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Mostrando entradas de marzo, 2021

Sigamos manipulando

En la salud mental tenemos dos cucos mayores. No son los pacientes que quieren tener sexo con su terapeuta, ni enamorarse de los pacientes, por si alguien tiene esa duda. Los dos monstruos de la psicoterapia y la psiquiatría son el beneficio secundario de la enfermedad y la reacción terapéutica negativa. Con la reacción terapéutica negativa, la teoría habla de la pulsión de muerte y la necesidad de castigo. Lo primero como un impulso imperioso e inanalizable hacia la autoanulación, y lo segundo como una demanda de padecimiento también imperiosa. Se ve que son dos fenómenos ligeramente distintos: en la necesidad de castigo, hay una cuota de masoquismo que de alguna manera canaliza aquel impulso destructivo hacia una meta compatible con alguna continuidad de la vida. No es lugar ni momento para tratar el masoquismo, eh. Pero puede haber otros factores. Un psiquiatra con mucha experiencia me decía "cuando están mejor, se dan cuenta de que su vida es una mierda y recaen". Con est

Una forma de manipular

Hoy hablaba con un paciente de la gente manipuladora, y de cómo ven las cosas de manera siempre conveniente para sí mismos. Uno tiende a pensar que es una desviación del pensamiento, pero lo que es una desviación del pensamiento es la objetividad: pensar antes en lo que es, aunque nos perjudique. Podrán chillar y rebuznar que la falta de objetividad no es adaptativa. Para quién, habría que preguntarse. La causa de esta ideología naturalizante es que quienes estudian la adaptación son personas que tienden a pensar con objetividad, es decir: anormales.  Piensen un poco en la cantidad de inhibiciones y regulaciones y entrenamiento y procesamiento extra que requiere pensar con objetividad, y van a tener que reconocer que es uno de esos esfuerzos excepcionales que la especie puede permitirse una vez cada tanto. Frente al objetivo, el pragmático juega siempre con ventaja. Pero no se equivoca mortalmente? No, porque es pragmático, no estúpido: sabe lo que le conviene y se queda con la experie

Cinco por uno

 Nosotros decimos psicología, psiquiatría, psicoanálisis, psicoterapia, salud mental. No podemos más de cartesianos, o mejor dicho platónicos... Nos repugna el conductismo, hasta nos hace ruido la psicología de la conducta de José Bleger, por materialista. Pero el problema de la conducta sigue ahí, porque aunque pretendamos ocuparnos de la mente, cada tanto nos tocan pacientes que no esperan a hablarlo en terapia, y eso con suerte.  Cuando alguien se hace tajos en el brazo, lo mandan al psicólogo y al psiquiatra. Cuando alguien deja de dormir, lo mandan al psiquiatra. Cuando un tipo trata de entrar por la fuerza a la casa de su ex, lo mandan al psicólogo. Cuando vuelven borrachos a su casa. Cuando putean mucho. Cuando hablan mucho. Cuando no hablan. Cuando se escapan. Cuando no quieren salir. No la queremos pero la conducta es nuestro problema. Si renunciáramos a ocuparnos de la conducta, estaríamos a un paso de reconocer que la psicología no sirve para nada. Que la mente no sirve par

Una curiosidad diagnóstica

Este es un tema que debería investigar en profundidad, a nivel revisar publicaciones, desarrollos teóricos y evidencias clínicas, para luego quizás conducir mis propios experimentos (que en realidad son encuestas, pero se entiende). El trastorno de ansiedad generalizada. Una cosa es discutir la teoría, donde se podría poner en cuestión si no se está gestando de esos diagnósticos-bolsa donde van a parar los casos complicados que nadie entiende. Hoy por hoy, ese fenómeno viene más pegado a que se encuentre algún fármaco eficaz con un trastorno hasta entonces poco dócil, y para la ansiedad generalizada no se ve que haya una pastilla mágica. Otra cosa es hacer un buen rejunte de historiales, casos seleccionados como ejemplares, para ejemplificar una hipótesis interesante. También se puede tirar la carta de la histeria de angustia, en realidad una histeria como cualquier otra, haciendo síntoma por identificación al deseo del otro. Desde que el ataque de pánico es un síntoma decente, y ya no

Está todo bien, o está todo mal

Los psicólogos robamos mucho gracias a la falta de amor. La falta de amor es un problema porque hemos convertido al amor en garantía de sexo, cuidados y estabilidad financiera. Pero aunque reneguemos del amor, esas cosas son importantes y siguen faltando. Además, la ventaja del amor es que se puede usar para validar la demanda de todo eso, mientras que no se acepta que esas necesidades se puedan intercambiar. Se hace, y mucho, pero en voz baja: se cambia sexo por cuidados, cuidados por dinero, sexo por dinero. Es una picardía que las necesidades más básicas no tengan el reconocimiento debido porque no queremos aceptar que las personas podamos tener al respecto contratos libres, voluntarios, hechos a medida entre las partes interesadas (jijijii dije "partes"). Que el dinero pueda determinar en realidad qué clase de intercambios se legitiman, sin figurar él mismo en las cláusulas explícitas, no sorprende a nadie, y explica por qué son sobre todo las mujeres las que pasan más di

Top Secret

Todos estamos de acuerdo en que lo que se habla en terapia es confidencial. Es algo obvio porque uno cuenta sus intimidades. Algunas personas incluso se quejan si el psicólogo anota. O preguntan "¿qué es lo que anota ahí?". No los podemos culpar: después de todo, ellos no saben nada de sus psicólogos y les están contando cosas que si llegaran a circular podrían ponerlos en aprietos. O no, pero son sus osas privadas. La confidencialidad, que está protegida por las leyes, es una cuestión ética para la medicina en general, pero para nosotros es directamente una condición de la técnica. Es como la energía eléctrica para un taller, o como el agua para una granja. Todo es muy sencillo en la práctica privada: uno atiende en su consultorio, toma sus apuntes, archiva sus historias clínicas y ahí quedó la cosa. Incluso cuando se atiende a través de una cobertura se puede contar con que los datos de los pacientes se mantienen confidenciales a través de los registros de historias clínica

La doble moral

Es un tema repetitivo, pero siento la necesidad de recordarlo. Es algo que vuelve en las consultas una y otra vez. Los pacientes consultan y hablan sobre todas las cosas de su vida amorosa. Esto es porque trabajo con adolescentes y adultos, cuando trabajás con otros grupos hay otras prevalencias. Todos y todas, pacientes y pacientas, y pacientxs, traen sus problemas de pareja o falta de pareja. Los conflictos, las incertidumbres, los fracasos, los progresos y etapas de sus relaciones... Y en todos estos temas siempre hay una divisoria de aguas, una dicotomía que insiste y molesta como el zumbido del mosquito: si una relación es seria o no. Cada vez que alguien trae este tema siento el impulso de sacar al paciente a empujones al grito de BOLUDECES NO. Las presentaciones típicas: el que se pregunta si está listo para una relación seria, la que se pregunta si él quiere una relación seria. El que cree que conocer a los padres convierte a la relación en seria, la que no quiere que se incluy

Reinsensibilización

 La teoría actual sobre las fobias es un retorno a la neuropatía del sXIX. No hay más que ver que deriva en la misma clasificación conjunta de Trastornos Obsesivos y Fobias. Si uno profundiza en las teorías, se encuentra conque tanto en 1890 como hoy en día el modelo de la fobia es partir del ataque de pánico como dato primario, un suceso inmotivado que irrumpe en cualquier momento, que secundariamente se conecta con datos circunstanciales, con detalles del entorno al momento del ataque, y luego esos detalles se convierten en disparadores de angustia, comenzando la evolución hacia la fobia específica, donde la ansiedad se dispara por la percepción de un objeto en particular, alrededor del cual se construyen estrategias evitativas cada vez más amplias. Nota marginal: mucha gente me ha preguntado por la diferencia entre ansiedad, angustia, pánico, como si estos afectos fueran entidades concretas, "substancias" que pueden estar o no presentes, pero no: son distintos nombres para

No soy vos sos yo

Ya dije algo en otro lado sobre la forma de vincularse de las personas con trastorno borderline. Su relación con los demás se ve afectada por una grave falla en la estructura de su yo: la identidad determina cómo vemos a los demás, porque para relacionarnos con ellos proyectamos elementos de nuestra propia identidad (y viceversa, nuestra identidad se conforma y evoluciona incorporando rasgos de los seres con quienes establecemos vínculos significativos). Esa falla es una división en la "imagen": se segrega un conjunto de rasgos negativos, que no se reconocen como propios, y se forma una especie de "otro yo" rechazado, que luego es depositario de todo rasgo rechazado. Esto hace que aparentemente se tenga una imagen armoniosa de sí mismo (y del otro) que de repente puede convertirse en todo lo contrario (como el otro). La forma de vincularse a otros es la consecuencia de esa disociación interna: al principio se clasifica a alguien como representante de esa imagen int

Manos a las sobras

Ocuparse en lugar de preocuparse, es algo que se dice tanto que ya es frase vacía. Es abuso de las fórmulas verbales tiene un efecto opuesto al de las algebraicas: en lugar de volverse más precisas y eficaces, se opacan y terminan como esos stickers viejos y descoloridos en los kioskos de barrio. En los tiempos de pandemia, sin embargo, tengo que recurrir a este principio casi constantemente, para mí mismo también. Hay una parte del talento de un terapeuta que es decir estas cosas sin que se gasten. Para eso algunos optan por el silencio, porque hablando poco hacen que cada frase parezca trascendental. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que es un efecto de ilusión, por eso llama la atención que sea tan practicado por los psicoanalistas: para el inconsciente da lo mismo que digas tres palabras o mil, si ninguna se conecta con un recuerdo clave no pasa nada. Bueno si uno habla sin parar es otra cosa. Pero no es necesario ser absurdos. Para algunas intervenciones hay que decir algo.

Tu buen amigo

El psicólogo no es tu amigo. Es obvio: no te vas a tomar una cerveza con el terapeuta. No te presenta una amiga, no te consigue trabajo. El psicólogo tampoco te presta plata, no te deja dormir en su casa. El psicólogo no se va de vacaciones con vos. No se trata de neutralidad, sino de abstinencia. Los amigos queremos algo de nuestros amigos. Los psicólogos sólo podemos querer dinero de nuestros pacientes. Los regalos se consideran correctos, pero no son indispensables. Ni mueven la aguja: los pacientes nos caen bien aunque no regalen ni un cospel, o nos caen mal aunque vengan con una botella de tequila. Volviendo a la no amistad, no neutralidad quiere decir que uno siempre va a estar obligado a mejorar la calidad de vida del paciente, en cuando a su salud mental. Pero como salud mental se confunde con bienestar en general, y con felicidad, nunca faltan los confundidos que asumen que la terapia es para sentirse bien. O para cumplir deseos. "Vengo a terapia porque no encuentro parej

Bendito

A los psicólogos recibidos de la UBA nos encantan los juegos de palabras. Eso pasa por leer a Freud, que escribía en medio de la euforia de haber descifrado sus propias pesadillas. Allá por el mil novecientos, apenas tenía un amigo que lo bancaba con esas cosas, pero igual se lo notaba súper entusiasmado. Después vienen los lacanianos, que son una secatura, pero también contagian esa esperanza de encontrar un orden en todo eso que se ve tan complicado. Y sí, la última fe que tenemos que aprender a perder es la fe en las palabras. Se hace difícil con prácticamente todas las personas más inteligentes de la humanidad, desde Galileo hasta Hawkings pasando por Platón y Bobby Fischer, han demostrado una confianza absoluta en el poder de los símbolos para representar el orden de lo real. El mejor antídoto contra las ilusiones es el ilusionismo. Y si se trata de aprender a descreer del poder de la palabra, mi consejo es recurrir a quienes más lo usufructúan: los poetas. Como Shakespeare, que t

Punik Attack

Allá lejos y hace tiempo, los médicos descubrieron entre los soldados un llamativo trastorno mental que llamaron "el pavor provocado por el gran viento de la bala de cañón", o algo por el estilo. Lo que ahora se llama estrés post traumático, se presentaba como un cuadro de ansiedad, evitación, flash-backs intrusivos y sueños traumáticos en soldados que habían salido ilesos de los ataques de la artillería. Eran los que se habían salvado por un pelo. Esto era lo que les llamaba la atención, no se suponía que reaccionaran así. Y no era menos llamativo que este fenómeno fuera casi inexistente entre los heridos. Desde que los hombres se matan de forma organizada, existía una separación entre soldados bisoños y veteranos, según hubieran participado en batallas. De los soldados bisoños, por mejor entrenados que estén, nunca se espera que respondan con la misma disciplina maquinal que los veteranos. Siempre se trata de que participen en posiciones protegidas, o al menos no cruciales.

Siempre paciente, nunca impaciente.

Suelo decirle a algunos pacientes que es preferible hacerse el enojado que enojarse de veras. Y los psicólogos? Deberíamos "enojarnos"? Ya se sabe que todo lo que hacemos se puede evaluar solamente por sus efectos. Nada está mal a priori, sino que depende del efecto que cause en el tratamiento.  Es una pena que haya que recordar que esto no incluye el maltrato ¿pero no era que nada está mal a priori? ¿y si x paciente sólo responde a intervenciones autoritarias? En ese caso el paciente necesita un tratamiento de internación, donde está sujeto aque se use la fuerza. Pero tampoco tiene que ser todo dulzura y mimos. Entiendo por ejemplo que actualmente hay un marco legal que prohíbe cosas como decirle al paciente que es un idiota. Con lo que la caja de herramientas se restringe. Entendemos que se pierde mucho menos por las dos o tres ocasiones en que eso pudiera resultar una intervención acertada, que por permitir que cualquier psicópata diplomado vaya por la vida degradando a la

Este es tu cerebro con porno

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Hoy me crucé con una publicación de esas que alertan sobre "El flagelo de x". Esta vez matando dos pájaros de un tiro: afirman que el cerebro de una persona que mira porno es como el de una persona drogada con heroína ¿Exagerado? La ciencia lo dice, papu. Con tres fotos presuntamente de un "brain scan" (¿TAC? ¿RMN?¡ Qué importa!) un tuitero aportaba hoy un granito de arena a la estigmatización de la pornografía, a los prejuicios sobre la masturbación, a la degradación de la sexualidad en general, y de paso cañazo a la confusión acerca de las toxicomanías. Acá está la publicación: El imaginario social del "flagelo" se lleva muy bien con el reduccionismo biológico, con el cientismo. Parece contradictorio ¿no? por un lado moralizar un problema de salud mental, y por el otro llevarlo a un determinismo cerrado al que no le interesan las persona porque todo se explica por la neuroquímica. En realidad, no hay contradicción: se trata de la misma lógica moral que e

Anotá, anotá!

Inventamos la escritura para perpetuar la memoria? No lo creo: los celtas sabían escribir pero la historia y las leyes las recitaban hasta aprenderlas de memoria. Las runas las usaban para firmar sus productos: espadas, megalitos, barcos. La escritura era la meada de perro del hombre. Los egipcios, que para el pensamiento conspiranoico inventaron todo, usaban la escritura para hablarle a los muertos. Y para cobrar los impuestos.  Platón, otro que bien baila, comparaba la escritura a la falopa. Como todo viejo que no domina las costumbre nuevas, echaba pestes contra el uso del texto escrito en el campo del saber. Por suerte a los viejos chotos nadie les da bola. Hoy en día sigue siendo una cuestión sin resolver. La escritura ¿ayuda a la memoria o la perjudica? Hay estudios que muestran que, estadísticamente, las personas que toman apuntes con lápiz y papel recuerdan más que las que usan un teclado. La explicación que dan es que con los apuntes manuscritos siempre se resume, lo que impli

Superliminar

Reticencia, renuencia, resistencia. Las formas que tienen nuestros pacientes de responder a nuestros pedidos, esas formas molestas de no hacer lo que queremos. Manifestaciones elevadas a la categoría de signos relevantes de la psicosis, que expresarían esa cuota paranoide que se supone en todas las formas de ese grupo de pacientes que ellos solos son la psiquiatría. -¿Y la histeria? La histeria es una forma que tiene la femineidad de responder a la lógica fálica. Según mi propia idea peregrina de que todo los que llamamos síntomas son modos de hacer cosas que para algo sirven, uno tendría que poder encontrar formas normales de cada manifestación patológica. Es un poco como cuando se compara una perversión con una forma de sexualidad diversa. Lo que hace que llamemos perversa a una conducta sexual no es que sea rara, rebuscada ni malvada, sino que hablamos de perversión cuando alguien sólo puede disfrutar cuando se cumple esa condición. Tal vez ni siquiera sean las perversiones universa

Los límites de la objetividad

En las conversaciones entre colegas, los pacientes son tratados como objetos. Esto no quiere decir necesariamente que los veamos como si fueran cosas, aunque es algo que nos impone cierta vigilancia para que no se deslice hacia la deshumanización de la práctica. Pero el hecho es que el lenguaje objetiviza, la estructura de sujeto y predicado que nos enseñan es una gran mentira. Cuando se habla en tercera persona, el sujeto es un objeto entre otros: "Como dijo Benveniste, la tercera persona no existe" Así es que arbitrariamente, siguiendo las necesidades del diálogo, podemos agrupar casos, síntomas, coberturas, colegas o instituciones. Simplificamos, generalizamos como todo el mundo. Porque las personas sanas no ejercen de científicos cada hora de su vida. Y porque entenderse con los compañeros de trabajo es una necesidad de tiempo real, mirá si hubiera que hacer un historial por cada pase de guardia, puesta al día o cada vez que se necesita recordar un listado de derivaciones

Entrevista laboral

Cuando un paciente tiene que hacer un psicotécnico para el trabajo siempre le explico algunas cosas. Cuando se trata de trabajo en relación de dependencia y del espantoso sistema de selección de personal  que llegó con el menemismo y no se fué nunca mas, me chupa un huevo la neutralidad. Yo estoy a favor de mi paciente, que consiga el mejor trabajo posible. Hay algunas cosas básicas: por ejemplo no girar la hoja que te da el evaluador, porque eso se interpreta como oposicionismo. No dibujar figura palito porque da pobreza conceptual, inmadurez o a lo sumo reticencia a colaborar. Dibujar la persona orientada o avanzando hacia la derecha se interpreta como alguien enfocado en el futuro. Dibujen la gente con ropa, la casa con techo, puerta y ventanas. No pongan gente asomándose a las ventanas o van a pensar que pueden tener alucinaciones. El humo de la chimenea es conflicto, eso es de párvulos. La ropa de la gente en concordancia con el estereotipo: están consiguiendo trabajo, no haciendo

Terapias basadas en la evidencia

Por qué el psicoanálisis no sirve para nada? Por qué las terapias breves dan resultado y los analistas te tienen 20 años sin darte el alta? Por qué no pensaremos un poco antes de comparar peras con manzanas? Es un tema que me incumbe? Tal vez, porque me ocupo de organizar un servicio de asistencia en red que quiere ser plural, diverso, y al mismo tiempo capaz de proporcionar alivio. Desde mi lugar, la evidencia se materializa en indicadores que hablan del nivel de satisfacción del paciente, pero también de la eficiencia de la red como recurso.  Un principio fundamental de cualquier proyecto es que pueda sobrevivir. Un servicio que cierra después de tres años de atención VIP no es un proyecto heroico: es una porquería, un desastre que deja personas en la vía. Así que la eficiencia me importa porque necesito que mi proyecto se sostenga. Si uno plantea la pregunta ¿sirve el psicoanálisis en un servicio de salud mental financiado de manera solidaria por la población asistida? La respuesta