Cinco por uno
Nosotros decimos psicología, psiquiatría, psicoanálisis, psicoterapia, salud mental. No podemos más de cartesianos, o mejor dicho platónicos... Nos repugna el conductismo, hasta nos hace ruido la psicología de la conducta de José Bleger, por materialista.
Pero el problema de la conducta sigue ahí, porque aunque pretendamos ocuparnos de la mente, cada tanto nos tocan pacientes que no esperan a hablarlo en terapia, y eso con suerte.
Cuando alguien se hace tajos en el brazo, lo mandan al psicólogo y al psiquiatra.
Cuando alguien deja de dormir, lo mandan al psiquiatra.
Cuando un tipo trata de entrar por la fuerza a la casa de su ex, lo mandan al psicólogo.
Cuando vuelven borrachos a su casa. Cuando putean mucho.
Cuando hablan mucho.
Cuando no hablan.
Cuando se escapan. Cuando no quieren salir.
No la queremos pero la conducta es nuestro problema. Si renunciáramos a ocuparnos de la conducta, estaríamos a un paso de reconocer que la psicología no sirve para nada. Que la mente no sirve para nada. Sólo sería un mundo interno. Nadie pone plata para arreglar el mundo interno ajeno.
Y aunque en el fondo lo sabemos, sabemos que nuestro trabajo tiene reconocimiento social exclusivamente por el hecho de que se espera que gracias a nuestro saber mejore la conducta de las personas, descuidamos este costado de la formación. Nadie enseña qué se hace cuando la conducta es demasiado problemática, cuándo es demasiado riesgosa, cómo tiene que ser nuestra conducta.
Un caso particular: cuando se tiene que internar un paciente que no quiere. La ley es muy clara al respecto: se puede hacer cuando "haya peligro cierto e inminente para sí o para terceros".
Listo, quedamos así.
Bueno, pidamos un respaldo judicial: le llevamos al juez un informe con sello del psiquiatra que afirma el "riesgo cierto e inminente", el juez libra un oficio que dice que el loco tiene que ir al manicomio.
Ajá.
Ahora esperamos que vaya... Si no quiere llamamos a la policía.
La policía puede o no ayudar, la policía puede pararse y esperar que las cosas se resuelvan solas. Ojo que también puede pasar que la policía haga uso de la fuerza. Son la fuerza. Your choice. Their choice, actually.
Bueno, para resumir, a la gente que no quiere dejarse encerrar, primero que nada hay que agarrarla. Y no vale razonar, ni negociar, mi mucho menos amedrentar, así que hay que usar las manos.
Todavía no disponemos de un exoesqueleto como el de Ripley capaz de sujetar un ser humano sin romperlo.
El único que leí que se toma este asunto en serio es Kaplan, en su manual de psiquiatría de urgencias.
Te explica desde dónde sentarte, hasta cuándo hablar fuerte o suave. Pasando por la regla del cinco por uno. Para sujetar una persona correctamente se necesitan cinco: uno para cada miembro y otro para la cabeza.
También explica cuándo y cómo se puede sujetar un paciente a la cama.
Como esto no se lo explican a nadie, porque poner el cuerpo es un trabajo sucio que se deja a personal poco calificado, hay pacientes esposados a camillas.
A uno de ellos lo conocí, y aunque no hubiera querido volver a cruzármelo, desde hace un tiempo sé que eso no va a pasar, porque cuando estaba esposado se quiso levantar de la camilla y cayó de cabeza.
Comentarios
Publicar un comentario