No es droga todo lo que consumes I
Todo el mundo dice adicción a esto, adicción a aquello, pero nadie dice vamos a reducir daños con esto, vamos a reducir daños con aquello...
Citas al margen, el modelo de la adicción está tan a la mano para ilustrar conductas problemáticas, compulsiones, relaciones estereotipadas, relaciones distantes, relaciones promiscuas y la mar en coche. Supongamos que por arte de magia nos libramos de los riesgos de caer en la lectura moralizante de suscribir el imaginario social del "flagelo", o de patologizar "vicios", o de moralizar patologías. Sabemos que más allá de que repitan y rebuznen con el tema de la dependencia neuroquímica, el consumo compulsivo de una droga tiene siempre algún papel en la vida del sujeto: tiene una finalidad y un sentido específicos. Si no fuera por eso, el juego no se volvería compulsivo, ni las compras. Ante esta objeción, ya han sacado la carta de que determinadas conductas provocan una explosión de endorfinas que son una especie de "autodroga" que explicaría la "adicción".
Pero entonces ¿todo es adictivo?
Cuando una explicación sirve para todo, no sirve para nada. Pero no generalicemos, voy a tratar de ser ordenado por una vez.
Para que una substancia genere "dependencia" se tienen que cumplir dos condiciones básicas:
Primero tiene que interactuar con el organismo en alguna forma específica. Esto es que no puede ser una acción cualquiera, tiene que combinarse con la química orgánica encajando en algún paso de una función específica. Si esto no pasa, o bien hay un efecto puramente tóxico, o no hay efecto alguno. Típicamente, las substancias que hacen esto son moléculas que se parecen a alguna molécula propia del organismo, con lo que causan un efecto de alteración del mecanismo en que esa molécula tenía un lugar.
Cuando el mecanismo se altera, el organismo tiende a neutralizar esa alteración, desarrollando lo que se llama "tolerancia".
Segundo, cuando se desarrolló tolerancia, el metabolismo interno se alteró lo suficiente para que, si se suspende el aporte de la substancia externa, todo se desbalancea, provocando un síndrome de abstinencia.
El síndrome de abstinencia lo describen como un cuadro agudo que induce una compulsión a proveerse nuevamente de substancia. Acá ya se cuela un factor no bioquímico, porque esa compulsión sólo puede existir con un aprendizaje. Aún cuando se de un hábito repetitivo, cualquiera que sepa un poco de aprendizaje y de adicciones sabe que se necesita mucho más que repetición para lograr el nivel de certeza que tiene un adicto respecto del efecto esperado de la droga.
Algo que no se tiene tanto en cuenta, y que forma parte muy importante de la abstinencia a mediano y largo plazo, es que en muchos casos, la substancia adictiva viene a reemplazar el efecto positivo de una substancia propia, y como actúa con mayor intensidad, a lo largo del hábito, deja de haber demanda de la substancia reemplazada y ésta se deja de producir. Como la producción de cualquier molécula orgánica es un proceso de varios pasos, es toda una cadena la que se atrofia. No es nada fácil recuperar eso, y a veces no se logra en la práctica.
Ahora qué pasa con una conducta compulsiva cualquiera.
Empezamos por una acción habitual que causa una sensación de placer intenso. Sea por estimulación sensorial, que sería lo más directo, o por la activación del metabolismo, como en el deporte, la persona se agencia una buena descarga de endorfinas y se siente bien.
Como la cosa le gusta repite, y otra vez produce endorfinas, aumenta la estimulación para tener más endorfinas.
Ahora bien: como tiene que producir endorfinas más seguido, y esa producción es propia, lo esperable es que así como un músculo sometido a un esfuerzo regular aumenta su capacidad para mejorar su respuesta al esfuerzo, el metabolismo de producción de endorfinas se fortalezca también. Y si por algún motivo se suspende el estímulo, puede que el sujeto extrañe la sensación de placer y busque rápidamente un estímulo sustitutivo, pero la capacidad de producir endorfinas estará intacta.
¿Se nota la diferencia? La diferencia de ambos casos explica que con la química no alcanza para crear una adicción, así como también explica algunas diferencias profundas entre la dependencia de substancias y los que se llaman "consumos problemáticos", o con menor suerte "adicciones sin substancia". Por ejemplo, se dice hace mucho que la relación del alcohólico con su bebida es un "matrimonio ideal", porque con el paso del tiempo se vuelven más fieles a la misma bebida. Por el contrario, cuando el hábito se relaciona con un estímulo sensorial, lo que traen los años es la necesidad de variaciones.
Con esto ni empecé a hablar de lo que le pasa a las personas que tienen problemas con drogas, problemas con otros consumos, problemas por conductas demasiado repetitivas (siempre partiendo de que esas cosas sean problemas para ellos, porque muchas veces son problemas para los demás y en ese caso los psicólogos no tenemos mucho que hacer ahí).
"porque muchas veces son problemas para los demás y en ese caso los psicólogos no tenemos mucho que hacer ahí"
ResponderEliminarAlgo que me gustaría leer su punto de vista es una observación mía de que hay gente que va a terapia y se vuelve insoportable. Como que tienen a alguien que paga y les da la razón en todo y salen con el ego por las nubes. Perdí un par de amistades así. Capaz que destaparon su verdadero yo, qué se yo. Pero su punto que si son problemas con los demás no es algo que ocupe a la gente de su profesión me dio curiosidad. Muy bueno el blog.
Así como Freud opinaba que las personas con una fijación narcisista no podían psicoanalizarse, Lacan se oponía a psicoanalizar a los canallas. Sobre la posibilidad de que un terapeuta se dedique a darle la razón en todo al paciente dije algo en el post "Me dijo el psicólogo" https://nodespatadasaloslocos.blogspot.com/2021/01/me-dijo-el-psicologo.html
EliminarDesviaciones al margen, la psicoterapia también es un consumo social, como ir al gimnasio, hacer pilates o tener un auto caro: quién sabe hasta dónde eso puede inflar el ego de una persona.
El punto que le da curiosidad se resume en que una persona puede tener síntomas que le molestan, "egodistónicos", o que no, aunque pueden ser molestos para los demás, "egosintónicos". Cuando pasa lo segundo, no hay otra motivación que la presión del entorno para hacer una terapia. Nosotros ahí no podemos hacer mucho.