Por qué los celosos son cornudos.
No hay persona celosa, "toxica", que no tenga a mano la explicación biográfica: "yo soy así porque me lastimaron", "tuve un novio mujeriego", etc.
La constancia de estos testimonios hace muy fácil caer en la naturalización del sentido común que constatan.
Después de todo ¿por qué no? Es la explicación más simple y da cuenta de todos los elementos: las infidelidades hacen celosa a la gente, tanto como los traumas la harían fóbica, por eso todos los celosos tienen algún antecedente real.
El primer obstáculo a esta teoría es igualmente simple: la realidad.
Los celos nunca nacen de la realidad.
¿Y eso como lo saben?¿Cuál es la evidencia?
Ya vemos que se ponen a la defensiva: antes que nada la duda. Pero vamos a darle la derecha, porque no estamos haciendo terapia.
No es sólo que los celos siempre son desproporcionados, también resulta que como todo prejuicio, no son la consecuencia de una inducción, sino la expresión de un sentimiento de rechazo profundo.
El celoso está convencido de que el otro es una puta.
Algo que también se comprueba siempre -siempre que uno mire por sí mismo y no se conforme con lo que dicen los celosos de sí mismos- es que estas personas buscan y rebuscan los motivos para sentirse mal: están empecinados. Sólo hace falta que pase un tiempo sin que su pareja haga nada raro para que empiecen a bajar el umbral de alerta.
Ese comportamiento es totalmente opuesto al que sí se observa en los casos de traumas: la persona evita lo que le recuerde el suceso angustiante, y si se mantiene lejos de eso que le molesta durante suficiente tiempo, se tranquiliza y se olvida.
Eso desde el comportamiento. En la terapia siempre se encuentra que los sentimientos posesivos y las fantasías de abandono y traición son previas a cualquier relación de pareja, son un rasgo de personalidad.
No hace falta creer en el psicoanálisis para darse cuenta que los vínculos primarios forjan el molde de los vínculos posteriores. Y en los vínculos primarios, salvo que algo vaya muy pero muy mal, siempre resulta que el objeto amado coje con alguien más.
Acá pueden ceder a la tentación de creer que encontramos el verdadero antecedente real de los celos.
Yo me inclino a pensar que las objeciones a la teoría de la experiencias previas adultas vale también para la novela infantil.
Los celos son la proyección de una fantasía propia muy arraigada, que tiene un guión típico: él/ella me deja por otro/otra. Los dos nudos de esta fantasía son el abandono por un lado, y el otro teniendo sexo con alguien más.
Todavía hay que dar una respuesta a la pregunta de partida.
Cómo terminan los celosos con parejas que los "engañan".
Lo primero a pensar es ¿qué tanto engaño se trata?
Porque si le hacemos caso a los celos, tomarse un café con alguien constituye adulterio hecho y derecho.
En segundo lugar: la insaciable curiosidad del celoso que lo lleva a buscar donde no debiera, a meterse en cualquier espacio privado de la vida de su pareja. Es lógico que encuentre cosas que otro más sabio no hubiera encontrado ni buscado.
En tercer lugar, si hay algo que angustia al celoso más que la infidelidad, es el abandono. Por ser una persona profundamente dependiente, nunca puede dejar que su pareja se vaya. Esto resulta en que extienden el estado formal de "pareja" mucho más allá de su término: la relación ya no existe, pero hacen lo que sea para mantener la escena. Esto también termina en "infidelidades" técnicas.
¿Hemos cubierto todas las bases? No, quizás podemos explicar que haya muchos casos de infidelidades en las parejas de los celosos. Pero no la invariabilidad de esta regla.
Por suerte tenemos un as en la manga: un detalle que pasa siempre inadvertido. Como decía antes: para el celoso el otro es una puta, sean varones o mujeres. Una puta que no se puede aguantar las ganas de revolcarse a la primer oportunidad.
Obviamente que también se llenan la boca con ejemplos de seres ideales que jamás se rebajarían a hacer algo por placer. Pero casualmente nunca salen con esas personas, y si por casualidad se las cruzan, jamás las reconocen: sólo ven perdedores, mediocres o gente aburridísima.
Al final, resulta que es tanta su necesidad de comprobar que el otro es como creen, que por las dudas se buscan la horma de su zapato.
Comentarios
Publicar un comentario