Crecimiento vegetativo
Lo que para unos es un problema, para otros puede ser una solución. Al contrario de la razón salud mental es la cosa peor distribuida del mundo: por uno que no se anima, otro no sabe cuándo parar, por uno que no encuentra fuerza de voluntad para salir de la cama, otro camina por las paredes día y noche.
Un motivo de consulta frecuente son las inhibiciones. Para decirlo con claridad, una inhibición no es un síntoma, es un efecto global del estado de cosas: la inhibición es que no se puede hacer algo que se quiere hacer, también puede referirse a una categoría de acciones, y hasta dificultar todas las actividades.
También existe un uso más restringido de la inhibición, que se refiere exclusivamente a las funciones neuro-cognitivas, al procesamiento de información a nivel tejido nervioso: en este contexto, inhibición es que un impulso quede retenido, que un estímulo sea neutralizado. Es una función básica e indispensable para separar la información relevante de la irrelevante.
Los terapeutas decimos inhibición casi como sinónimo de represión, pero sabemos que la primera afecta al comportamiento y la segunda a las representaciones, ideas, recuerdos. La cercanía de ambos conceptos la provoca nuestra tendencia a suponer que por cada inhibición hay un impulso ligado a deseos reprimidos, es decir que se ocasiona en un conflicto.
Hay otras causas posibles para la inhibición en sí: puede responder a una construcción delirante, por ejemplo. No es lo mismo un fóbico que evita salir porque sin saber por qué se angustia en la calle y teme un ataque de pánico, que alguien que simplemente no quiere que su imagen sea captada por las cámaras de seguridad porque luego llega a las voces que se burlan de su manera de caminar. Pero ambos sufren una inhibición.
Otras formas de inhibición, ahora sí dentro del campo de los neuróticos, pueden ser la procastinación o la duda obsesiva: en sí mismos sí son síntomas, que resultan en que a la persona se le complica la vida, cuando no le impiden hacer cosas que quiere, por ejemplo salir con alguien.
Yo sostengo que, al igual que en el nivel cognitivo, las inhibiciones pueden tener una untilidad importante, aunque la vivencia que tienen los pacientes sea en general la del perjuicio que les ocasiona el no poder.
Los psicoanalistas se ocupan mucho de estas quejas y de su sentido, que puede ir desde la escenificación de la impotencia, hasta la reivindicación de una posición narcisista.
Por cuestiones de "conveniencia geográfica" me siguen consultando en una proporción importante pacientes con problemas creados por ellos mismos. Parece haber una regla macabra que dicta que a mayores complicaciones una persona haya tenido en su vida, más tiende a complicársela por sí misma. Freud creía por ejemplo que los pobres no se neurotizaban porque no podían distraer energía de la lucha por la supervivencia... Claro que eso lo decía con la imagen romántica de la pobreza en mente, después decía que un inválido que vive de la limosna no va a querer curarse porque se acostumbó a la vagancia, eso lo decía recordando la otra visión, picaresca, tan literaria como la anterior. También se puede acotar que justamente cuando la realidad no te ofrece salida, el mundo de la fantasía y la novela neurótica puede ponerle a la vida un sentido que la vuelva digna de soportar.
Pero los casos en que pienso no se enferman por fantasear: se mandan macanas que los dejan en peor condición.
Se emborrachan y pierden trabajos, se quedan dormidos y llegan tarde a entrevistas, se acuestan con amistades de sus parejas y rompen vínculos que eran valiosos...
Con uno particularmente, parece que lo mejor que puede pasarle es que no le pase nada. Con que se quede en el molde, la gente que está a su alrededor va sanando y le vuelve a hablar, lo llaman por trabajos, hasta novia consigue.
Espero que no consiga demasiado, porque después se entusiasma, cree que es mérito propio y empieza a tener iniciativa.
En cuanto quiere avanzar, se embala y tropieza. Es una manera de decir que choca con algo, lastima a alguien o hace alguna trampa obvia que otra vez lo deja fuera de circulación.
Algunas personas parecen como habitadas por un espíritu destructivo, que se expresa cada vez que puede. Conociendo en vivo lo que llega a ser la vida de alguien así, cuando me toca un paciente con fuertes inhibiciones me tomo mi tiempo antes de apuntar a que las supere.
Muchas veces la mejor opción es que no pase nada, parece que las cosas se van arreglando solas, cuando sólo dejaron de romperlas.
Como las plantas, un poco de agua y sol es todo lo que pueden asimilar.
Un motivo de consulta frecuente son las inhibiciones. Para decirlo con claridad, una inhibición no es un síntoma, es un efecto global del estado de cosas: la inhibición es que no se puede hacer algo que se quiere hacer, también puede referirse a una categoría de acciones, y hasta dificultar todas las actividades.
También existe un uso más restringido de la inhibición, que se refiere exclusivamente a las funciones neuro-cognitivas, al procesamiento de información a nivel tejido nervioso: en este contexto, inhibición es que un impulso quede retenido, que un estímulo sea neutralizado. Es una función básica e indispensable para separar la información relevante de la irrelevante.
Los terapeutas decimos inhibición casi como sinónimo de represión, pero sabemos que la primera afecta al comportamiento y la segunda a las representaciones, ideas, recuerdos. La cercanía de ambos conceptos la provoca nuestra tendencia a suponer que por cada inhibición hay un impulso ligado a deseos reprimidos, es decir que se ocasiona en un conflicto.
Hay otras causas posibles para la inhibición en sí: puede responder a una construcción delirante, por ejemplo. No es lo mismo un fóbico que evita salir porque sin saber por qué se angustia en la calle y teme un ataque de pánico, que alguien que simplemente no quiere que su imagen sea captada por las cámaras de seguridad porque luego llega a las voces que se burlan de su manera de caminar. Pero ambos sufren una inhibición.
Otras formas de inhibición, ahora sí dentro del campo de los neuróticos, pueden ser la procastinación o la duda obsesiva: en sí mismos sí son síntomas, que resultan en que a la persona se le complica la vida, cuando no le impiden hacer cosas que quiere, por ejemplo salir con alguien.
Yo sostengo que, al igual que en el nivel cognitivo, las inhibiciones pueden tener una untilidad importante, aunque la vivencia que tienen los pacientes sea en general la del perjuicio que les ocasiona el no poder.
Los psicoanalistas se ocupan mucho de estas quejas y de su sentido, que puede ir desde la escenificación de la impotencia, hasta la reivindicación de una posición narcisista.
Por cuestiones de "conveniencia geográfica" me siguen consultando en una proporción importante pacientes con problemas creados por ellos mismos. Parece haber una regla macabra que dicta que a mayores complicaciones una persona haya tenido en su vida, más tiende a complicársela por sí misma. Freud creía por ejemplo que los pobres no se neurotizaban porque no podían distraer energía de la lucha por la supervivencia... Claro que eso lo decía con la imagen romántica de la pobreza en mente, después decía que un inválido que vive de la limosna no va a querer curarse porque se acostumbó a la vagancia, eso lo decía recordando la otra visión, picaresca, tan literaria como la anterior. También se puede acotar que justamente cuando la realidad no te ofrece salida, el mundo de la fantasía y la novela neurótica puede ponerle a la vida un sentido que la vuelva digna de soportar.
Pero los casos en que pienso no se enferman por fantasear: se mandan macanas que los dejan en peor condición.
Se emborrachan y pierden trabajos, se quedan dormidos y llegan tarde a entrevistas, se acuestan con amistades de sus parejas y rompen vínculos que eran valiosos...
Con uno particularmente, parece que lo mejor que puede pasarle es que no le pase nada. Con que se quede en el molde, la gente que está a su alrededor va sanando y le vuelve a hablar, lo llaman por trabajos, hasta novia consigue.
Espero que no consiga demasiado, porque después se entusiasma, cree que es mérito propio y empieza a tener iniciativa.
En cuanto quiere avanzar, se embala y tropieza. Es una manera de decir que choca con algo, lastima a alguien o hace alguna trampa obvia que otra vez lo deja fuera de circulación.
Algunas personas parecen como habitadas por un espíritu destructivo, que se expresa cada vez que puede. Conociendo en vivo lo que llega a ser la vida de alguien así, cuando me toca un paciente con fuertes inhibiciones me tomo mi tiempo antes de apuntar a que las supere.
Muchas veces la mejor opción es que no pase nada, parece que las cosas se van arreglando solas, cuando sólo dejaron de romperlas.
Como las plantas, un poco de agua y sol es todo lo que pueden asimilar.
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