El deseo de morir
Hoy recordaba una clase de la magistral Alicia Stolkiner. Nos explicaba esa creencia popular de que Dinamarca era el país con más suicidas, mito que la gente atribuye a la falta de luz solar. Lo que tenía Dinamarca, mucho antes de que existiera internet, era un sistema de salud pública unificado, con un registro de historias clínicas integrado y minucioso. En un país donde cada acto médico queda registrado y está disponible para las estadísticas oficiales, se contabilizan un montón de suicidios que en la mayor parte del mundo quedan ocultos como muertes accidentales, riñas, choques, intoxicaciones.
Yo creo que deben encarar el tema con otra filosofía, o directamente con ninguna. Tal vez para un criterio médico muy organicista sea paradójicamente más fácil constatar que tal o cual sujeto simplemente se quiere morir. Para nosotros, gracias a la supersticiosa herencia católica, es algo que siempre se explica por otros motivos.
"Estaba deprimido", "Había tomado de más", "QUIERE LLAMAR LA ATENCIÓN"...
No es de extrañar que viviendo entre gente que los trata así se quieran morir.
La depresión la dejaría aparte, no es lo que la gente tiene en mente cuando se dice "estoy deprimido". Normalmente eso se refiere o bien a estar triste, o desanimado. Pero la depresión como un problema del estado de ánimo se trata en la mayoría de los casos, y cuando remite las cosas andan bien. La eficacia de la medicación no debería ocultar que atrás de cada depresivo hay una historia de recibir daño sistemático de maneras sutiles o groseras, pero nunca falta en el relato. El problema es que el daño está hecho y a nivel neuroquímico, porque el cerebro se desarrolla de acuerdo en gran parte al uso que se le da, así que se necesita una ayudita química casi siempre, pero eso es apenas para poner a la gente en condiciones de hacer el trabajo que tiene que hacer, para cambiar lo que tenga que cambiar.
He tratado por puro principismo de aceptar que alguien puede simplemente no elegir la vida, aunque al fin y al cabo soy escéptico, y no me quedo con lo primero que me dicen. La mayor parte de las veces el que en un momento no quiere vivir, en realidad está enojado con su suerte, y al tiempo vuelve a quererla, como a las malas elecciones de pareja.
Nunca me crucé con el caso teóricamente posible del que perdió el deseo de vivir por motivos existenciales. Sospecho que el cuerpo tiene una reserva muy grande de impulsos que nos hacen fijarnos en las cosas de la vida.
Sí me encontré con dos grupos muy típicos de pacientes que no tienen ganas de vivir.
Lo más obvio: pacientes crónicos. No de todas las enfermedades, pero hay sufrimientos que terminan agotando mucho antes de llegar a un nivel de deterioro físico. El cáncer es un ejemplo. El párkinson es un ejemplo discutible, porque es un proceso degenerativo a nivel neurológico.
El problema de las enfermedades crónicas es para mucha gente la misma definición, saber que la cosa no se va a solucionar, hace que se adapten a no esperar mejoras, y esa adaptación casi siempre consiste en dejar de desear, ni siquiera en el sentido de refugiarse en la fantasía, sino directamente suspender las ganas y quedarse con apenas el alivio sensible. Eso se puede hacer por un tiempo, pero quienes lo practican por años, al final llegan a un punto en que no quieren más. Y se nota mucho porque de ahí en adelante caen en picada.
El otro grupo, en donde (no) me sorprendió la repetición del rasgo de falta de apego a la vida, es el de personas con "problema biográfico", es decir con una sustitución de identidad, apropiados de chicos.
No todos los bebés fueron apropiados por la dictadura, si no que fué y es una práctica antiquísima que gente con plata compre bebés para criar como propios.
Se puede creer que el tema de la sustitución de identidad es determinante, pero yo tengo mis dudas. Básicamente porque no se verifica en otros casos en que hay sustitución. Yo creo que la clave está del lado de la apropiación, desde que el hijo es tratado como propiedad, desde que es criado por alguien que sólo ve en sus semejantes cosas que se pueden intercambiar. Se entiende que en toda apropiación va a haber un tema con la identidad, pero no todas las sustituciones de identidad responden a una apropiación.
A diferencia que en las personas con enfermedades crónicas, encontré siempre en quienes fueron tomados en propiedad, que estaban como poco apegados al deseo, como si estuvieran prendidos con alfileres al mundo. Esto también a veces se manifiesta como reacciones explosivas, de riesgo, rupturas drásticas de vínculos y entorno.
Y cuando dicen que no quieren vivir, uno busca y rebusca, interroga, abre temas, etc. y no, no quieren.
Si uno les pide con amabilidad, siguen viviendo, capaz porque uno quiso ver algo que no estaba ahí.
Una vez un paciente con ideación suicida ( y plan) me pregunto: y quiénes son ustedes para obligarme a vivir?
ResponderEliminarTal cual. Y la respuesta es "Nadie, pero aún así"
Eliminar