¿Qué te hace feliz?
Aunque no se quiera influir en los pacientes, aunque uno se esfuerce en evitar imponer ideales, expectativas, o metas propias, siempre están los que secretamente van leyendo qué nos motiva, qué nos gusta más, y no sólo no se puede disimular, sino que hasta sería contrario a la ética de mantenerse honestos en cuanto al deseo ¿cómo le demandaría uno un mínimo de honestidad a los pacientes desde una impostada neutralidad?
(Nota marginal, en el pais con más psicólogos por cuadra es hora de cuestionar la obligación de atender sí o sí a cualquier paciente).
El hecho es que no nos da todo lo mismo, y varía de terapeuta a terapeuta qué cosa nos pone más contentos, qué cosa nos causa rechazo, aunque hay generalidades. A la mayoría nos molesta que nos quieran correr el encuadre, no es por manía, sino que es nuestro trabajo, y los encuadres son así porque es la forma en que podemos sostenerlo como actividad continua. También están los que piden tratos de excepción: cuando quieran caerle mal a un psicólogo traten de presionarlo para que haga excepciones, y tal vez las haga, pero olvídense de que los llegue a apreciar.
Las preferencias personales. Aclaremos que no deberían llegar al extremo de una colega que rechazó una vez una paciente porque se enteró de que tenía un amante, y le parecía una persona poco confiable para dejar entrar a su consultorio, que estaba en su casa. Hablo simplemente de que uno se siente más a gusto con algunas sesiones, y otras son muy engorrosas.
Como ejemplo de sesiones de remar en dulce de leche, a veces pasa que mi paciente se pone en modo "negado": no sabe nada, no le sale nada, todo es un gran "y cómo hago". Si le digo que se levante más temprano es "pero no tengo despertador", si le digo que si le molestó una actitud de su pareja, necesitan que les dicten las palabras exactas. Y así. Tal vez debería cobrarse extra por dar esas aclaraciones, no sé. Y nunca basta con señalar que están haciendo "resistencia", no sirve en ese punto. Hay que tener paciencia...
Y no es que sea reticente para hablar: me siento cómodo con las situaciones en que hay que "donar letra" como llaman algunos a ofrecer palabras esperando que alguna sirva. También está bueno hacer "construcciones", cuando se tienen suficientes pistas como para suponer alguna escena "faltante" que funcione como causa de sintomas.
Pero las sesiones más placenteras son esas en que puedo encontrar en las propias palabras del paciente las repuestas a las preguntas que se plantea. Esto pasa más seguido de lo que se pudiera creer, a condición de que hablen sueltos. Cuando piensan antes de hablar y seleccionan las frases, tratando de que hagan sentido de antemano, no sirve. No se puede trabajar casi nada con eso. Pero ahí también, hay que tener paciencia.
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