La memoria larga y la memoria corta
Mi queja recurrente de los últimos días... meses. Le entrego información a mis colegas y me llaman para preguntar. Les hago manuales, me llaman para preguntar. Les envío los archivos que necesitan, me llaman para pedirlos.
Les pongo cartelitos, los pasan de largo.
Les explico por whatsapp, lo pierden.
Me llaman de nuevo.
La administrativa les pide un papel -que se indicaba en el manual, en el whatsapp, el mail, me llaman para protestar.
No es todo el mundo, claro, la mayoría de a poco se las arregla para retener y encontrar lo que necesita.
Tampoco se me escapa que la burocracia infesta las prácticas financiadas por el sistema de seguro médico, pero no es excusa: casi todos son egresados de la UBA, una institución que se caracteriza por no hacerte las cosas fáciles en materia de trámites.
Y a favor de la teoría de las inteligencias múltiples: muchos que me piden ayuda de manera sistemática son profesionales de lo más competentes, de esos que querés tener siempre en tu equipo.
La curiosidad es cómo llegan a entrar estas cosas en la cabeza.
Voy al grano trayendo una de las geniales observaciones de Lucio V. Mansilla en su "Excursión a los indios ranqueles". Describiendo el sistema de usura de los indios, que llamaban "dar y pedir con vuelta", Mansilla afirma que los ranqueles se pasan todo el día hablando, "chusmeando" precisamente , y pone éfasis en que gran parte de esa conversación consistía en hacer el detalle de lo que tienen prestado o tomado con vuelta.
Esta costumbre deja ver lo importante que es la información que circula, que es reproducida por cada uno. A diferencia de lo escrito, que se estabiliza, la conversación relaciona unas cosas con otras. Pero sobre todo es como una memoria social de trabajo. Lo que ahora se ve en las redes sociales, lo que los periodistas llaman la "agenda". Lo que en computación es la memoria RAM.
Esta memoria tiene que ser fácil de borrar por necesidad: de otra manera no se podría prestar atención al presente, nos quedaríamos alienados a recuerdos, como les pasa a los melancólicos. Como individuos y como sociedad.
En la circulación de la charla también está ese apego que tenemos a las cosas dichas, porque todo lo dicho viene con el premio de saborear la voz ajena. Algo que no llega a igualar la escritura ni el diseño gráfico.
Teniendo en cuenta esto, ahora mi preocupación es darle a nuestras comunicaciones institucionales la forma de un experimento social.
De alguna forma tengo que poner a mis colegas a chusmear acerca de los cambios en la metodología, a machetearse recursos técnicos y organizativos, y a rebuscarse la documentación pasándosela entre ellos.
Ya una vez hicimos algo parecido en un coro: llegaban muchos participantes a probar y se iban, venían una vez, se sentían bárbaro, se llevaban alguna que otra partitura para estudiar, y no los veíamos más.
Un día pensando en los Winnicot y la relación entre los objetos transicionales y la personalidad antisocial, propuse que dejemos de darle las partituras a los nuevos, que sólo les prestemos durante el ensayo pero que no se llevaran algo.
Efectivamente, la gente que se quedaba y seguía con los ensayos aumentó.
Como todo experimento social, el chiste está en que tiene que haber una parte visible y una secreta, así que no puedo dar más detalles.
Por ahora, jejeje
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