A curar a los caminos

Siempre estamos a favor de darle la palabra a los pacientes. De no taparlos con nuestra mirada y nuestra experiencia acumulada a base del trabajo con otras personas. Pero eso tambien significa que hay que darle palabra a lo que de verdad les pasa ¿Qué se creían, que la gente dice lo que tiene así como así?¿Que les van a revelar todos sus secretos sólo porque vienen a curar? Como los buenos periodistas, hay que ir más allá de lo obvio: lo obvio es el lugar común que te saca del medio y te pone la venda en los ojos.
En el consultorio, estas cosas solamente causan pérdidas de tiempo y plata. Eso ya está bastante mal, pero puede ser muy peligroso cuando se atienden pacientes capaces de hacer macanas.
Y como nunca nada puede ser fácil para nosotros, los pacientes más graves son los que suelen depender más de sus familiares, que son los que de entrada hablan por ellos. A veces porque están hartos del loco de la familia, pero muchas veces porque el loco es un ser querido y están sanamente preocupados.
Pero si el paciente hace un relato selectivo, imagínense los familiares.
Parte de la intervención familiar consiste en capacitar a los familiares para interactuar de manera eficaz con los servicios de salud, los profesionales y organizaciones. Que haga falta esto ya es diagnóstico de las deficiencias sistemáticas del sistema de salud.
Por ejemplo, si atendemos pacientes adultos y capaces en forma particular, estamos acostumbrados a que el espacio de terapia es como un sancta sanctórum donde no entre nadie, y cuando un familiar quiere comunicarse nos preparamos para resistir un intento de invadir la privacidad del paciente, de romper el encuadre, pisotear la autonomía del sujeto, etc. Pero cuando el paciente pasó de ser un caso normal a mostrar signos preocupantes, puede que la familia, la pareja, etc. lo noten antes, y están justificados para tomar cartas en el asunto. Cómo pueden hacer para llamar la atención? Alguna  vez le expliqué a un padre qué eran las ideas de referencia, y algún otro elemento de la jerga. Es como cuando necesitás una ambulancia: si decís que te duele la cabeza no esperes que te atiendan muy rápido,  pero si apuntás que tenés visión borrosa, y la presión alta se van a apurar.
Sin una guía para descartar cosas, se pueden pasar de largo situaciones de riesgo. Además con los síntomas solos no alcanza. El síntoma puede ser que el tipo está ansioso, con insomnio y de mal humor. El estado de un paciente así no te dice nada, parece un cuadro de ansiedad, un trastorno adaptativo, si es un viejo capaz una depresión leve, que a ciertas edades puede aparecer con ansiedad.
Ahora hay que saber qué esta pasando, no es un cuadro fijo, sino algo que viene de un estado y puede estar pasando a otra situación. Qué sorpresa: las personas son seres vivos que cambian de estado con el tiempo. El devenir puede parecer abstracto, pero antes de rendirse hay que probar con los recursos disponibles: si hay familiares, si hay otros profesionales que intervienen, si hubiera una historia clínica unificada, se puede buscar información sobre el recorrido del paciente. Por ejemplo, si en el pasado presentaba la misma sintomatología cuando imprevistamente trató de matarse delante de todos, ya uno se da cuenta de que más que un ansioso, estamos hablando de una bomba de tiempo.


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