Quousque tandem abutere

Se ha acusado a las psicoterapias de trabajar para la adaptación, entendida como la acomodación de la conducta a lo que es funcional a la vida social. Y también se sabe que esa es una de las demandas mas frecuentes que se hacen a las terapias, una de las mayores motivaciones para ir a hablar con un extraño y pagarle por ello.
Y entre las formas de adaptarse, una de las preferidas es ponerse límites. Parece que efectivamente, según nos dice la neuropsicología, la inhibición es una función imprescindible.
Que sea algo totalmente extraño a lo que la psicología conoce como una inhibición, no nos tiene que preocupar. La gente necesita límites.
Límites al consumo de substancias, límites a la procastinación, límites a los celos, límites a la ira, límites a los juegos, límites a todo tipo de cosas.
Lo primero es diferenciar, no todos los pedidos de límites son lo mismo, algunos merecer más ser escuchados que otros.
La primera cuestión es descartar una confusión común: cuando hay una esperanza de que los límites traerán felicidad, éxito, aceptación, amor. Sobre todo ahora que se promueve el buen trato y la moderación, cosa que está bien, porque es una obligación tratar bien a los demás, pero se filtra ese catecismo de que es lo más sano, y que de alguna manera, para que te vaya bien tenés que controlarte. El premio es incierto, pero el castigo para el que no se adapte es la pesadilla de nuestros tiempos: quedarse solo.
Error, está lleno de ejemplos de gente desaforada que no deja por eso de ir por la vida acompañada por amores, amigos y familia leales y dispuestos a ayudarlos a juntar los platos rotos.
¿Exito profesional, artístico, económico, político? El panteón de los ganadores está repleto de adictos.
Claro que los límites sirven, a los demás. Ojo, esos que ganan todo sin medirse lo hacen porque en el fondo dan algo que sirve, aunque sea a manera de engaño, son útiles. 
El límite es necesario de otra manera cuando alguien lastima o se lastima, y puede pedir ayuda para frenar eso.
Pero también en esto se escuchan distintas propuestas. Como esa jugadora que quería aprender a decir basta... para retirarse ganando.
Una salvedad importante: la experiencia me enseñó a reconocer, sospechar, cuando el problema se escapa de mi ámbito, por ejemplo, cuando la impulsividad es de tipo orgánico: ahí no se puede hacer mucho desde la psicoterapia, más allá de psicoeducar al paciente en las particularidades de su condición, inducirlo a practicar algunas conductas de rehabilitación, paliativas, y sobre todo, convencerlo de confiar en la medicina cuando hace falta para que lo ayude a tener más dominio de sus propias acciones.
Cuando algo no se puede limitar en la propia conducta, es porque es una acción, o un pensamiento, eficaz, es un proceso que está cumpliendo un cometido exitosamente. La única forma de que pare es que ese cometido se cumple de otra manera, o que se encuentre una compulsión más fuerte.
Otra compulsión no disminuye el impulso de hacer o no hacer x cosa, pero hace que tengas menso tiempo para eso, pone un límite real al asunto.
Al fin y al cabo, el único límite es la realidad.

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