Hablar al pedo

Siguen apareciendo situaciones que tienen mucho que ver con los límites, las reglas y el hecho de que las personas somos muy de querer algo de los demás. Por supuesto, la cosa se complica porque lo que no somos capaces es de resignar algo que nos interesa.
Y no es, como querían los filósofos de la sociedad moderna, que entre humanos nos peleamos por las cosas que necesitamos, sino que las cosas de que intentamos apoderarnos son siempre otros humanos.
Con las cosas casi nunca hay problemas: se sueltan como la cola de la lagartija y se terminó el asunto.
¿Acaso no se ve claro donde sea que alguien se aferra a una cosa es porque de alguna manera la siente como una parte de sí mismo?
Que las cosas sea parte de uno lo explica muy seriamente Winnicot, pero se prueba fácil haciendo que alguien presencie cómo le rayan el auto. Las cosas propias duelen como cualquier órgano. 
Todos queremos algo de los demás, todos queremos a los demás como cosas. Que se proponga como ideal de vínculo la negación de esto tiene un sentido histórico razonable, pero no va a desembocar en otra cosa que en una moral más entre tantas. Y la moral a lo sumo lleva a disimular.
La diferencia está justamente en que algunos pueden disimular y otros no. Algunos eligen disimular y otros eligen hacer de cuenta que no entendieron.
¿Qué hacer cuando alguien cercano se hace el boludo? Cuando padres, madres, hermanos se toman la atribución de interpretar cuando estás disponible según necesitan. 
El problema de todos y cada uno de los que pasan por esto es creer que al desubicado le falta comprensión: por supuesto, porque nadie avisa cuando va a romper los contratos de convivencia.
Yo siempre les aconsejo: la gente no renuncia a lo que se acostumbra, no podés esperar que alguien colabore voluntariamente en un cambio que lo va a dejar perdiendo. 
Hay que anticipar el pataleo.
Pero también les digo que aunque no sirva para cambiar nada, no es lo mismo decir las cosas, que no decirlas.
Callarse por resignación sólo sirve para que lo interpreten como "el que calla otorga" ¿Cuantas veces escuchamos contar una discusión supuestamente ganada porque al fina el otro "entendió"? ("entender" es una de mis maneras preferidas de salirme de una discusión que no me importa). Claro que si el otro está decidido a torcer las cosas no va a haber argumento que no dé vuelta, olvide, refute o manipule.
Pero el efecto que busco al aconsejar no pasa por el otro, el otro no es mi paciente. Lo que quiero es que ellos salgan de la confusión, decir las cosas claras pone en evidencia el problema para el que habla. Y eso ya es muchísimo.


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