Especialidades colonizadoras

¿Alguien puede decir la diferencia correcta entre la neurología y la psiquiatría sin remitirse a las aplicaciones prácticas del momento?
Pues no.
¿Y tomando en cuenta las patologías de que se ocupan? Antes sí, pero ya no.
Hace cien años, los neurólogos se ocupaban del sistema nervioso como de una red de elementos conectados.
Los psiquiatras se ocupaban de la conducta y el discurso.
En cuanto a terapias... Encierro, frío, calor, baños...
Pero entonces llegó el doktorrr... manejando un cuatrimotorrr...
Lo que llegó fué la química y los psicofármacos.
Dejando los mecanismos de acción al margen, que no es lo mío, se puede decir que todas las drogas actúan en el nivel de las sinapsis, en la comunicación de una neurona a otra.
En esto la neurología y la psiquiatría están igualadas. Por eso empezaron a repartirse el sistema nervioso de a poquito, como las potencias europeas se repartieron África.
La neurología arrancó por la periferia y las funciones neurovegetativas, mientras la psiquiatría se metía de lleno con la sedación.
Los neurólogos se atosigaron de tratar la epilepsia y el párkinson.
Intentaron arrebatarle las migrañas a los holísticos y gurúes, pensaron que era pan comido y se empantanaron con ese síntoma multicausado que resultó un fracaso.
La psiquiatría encontró que los antiepilépticos resultaban buenos estabilizadores del humor y se los llevó a combatir el trastorno bipolar (la antigua psicosis maníaco-depresiva, rebautizada gracias a la nueva terapáutica).
Hay que ser honestos: la psiquiatría empezó. Y lo bien que hizo: si se demoraban, los neurólogos no iban a tardar en quedarse ellos con los trastornos del humor, acaso dándoles nombres a su estilo, como "Trastorno de Proust-Cardin" o "Síndrome de Paoletti". Pero ellos empezaron.
Acto seguido, buscando desquite, los neurólogos vieron a la demencia descuidada (quién se iba a interesar en unos viejos que de todas formas se morían en poco tiempo) y se lanzaron con todo.
¿Qué no tiene cura?¡Pero tiene evolución! Y donde hay evolución se pueden hacer muchas mediciones.
La gerontología apenas levantó la mano para protestar, que ya los neurólogos llamaron en su auxilio a los psicólogos.
Los psicólogos, hartos de la bicicleta del psicoanálisis y acostumbrados al pisoteo psiquiátrico, se arrojaron sobre las evaluaciones neurocognitivas como chancho al maiz frito.
De aplicar la metodología de la rehabilitación de ancianos a los trastornos del desarrollo no había un paso muy grande, además la psiquiatría nadaba en la abundancia con los IRS y los antipsicóticos benzodiacepínicos.
Ahora los neurólogos se están metiendo cada vez más a explicar la conducta desde su propio registro.
¿Se habrán dormido en los laureles los psiquiatras?
Dice Maquiavelo que cuando dos naciones grandes entran en guerra, los paises chicos hacen mal negocio siendo neutrales: cualquiera que gane los borra de un plumazo como si hubieran sido aliados del enemigo. 
Tomaremos el lado del más fuerte?
Jugaremos al caballo que alcanza?
Qué posición asegura el mejor trato para nuestros pacientes?
No lo voy a ocultar: tengo un fuerte prejuicio contra los neurólogos, su terreno son funciones primarias, necesarias pero básicas. Y temo que para asimilar el campo de fenómenos complejos de la conducta humana al nivel de la sinapsis, hagan lo que se hace en esos casos: en lugar de comprender, que no se puede, se imagina. Se van a imaginar que entienden la psiquis y van a adjudicarle todas sus fantasías. En suma, van a moralizar a lo bestia.
De eso ya tenemos demasiado.

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