No es droga todo lo que consumes II
El cerebro es un órgano vivo. Esto significa que se comporta con toda la complejidad de un ser que se adapta a condiciones imprevistas, con toda la singularidad de un individuo que es producto de una historia irrepetible. Por un lado cada individuo responde de una manera diferente ante las mismas substancias, y por otro lado, sea cual sea el efecto que tengan, todo organismo tiende a neutralizar los cambios.
¿Que efecto tiene esto para la persona cuyas sensaciones, pensamientos, memoria, etc. se apoyan en el funcionamiento de ese organismo?¿Qué relación existe entre este funcionamiento y aquel efecto?
Es muy difícil responder estas preguntas honestamente, porque la verdad es que no tenemos la más pálida idea de qué sucede.
Bueno, tenemos algunas ideas generales, como que ciertas cosas pasan en ciertos lugares del cerebro, o que ciertas substancias intervienen de manera selectiva en unos mecanismos y no en otros. También sabemos que cada vez que afectamos una función afectamos otras de manera variable y no muy previsible.
Tenemos observadas un conjunto discreto de correlaciones entre algunas drogas, efectos y dosis. Dentro de ese conjunto podemos hacer algunas predicciones sensatas.
También tenemos recopiladas algunas observaciones acerca de lo que experimentan las personas en su relación con distintas drogas, ya sean de uso médico o informal.
Lo que no podemos decir es que haya una sinapsis específica se relacione con el pensamiento de la palabra "perro", ni tampoco que tales o cuales neuronas intervengan cuando pensamos "perro" respecto de un torpe futbolista, y tales otras cuando tarareamos "Mi perro dinamita".
Toda esta introducción la hice porque en el post anterior hablaba sobre los efectos de las substancias en el sistema nervioso, y esta vez quiero meterme un poco con el aspecto psicológico, y entonces quiero que se note lo tonto que resulta sacar conclusiones sobre la psicología de las personas, o su conducta, a partir la dinámica de los neuroquímicos. No es que no importe, pero hay que darle el lugar preciso: el funcionamiento del órgano nos puede decir las condiciones en que se produce esa cosa loca llamada mente.
Casi siempre la relación de una persona con las drogas empieza mucho antes de que llegue a probarlas. Las drogas son un objeto cultural, lo que implica que además de haber personas involucradas en su existencia, hay relaciones sociales establecidas a su alrededor, y también hay discursos específicos que las nombran en distintos espacios. En ese contexto, es prácticamente imposible que alguien no tenga una idea al respecto, preguntas, dudas, curiosidad, prejuicios. De las ideas que encuentre a su alrededor, o los mensajes que se le dirijan puede tener también diversas e impredecibles impresiones.
Acá entran algunos de los hallazgos de la clínica (así les decimos a cosas que están a la vista): aunque parece clarísimo que los efectos de las drogas se relacionan con el tipo de substancia consumida, cuando se comparan las observaciones, se ve que los efectos de las mismas drogas cambian según quién, donde y para qué las tome.
Es raro que por ejemplo con el vino, o el alcohol en general, ya es parte del sentido común que pega según el bebedor. Claro que esta idea obtiene su fuerza de un prejuicio racista: son los negros los que son impulsados por la bebida a transgredir. Pero de todas maneras demuestra que hay un mínimo registro de eso.
No es que no haya efectos específicos de cada droga, pero son efectos sobre las condiciones generales, como que haya mayor inhibición o desinhibición, que haya un efecto de euforia, por ejemplo es algo que la persona percibe, pero si además está intoxicada, pierde claridad, todo eso confluye en una vivencia que puede ir de la omnipotencia a la paranoia sin transición.
O como pasa cuando el alcohol adormece la capacidad de controlar impulsos: tanto se desata la lengua como la ira. Depende cuáles impulsos estuvieran presentes de antes. Así le decía a un ex bebedor que se quejaba de que sin alcohol no sabía cómo conversar en las reuniones, no se le ocurrían los chistes que lo convertían en centro de atención: "los chistes no están escritos en la etiqueta del vino".
Esto de que asuman que las cosas que hacen bajo efectos de drogas son tan de ellos como cualquier otra en una línea de trabajo importante, casi indispensable.
Uno tiene que preguntarse la obviedad: por qué estas experiencias se hace un hábito en algunos y en otros no. Por qué algunos se meten en problemas tan severos por llevar estos hábitos a una intensidad tal. Cuánto de eso se debe al daño real provocado por la droga, y cuánto es independiente.
Y también si puede pasar esto con cualquier hábito.
"Lo que no podemos decir es que haya una sinapsis específica se relacione con el pensamiento de la palabra "perro", ni tampoco que tales o cuales neuronas intervengan cuando pensamos "perro" respecto de un torpe futbolista, y tales otras cuando tarareamos "Mi perro dinamita"."
ResponderEliminarGuarda que vamos llegando ahí eh!
Mire lo que es esto: https://gallantlab.org/huth2016/
Lo que he visto son algoritmos que reconocen patrones "pre-motrices" del pensamiento verbal. Sabemos, desde los estudios de Vigostsky, que nuestro pensamiento verbal es una recreación virtual de nuestro soliloquio egocéntrico en etapas previas. Estos algoritmos se entrenan para funcionar con una persona y pueden llegar a lograr una gran precisión. esos patrones son contingentes, históricos para cada individuo, o para cada corteza cerebral. De todas maneras, tener una interfaz que no requiera de las manos sería de por sí una genialidad.
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