Un dolor insoportable

Cuando veo en la tele que a un herido le piden medir su dolor del uno al diez me quedo un poco perplejo. Sin dudas es un truco para que la gente diga algo, o para que imagine que su dolor tiene una escala, lo que bien pensado ya es una intervención terapéutica en sí misma. Algo parecido a lo que hacemos para manejar crisis de ansiedad: pedimos parámetros que no estaban ahí, pero hacen que el paciente empiece a repartir la percepción del ataque de pánico en pedacitos, como si recortara un cuadro en piezas que después se pueden mezclar o acomodar como un puzle.
Con el dolor parece difícil hacer lo mismo. Supongo que es porque es un tipo de síntoma diferente: es un "input" directo. La mayoría de las señales que llegan de los órganos de los sentidos van primero a la corteza y reciben una elaboración, o mejor dicho son interpretadas en función no sólo del contexto sino también de la memoria, para elaborar una proyección virtual que llamamos consciencia, que incluye tanto el pensamiento como la percepción del entorno. Esa proyección está fuertemente determinada por todo lo aprendido, por las expectativas, y puede tener sesgos también en función del interés de distintos sistemas.
Pero las señales de dolor parecen irrumpir en ese campo atencional de forma perentoria. 
La ansiedad es en algo diferente: sea por una determinación psíquica, sea por efecto de la adrenalina, la conciencia pasa a operar dentro de un "paradigma" de peligro. Todas las sensaciones son interpretadas dentro de ese marco, y cuando no hay sensaciones se buscan indicios, o se interpretan los datos disponibles dentro de ese paradigma. Claro que en las crisis más agudas también hay dolores, que son provocados por los cambios físicos que conlleva el ataque de pánico: toda esa taquicardia, hiperventilación, náusea, diarrea, etc que es la preparación del cuerpo para salir corriendo.
Conque el dolor es un "síntoma" muy difícil de analizar desde las técnicas verbales.
He visto intentos de trabajarlo desde un abordaje mas bien corporal. No voy a negar que me intriga. El trabajo de algunas personas sobre experiencias traumáticas que siguen doliendo, a veces me sorprende. Pero no me meto con eso porque lo corporal es una limitación para mí.
Pero aunque parezca algo inmanejable por excesivo, el dolor se gestiona, se dosifica y se tolera. Si es por decisión propia, es fácil que una persona desarrolle tolerancia al dolor. Como en todo, hay que respetar dos principios básicos: no superar el límite de tolerancia, y repetir las cosas para que el organismo las interprete como normales.
Cuando algo se interpreta como excepcional, se reacciona con paliativos, no se hacen modificaciones estructurales. Cuando algo es interpretado como normal, ya sea un esfuerzo, un estresor una amenaza, se producen cambios que contrarrestan el problema. Esto se hace por mecanismos específicos para cada cosa, si bien el principio es válido en muchos sistemas. El sistema inmunológico no aprende de la misma manera que el sistema músculo esquelético.
Y también hay que reconocer que cada organismo puede tener mayor o menor facilidad para aprender.
Pero como decían las viejas pedagogas, para aprender se necesita mo-ti-va-ción.
¿No vieron que hay personas que no pueden soportar ni el más mínimo dolor?¿Que el mismo dolor que para unos es una molestia normal, para otros es un límite absoluto?
No quisiera machacar con el chiste clásico de comparar una mujer con 39º de fiebre y un hombre con 37,2º, pero ya lo dije...
En el caso de género, creo que hay una regla interna que le dice a cada uno qué dolores tienen que aceptarse y cuáles no. Los varones nos entrenamos para golpearnos y seguir haciendo lo nuestro sin mucho problema, pero para los dolores internos estamos fritos.
Siempre hay que ser cuidadoso con estas generalizaciones, porque uno en seguida quiere sumar dos mas dos, y ante una paciente mujer que lleva mal un dolor interno, podemos creer que estamos ante una histérica con complejo de masculinidad, pero puede que no.
Más se complicn las cosas cuando nos cruzamos con personalidades que están muy ocupadas en mantenerse libres de los dolores que consideramos normales, que están naturalizadas. De vuelta sin tomarlo al pié de la letra, porque la sensibilidad normal es una cosa muy engañosa. Pero algo debe contar, al menos como indicio, que alguien haya recibido el entrenamiento cultural respecto de x dolor, y sin embargo no parezca poder asimilarlo. A veces hay detrás una personalidad de esas que se consideran "exceptuados" por haber sufrido algo excepcional, o puede ser un caso de complejo de "la princesa y la arveja", también puede ser un problema que no conocemos, que hace que una persona en lugar de asimilar y tolerar los dolores, simplemente no pueda.
Por ejemplo si no se respeta el primer principio, si el dolor supera el límite de tolerancia en etapas tempranas, puede ser que no se desarrollen otros mecanismos que la disociación, con lo que podría convivir en una persona la sensibilidad extrema, con la indiferencia ante el dolor.
Esto puede pasar porque si un sujeto se disocia, se aísla de toda una parte de su experiencia, lo que le pase es como si le pasara a otro, pero un otro que no crece. Si se conecta con esa parte de sí mismo, vive todo como sin preparación alguna.
Ahora que digan si tiene sentido medir el dolor en una escala del uno al diez...

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