La retórica

Hoy que una paciente me contaba lo mal que le sale todo, y se quejaba de que para todo hay que pelearse (cada uno tiene su estilo de afrontar la vida, vieron), me acordé de una ex vicepresidenta que en campaña dijo una vez "el modelo es India". Ellos proponían, intentaron, un modelo de desarrollo neoliberal que consiste en crear islas de crecimiento económico en un contexto de exclusión, pobreza y falta de regulaciones. Oasis en medio de la jungla, regidos por la ley del más fuerte.
La India es un continente, que si no superó en población a China lo va a hacer muy pronto. Realmente no sé si tienen muchas opciones más. El modelo chino en cambio parece fundarse necesariamente sobre un control total. Antes de criticar modelos ajenos siempre trato de pensar si no es la mejor forma que tienen de acuerdo a sus condiciones y su historia.
Me acordé de una compañera de coro que vino de EEUU a la Argentina a estudiar por un año, y como todo extranjero nos marcaba las cosas obvias: somos un caos de imprevisibilidad, donde tenés que negociar, improvisar y andar a los codazos por cosas básicas.
Me acordé de la escena donde Harún y Rasid Kalifa tienen que sacar un boleto de autobús en el país de Alifbai, en un cuento de Salman Rushdie.
Y me dí cuenta de que en nuestro país el modelo es India hace mucho tiempo.
Estaría bueno y sería necesario cambiar eso, aunque cueste sangre, porque es un modelo que se hace irreversible y termina costando muchas vidas.
Pero yo no les puedo decir a las personas que vienen a que las cuide que se hagan revolucionarios, así que sólo puedo ayudarlos a encontrar formar de vivir mejor sin hacer o hacerse mucho daño.
En lugar de pelear a los codazos, hay que usar las palabras. Las palabras no resuelven todo, pero sí que hacen muchas cosas (esto es lo que dice Rushdie en ese cuento). El tema es saber usarlas.
No es que haya palabras mágicas, eso es una ilusión que deriva de no poder renunciar a la idea de un poder superior que se preocupa por nosotros y a quien se podría convocar sabiendo la expresión correcta.
El discurso es un invento viejo y muy perfeccionado, hace mucho los que estudiaron el arte de la persuasión dividieron la exposición retórica en tres partes principales: la inventio, la dispositio y la elocutio. Algo así como el trío de introducción, nudo y desenlace que nos hacían repetir en la escuela.
En principio creo que es un diseño como cualquier otro, lo importante es que convencer es una forma de ataque al otro, y para atacar hay que tener una estrategia, buena o mala, es preferible a no tener nada.
La versión aristotélica es todo terreno, se puede adaptar a lenguajes audiovisuales, a contextos informales, a lo que sea. Y tiene la ventaja de que al ser un paradigma universalizado, se lee solo. Se traga solo.
El primer movimiento, acomoda al oyente, le dice "ahora vas a escuchar esto, vas a saber lo que quiero".
El segundo movimiento es una andanada de razones que le dicen "tengo razón y tenés que hacer lo que digo".
El último paso es el golpe de gracia, al oyente ablandado, que sólo quiere que uno termine, le damos lo que quiere, que es saber qué tiene que hacer para librarse de uno: "vaya y obedezca, m'hijo".
Es asombroso que muchas personas no tienen noticia de esto. Algo que debería estar en la formación básica. No es un arma infalible, pero en un contexto donde hay que convencer a la gente de que haga cosas básicas como levantar la caca del perro de la vereda, es impresindible tener una alternativa a los garrotazos.

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