Diga despierto lo que le pasa
La complejidad del sistema de salud hace que ocupemos una porción asombrosa de tiempo simplemente escribiendo. No está mal escribir, lo que está mal es que el motivo de escribir sea casi siempre la necesidad de justificar y hacer valer el trabajo.
En la medida en que financiación de la práctica se terceriza, ya sea en un seguro, en un sistema de socorros mutuos o en el mismo estado, crece la exigencia de certificar no sólo la realidad material del trabajo, sino también que no se presten servicios innecesarios.
Nadie quiere pagar los caprichos ajenos, es obvio. Y hay un punto en que más acciones no brindan más salud, pero no es fácil determinarlo. Al mismo tiempo que es una medida que varía para cada uno, no se puede dejar sin peligro que sea la demanda la que decida hasta qué punto se atiende.
El peligro es que los recursos se agoten y se queden todos sin salud.
El otro peligro es que no se controle, y donde no se controla, donde circula plata sin control, se juntan todos los ladrones.
El resultado es que hay quue escribir, escribir, escribir. Y hacer que te escriban, y escribir acerca de lo escrito. Cosa que fastidia a todos y nunca ocurre. Entonces hay que escribir para que te escriban (y que quede constancia que te tienen que escribir).
La burbuja de texto crece exponencialmente y en un momento se dispara y fagocita todas las actividades.
En ese punto hay que dar un paso al costado y simplificar. Hay que volver al uso de la palabra hablada, y reducir lo escrito a una mera acta testigo. En lugar de mandar mails interminables, pedir y enviar informes de informes de informes, levantar el teléfono y tener una breve y concisa charla sobre cada paciente.
Con eso se sabe lo esencial, lo que hay que saber para poder decir que tal o cual persona necesita más días de internación, o ya está para irse a su casa. Quién necesita y para qué hacerse un test, y quien tiene que tener un acompañante terapéutico en su casa.
Y la información viene mucho más fresca que en un papel que ya se copió, pego y editó por generaciones.
Porque la alternativa es esa: cuando la documentación empieza a invadir el tiempo que demanda la práctica, y como en general no se puede dejar sin atender a los pacientes, se automatiza todo. Es decir, se produce texto que no dice nada, relleno.
Hablando se consigue que uno solo escriba lo que varios generan, por eso es un acta.
El punto ideal de esto, al menos trabajando en el ámbito de salud mental, donde el trabajo es casi siempre hablar, sería que el acta se produzca en la misma intervención, y que no haga más que eso.
Por supuesto, es sólo otro ideal.
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