro, dice el prejuicio.  Hasta ahí no tenemos problemas. Pero son como son niñas, en la terapia hay que tener siempre en cuenta a los padres, mejor dicho a las madres. A los papás casi siempre tenemos motivos para excluirlos, cuando no están voluntariamente borrados de la escena. Pero en una porción importante de casos, tenemos unas mamás muy problemáticas. No se crea que haya una rel

Comunidades Terapéuticas y no tanto.

Cuando escribía ayer sobre la gente que se hace cortes, mencioné la pertenencia a comunidades imaginarias, y me pareció bien sugerir que ese es un rasgo común a todas. Después me quedé pensando en eso porque precisamente la mayor cantidad de brazos tajeados los he visto trabajando en una Comunidad Terapéutica, que es un lugar para tratamiento principalmente de adicciones, aunque también otros problemas. Muchos de los pibes y las pibas venían ("bajaban") de Institutos correccionales, a donde llegaban por pequeños delitos, y de donde trataban de salir alegando haber robado impulsados por la abstinencia de drogas, o bajo los efectos de las mismas. Poco de todo el trabajo tenía que ver con el consumo. Mucho con aprender a convivir, asumir responsabilidades, y encontrar la forma de tener un proyecto de vida. Una lógica de fierro dice que si no tenés nada que perder, no temés perder en nada.  Los tumberos se cortaban para que haya que llevarlos al hospital a hacer sutura. Eso mante