La perversión

Acá sólo se van a encontrar con obviedades, así que hoy me voy a detener un poco en algo que los sociólogos... los marxistas en realidad, recalcan siempre que se habla de psicología: que nuestro lugar en las relaciones de producción determina nuestras ideas.
Yo no acuerdo con la idea de la determinación, creo que la psiquis es individual y lo será hasta que se invente la telepatía efectiva: por más que se comparta un lenguaje, un espacio, una clase y hasta la comida, nos desarrollamos en cuerpos separados. Radicalmente desconectados. Peeeeero...
También tengo la certeza de que nuestro pensamiento no es intencional, no es voluntario. Cualquiera que haya hecho el experimento de no pensar algo que está pensando lo puede comprobar.
Tal vez haya personas que tienen un teatro interno muy obediente, y se dicen a sí mismos cosas elegidas y redactadas a propósito, todo dentro de su cabeza. Los felicito, son excepcionales: pero no son normales.
Ni hablemos de elegir voluntariamente las creencias.
El hecho es que ni siquiera puede uno estar seguro de lo que cree. En cuanto te descuidás estás creyendo una cosa que contradice tus principios. Que las reglas deductivas no garantizan que partiendo de ideas sensatas no se termine uno yendo a los caños es algo que no necesita debatirse. Que las conclusiones que sacamos a menudo y sentimos que son ejemplos de solidez son más endebles que un castillo de cartas, también. Bien lo saben los poderosos de todas las épocas, que con prudencia favorecen siempre a los poetas: saben que no hay calamidad que no pueda ser bien cantada.
Así que el pensamiento no es libre, pero tampoco es consistente.
Siento al psicólogo marxista señalando "Viste, viste! Ahí es donde las relaciones de producción te determinan lo no determinado".
Hacer tareas de coordinación te pone en un lugar distinto respecto de la asistencia directa.
Hay que recordarse varias veces al día que se es parte de un dispositivo, de un equipo, y tratar de estar advertido de que se ocupa un lugar específico en el "sistema". Y por más que uno quiera, no faltan momentos en que uno se desconoce.
Digamos que uno tiene que entrevistar profesionales para incorporar a la red. Hay colegas que están ansiosos por empezar a trabajar. En mi rubro ya es un fenómeno exacerbado.
Por supuesto, hay mucha oferta, y en un mercado difícil abundan las oportunidades de abuso. Tampoco ayuda mucho que la licenciatura en psicología sea una carrera sin instancias de práctica, siendo que todas las disciplinas psicológicas requieren sí o sí de tener la oportunidad de hacer prácticas supervisadas. Esto hace que se llegue hasta a pagar cuotas por ingresar en instituciones que brindan la "oportunidad" de ejercer. Se entiende? Te cobran por trabajar.
La precarización de la psicología lleva aparejado ese fenómeno que se llama "feminización", aunque debería llamarse "precarización de género": la profesión es poblada por mujeres que aceptan un nivel de ingresos menor porque desde el vamos se considera complementario. También, y esto sólo vale para la psicología, por mujeres burguesas que quieren tener una profesión intelectual pero no necesitan realmente sustentarse de ella.
Imaginen el destino de un oficio ejercido por personas que no viven de ella. Se convierte en un hobby.
Me niego a prestar un servicio que es un hobby. 
También hay colegas que ante todo cuestionan las condiciones del pago: "es poco", "¿a sesenta días?", "¿pagan por nomenclador?".
Y qué casualidad: me irritan esas preguntas, me digo que yo también tuve que trabajar por dos mangos la hora, por dos mangos la consulta, y que me hice de abajo y sarasa.
Tengo la suerte de ser bastante tímido, y no escupo en seguida lo que pienso: eso me ahorra quedarme luego pegado a mis dichos.
Tengo que hacer cada vez una recapitulación para bajarme de esa irritación, esa molestia. Me la explico en parte como una respuesta a mis necesidades del momento: necesito encontrar profesionales que acepten trabajar en estas condiciones. 
Mi lugar en las relaciones de producción condiciona mis sentimientos. Por suerte puedo hacer algo con eso.
¿Rebelarme? No soy un adolescente. Como todo adulto con necesidades reales, transo. Y analizo.
Como me dice una colega: "es un sistema perverso".
¿Por qué? Que sea caótico, mediocre, iatrogénico y precario lo tenemos presente. Pero decir que sea perverso sin irse al discurso paranoide de los antivacunas es otro cantar.
La lógica de la perversión es la del "ya lo sé, pero aún así". Y en el caso del sistema de salud, algo de eso hay por el lado del dinero.
La asistencia se define por prestaciones, hay toda una ontología de "actos médicos" llamada Nomenclador Nacional, al que se superpone el no menos ominoso Programa Médico Obligatorio, que son catálogos de prácticas agrupadas por categorías, y que pensados (o no tan pensados) para ser una oferta mínima, un piso de servicios que Obras Sociales y Prepagas deben garantizar, se usan como excusa para limitar el gasto.
De la cantidad de acciones que supone la asistencia, por principio sólo se consideran retribuibles los ítems nomenclados. Esta es la razón por la que los prestadores facturen hasta el aire, porque con eso combaten la negación de todas esas tareas necesarias pero no contempladas.
En pleno siglo veintiuno, el Nomenclador funciona como si el acto médico fuera solamente el doctor encontrándose con un paciente y realizando tal o cual práctica.
Es fácil caer en la ingenuidad de imaginar que para las prácticas de salud mental esto se podría acercar más a la realidad: el paciente va al psicólogo/psiquiatra, tiene una consulta, el profesional cobra por la consulta. Fácil.
Por ahí pasa la perversión: al definir la realidad ajena por el caso más conveniente.
¿Cómo llega ese paciente a encontrarse con ese profesional?¿Qué hace el profesional si el paciente necesita una interconsulta?¿Una urgencia?¿Cómo cobra ese profesional?¿En qué tiempo organiza la documentación?¿Cómo puede supervisar su trabajo?¿Cuándo se capacita?
Se necesita un equipo. Y un equipo es trabajo que nadie paga como tal.
Ya lo sabemos pero aún así se trabaja: se paga menos a los profesionales de lo que paga la Obra Social o la cobertura.
O se cobra por cápita una cantidad fija y se mide con gotero cada servicio que se presta.
Un poco me sigue irritando que alguien plantee "pero ese valor es por debajo del nomenclador".
Y, sí, mamerto: el nomenclador es lo que paga la Obra Social, no nos hagamos los giles...
Hacerse el gil también es una forma de perversión.



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