Por donde mira la suegra

Una queja típica en las consultas que giran alrededor de los problemas de pareja: la interferencia de las familias políticas, con los suegros en primer lugar. Como son situaciones fatigosas y de mal pronóstico, mi primer impulso es decirle a todo el mundo que que si tienen problemas con sus padres o suegros, no pueden estar en pareja, no se pongan de novios, no se casen ni tengan familia porque van a tener poca felicidad y les va a salir cara.
La situación se parece a que alguien pregunte cómo iniciar su propia compañía y sabemos que no cuenta con capital ni ideas. Tiene todo en contra, y un asesor honesto se lo tiene que decir.
Al margen, eso es una tentación personal, no está de más recordar que así como les digo a los pacientes que la terapia no es un lugar para sentirse bien, tampoco es un lugar para que el terapeuta se siente a gusto.
Con el tiempo uno llega a escuchar todo tipo de historias. Las tragedias quiero dejarlas de lado porque cuando hay gente malvada la psicoterapia no ayuda, hay que llamar a la policía, irse, o contratar sicarios. Bueno, sicarios no. La psicoterapia apunta a lograr cambios desde la eficacia de la palabra (eh, si, como la magia).
El folklore quiere que las suegras sean enemigas naturales de los esposos ¿de los esposos? o tal vez las suegras en occidente sólo son una figura que representa los aspectos negativos de la madre, proyectados en la otra madre, la madre de ella (nada más fácil que depositar los prejuicios sobre las mujeres).
Si quisiera hacer una estadística, sólo de los varones divorciados he escuchado quejas concretas o verdaderas inquinas con sus suegras. Ellos sí las ven como víboras cizañeras, que hablan mal de ellos, los acusan de un montón de cosas y le llenan la cabeza de ideas vengativas a sus ex esposas (sus hijas), como reclamarles cuotas de alimentos, o días de visita.
Opción uno: con la separación se ponen a buscar culpables y como todavía quieren querer un poco a la ex por si acaso las cosas se arreglan, desvían el odio hacia la suegra.
Opción dos: realmente tenían una suegra maldita, lo que llevó a la separación.
Opción tres: en el fondo odian a las mujeres, lo que llevó a la separación, pero desplazan el odio hacia la madre para no tener que renunciar a todas las mujeres y hacerse homosexuales.
En las mujeres sí que encontré muchas rencillas con las madres de sus esposos. Y con las mujeres de sus hijos. Una mamá no sólo culpaba a su nuera de que su hijo viviera en el exterior (se fué debido a que el gobierno le secuestró los ahorros en dólares y se los convirtió a pesos devaluados allá por el 2002), sino que estaba segura de que le había causado un cáncer de cerebro. La única forma de que se convenciera de no tomar cartas en el asunto era recordarle que sumar más influencias en la vida de su hijo podía hacerle daño a su organismo ya toqueteado.
Si el prejuicio masculino toma la forma de una enemiga vieja y enemiga del goce, el conflicto entre las mujeres aparece más bien como una batalla territorial. A quién le hace caso el marido, quién toma decisiones sobre la vida de la familia, qué auto se compra.
Una paciente me contaba indignada que la mamá del novio iba y miraba sus alacenas para encontrar motivos de crítica. Dejando aparte la presuposición de las intenciones antagónicas, y el misterioso poder de la mirada para mancillar las cosas, esa vez le dí más importancia a la cuestión del territorio: señalé que al considerar la cocina como un lugar que le pertenecía a ella, se estaba condenando al rol imaginario de ama de casa, estaba reforzando el prejuicio de que la cocina es cosa de mujeres ¿Cómo iba después a demandar que el novio participe?
Una relación armoniosa con la familia política tampoco garantiza una vida feliz en pareja, a veces esta se termina y parece más intenso el duelo por el ambiente familiar perdido, que por la persona en sí.
Ni qué hablar de que demasiado afecto por la parentela de la pareja puede ser hasta contraproducente, como puede ser si alguien se acerca tanto a la hermana de su mujer y ella se aprovecha de eso para llenar sus carencias emocionales, ya saben a qué me refiero...

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