El sutil arte de hacerse el boludo

Una ayudita para cuando se crucen con una de esas personas que quieren llamar la atención. Esas que llamamos histéricas, sean hombre o mujeres.
De la histeria en el varón sólo voy  a decir que es más complicada que en la mujer. Tal vez porque la cultura les dió a aambos un reparto desparejo, la condición viril no se lleva muy bien con hacerse objeto del deseo ajeno.
Como sea, no hay que confundirse, hay que guiarse por el saber popular: la persona se hace desear, pera por lo mismo no soporta satisfacer al deseante. No se deja gozar.
El problema es que una persona así puede resultar desde halagadora a insoportable. Eso no depende del tipo de personalidad, si no de la capacidad de tolearnacia a la frustración, de inhibición de impulsos y de sublimación que tenga.
Una persona capaz de elaborar sus impulsos encuentra sustictucione simbólicas para el deseo sexual, y busca fama, hace chistes, diseña carteles, te invita un asado, toca la guitarra. Una persona que no tiene freno simplemente se calienta con alguien y le tira con todo hasta que ese alguien avanza para cojer, entonces se ofende, se asusta, se complica, mete la pata o lo que sea: te aleja, sólo para volver a buscarte cuando mirás para otro lado. Y si hace falta te hace una escena en tu trabajo para arruinerte el día.
La histeria no es joda.
Por favor, no confundir el histeriqueo con los virajes emocionales de las personalidades borderline: ellos no están jugando a la seducción, sino que pasar del amor absoluto al odio absoluto sin vuelta atrás. Además, qué digo, son dos cuestiones totalmente diferentes. En la histeria se trata de una forma de relacionarse con el deseo sexual, el trastorno borderline se debe a un problema en el desarrollo del yo, nada que ver.
El saber popular también tiene su repertorio de recursos para que esa forma de vínculo imposible que desarrolla el sujeto histérico llegue alguna vez a buen puerto. O al menos deje de ser el cuento de la buena pipa.
La mayoría se basa en el principio de la violencia, como el consejo de machos de tocarles el culo a todas. Otras argucias juegan con la forma en que se organiza el deseo, por identificación: ahí viene la jugada de meter una tercera persona en escena, no se trata de hacer tríos, sino de que alguien más dé muestras de deseo hacia uno, para que se descompense el jueguito de tensión histérico.
Freud inventó... no inventó tanto, hizo lo que hacen los divos: jugar al misterio para que la tensión no se rompa nunca mientras la histérica (las de Sigmund lo eran) produce. La relación analínica se sostiene de la transferencia, que dicho en forma resumida es que el paciente proyecta sus ideales en el analista, así como le atribuye los rasgos clave para su deseo, sin saberlo. Una vez que lo averigua, se termina el análisis.
Por supuesto que Freud tuvo el buen tino de aclarar que su técnica no servía de nada con personas incapaces de conformarse con sustitutos simbólicos. Y es un buen momento para recordad que el inventor del psicoanálisis era un empirista y prácticamente todo lo que decía se basaba en experiencias concretas...
También existe la posibilidad de enfriar el despliegue histérico sin que pase más allá, ni por supuesto violentar a nadie. Su eficacia se basa en el mismo principio que la transferencia, pero en lugar de sostenerla, la desvía.
Cuando alguien busca tu deseo, es porque tiene una sospecha de que podés ser alguien que sabe lo que quiere, pero quiere probarse que puede hacerte dudar.
En lugar de poner esa duda en suspenso, de decirle "si, podría ser que esté dudando: usted que cree?", hay que pasar por opa. 
Si uno logra dar la impresión de ser un nabo, la persona que quiere llamar nuestra atención reacciona como si hubiera pisado un sapo.  El truco es la voz, tiene que ser una voz de tono neurológico, sin control voluntario.
La voz de alguien deshabitado de intención.
A mí, por lo menos, me ha sacado de unas cuantas situaciones incómodas y de más de una llamada de telemárketer.

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