No pego una

La gente que no pega una se pregunta por qué todo le sale mal, por qué su vida es un caos.
Acá es donde los terapeutas nos hacemos acreedores del estereotipo de decirle a la gente que "ponga de su parte" para que las cosas sean distintas.
No puedo decir que la burla sea injusta porque me consta que suceden intervenciones que pertenecen al pensamiento mágico. Algunas responden a la sedimentación del hábito. Otras se deben a la confianza ganada en el poder de la sugestión.
Me ha tocado tratar varias personas con lo que parece un destino desatinado. Puedo confirmar que no, no es que ven las cosas desde un punto de vista negativo. Es muy difícil entender cómo puede ser que estén contribuyendo a crear tanta contrariedad. Porque las cosas que no dependen de ellos se les dan mal, y cuando tratan de controlar algo lo tiran todo.
En las cosas del amor es mucho más fácil, casi aburrido, señalar que quien se queja de la falta de compromiso selecciona con precisión personas narcisistas, mujeres que se sienten usadas viven haciendo ojitos a tipos llenos de plata que nunca se toman en serio a gente que vive de un sueldo. Cornudos crónicos que una y otra vez seducen mujeres que están en pareja. Simple neurosis: la forma de gestionar un deseo que si se cumple rompe algo es darle un objeto contradictorio con el contenido de ese deseo.
A veces creo que debe pasar como con la depresión: sólo registran lo malo y las cosas buenas no sólo las dejan pasar sino que directamente no las aprovechan, como la gente con sentimientos de inferioridad que cree que no gusta a nadie, pasa de largo las insinuaciones y termina ofendiendo a quienes le tenían simpatía. A veces, porque después me cuesta creer que es sólo un sesgo, aunque los sesgos por sí solos pueden cambiar mucho la imagen de la realidad, pero si viene alguien y me cuenta que el hermano le robó una guitarra firmada por Pappo, o es un mitómano, o tiene un hermano de mierda, no hay forma de sesgar eso. Los casos de paranoia con ideas de perjuicio, los que viven en un mundo dedicado intencionalmente a hacerlos sufrir, esos se detectan rápido: el tipo de discurso, de sentidos rígidos, el peso que dan a cada matiz de expresión, siempre indicador de una oscura voluntad que los acecha, es una mente que no pregunta, porque sabe, no interpreta, porque deduce, y no duda, porque alucina.
En la cola está el puñado de pacientes catrascas: muchos de perfil borderline, explosivos, algunos antisociales, casi siempre rotos por dentro, que andan sencillamente a los tumbos. Con ellos tampoco hay misterio, es tan evidente su manera de romper las cosas por ir demasiado rápido, apretar demasiado o explotar en medio de la multitud, que ya vienen convencidos de su propia responsabilidad.
Descartados neuróticos, depresivos, peligrosos y paranoicos, siempre restan algunos casos que parecen embrujados, atrapados por un destino adverso.
Sinceramente no creo en el destino, sobre la eficacia simbólica hay mucho que decir, pero ¿para tanto? Es un misterio. Las huellas de la memoria transgeneracional no gobiernan la caída de árboles, pero los troncos están ahí caídos sobre los mismos techos de siempre.
Es lamentable, pero hay que aclarar que el verso de las energías positivas o negativas es simple pensamiento mágico: cualquiera sabe que los opuestos se atraen porque la naturaleza tiende a neutralizar la existencia.

Comentarios

  1. Un detalle curioso: hay gente a la probabilísticamente hablando le tiene que salir todo mal. Pensar lo contrario sería caer en la falacia del jugador. No es destino ni nada de eso, es simplemente probabilidades. Es muy poco frecuente, porque nada es taaan bueno ni taaan malo. Pero para los pobres mortales que así sea, me imagino que recurrir al pensamiento mágico vendría bien a mano. O como dijo una vuelta una ex mía "algunos nacen con estrella, otros nacemos estrellados".

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    1. Es muy interesante, porque en realidad tenemos normalizado, naturalizado que las cosas anden. Incluso en la biología es un principio fundamental que todo tenga una función. En términos probabilísticos, la existencia misma de cualquier tipo de sistema es una rareza.
      Y sí, al menos algo funciona de manera casi univerzal en nuestras cabecitas: la necesidad de dar sentido.

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