La quiniela psicosomática

Los números de la quiniela representan los sueños del uno al cien. Siempre me pregunto de dónde sacaron las correspondencias que ahora son una especie de canon, pero más me maravilla la pretensión de hacer de la serie de 100 "significados" algo que se presenta como un catálogo exhaustivo. Y debe funcionar, me dijo. Es imposible no pensar que debe funcionar, porque desde que existe ningún apostador se ha quejado de soñar algo que no pueda jugar.
El I-Ching funciona igual, con sólo 64 elementos ¿Habrá un número mínimo de elementos tales que cualquiera pueda identificarse? ¿Será suficiente con dos opuestos? Si hay opciones, todo el mundo quiere saber cuál es la suya. Y si esa opciones son puercoespín o merluza, se van a estar contando las espinas.
Así como se puede hacer un catálogo del "significado de los sueños", se lo puede hacer de cualquier cosa. Aclaro para los curiosos: en el libro ese que escribió Freud no van a encontrar nada de eso, sino más bien ejemplos que parecen acertijos.
Las simbologías empíricas siempre nacen de generalizaciones estadísticas, pero son algo más: son una invitación a perderse, a olvidarse de la verdad propia para comprarse un sentido compartido. La verdad última de cada uno es intransferible y por lo tanto, insignificante.
Pero me estoy desviando con algo abstracto y el tema era algo concreto. La "psicosomática", en una definición algo caprichosa: cualquier daño del cuerpo condicionado por un problema a nivel psicológico, que puede aparecer como una "enfermedad" o también como lesión. Aunque la diferencia a veces no es tan clara tampoco, como en el famoso síndrome de colon irritable: si te tomás medio Termidor cuando viene tu cuñado de visita no tenés una enfermedad, te estás agujereando el intestino, vieja.
Respecto de la psicosomía también circulan vulgarizaciones de esas que caben en un posteo de Facebook, y también discursitos de ese estilo en boca de profesionales de la salud. Parece que hay un porcentaje estable de gente que contra todo lo que dicen los libro insiste en traducir literalmente "a tal singo, tal sentido", y eso que en el CBC te hacen leer a De Saussure, Peirce, Barthes y Eco. Deberían hacer leer también algo de neurología en serio para que vean que nunca puede ser así.
Pero el cuerpo es el mejor soorte de todos los rasgos identitarios. Traten de hacerse reconocer por un sesgo cognitivo, a ver cómo les va. "Ahí viene el tipo del pensamiento desiderativo"... no es creíble.
Pero además el cuerpo tiene una historia física que no está anotada en ningún lado, por eso es el mejor lugar para esconder secretos.
Eso que parece un juego de palabras es la única forma que encuentro por el momento de explicarme un hallazgo sistemático: cada vez que alguien tiene un problema psicosomático, una enfermedad típica o preferida, una lesión recurrente, etc. resulta que en la familia se guarda un secreto importante. De hecho tengo la impresión de que la gravedad de las lesiones es proporcional a la trascendencia del secreto.
Ojalá pudiera haber una forma de descifrar esos daños físicos.
Por ejemplo el pie. Una mujer que atiendo se torcía el tobillo cada tanto, siempre cuando se ponía furiosa porque no la escuchaban. Hasta se podía ver venir cuando se estaba por dar un porrazo.
¿Qué quiere decir romperse un pie? O mejor ¿quiere decir algo eso de romperse un pie?
Porque es tentador eso de que justo cuando no la escuchan... Y los pies son algo que vaya si participa en analogías y metáforas sedimentadas en mileños de lenguaje. Lacan se divertía mucho con la etimología, hablando de las inhibiciones se metía con el impedimento, y de ahí metía la mano en la galera de la etimología y hablaba de las trampas que atrapan por el pie a la presa, o del viejo Edipo y su pié hinchado. Podemos traer a colación a Aquiles, muy popular. Pero puede que nada de eso sirva realmente. Porque las lesiones del cuerpo son físicas, y se encadenan siguiendo un orden que para nosotros es aleatorio y no hace sentido. Tal vez ningún sentido que no sea la anécdota "a tal edad me caí y me lastimé el tobillo, me pusieron un yeso".
Tal vez nunca se encuentre un lazo determinante entre la lesión y algo significativo. Pero la cosa está ahí, y la vienen a contar, así que con cuidado tratamos de tirar sugerencias vagas, pedimos ocurrencias, que se cuente de nuevo, esperamos, a veces hacemos algo de prevención -no perdamos al paciente en el camino.
Hasta donde alcanza mi experiencia, nunca hay un momento de revelación. Los secretos familiares salen a la luz cuando se está hablando de otra cosa (y por eso siempre es bueno dejar hablar de muchas cosas, porque al final el rollo sale). Después de bastante tiempo me doy cuenta de que mi paciente no se volvió a caer.
Mejor no se lo digo.

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