La estrategia de la vaca
Las vacas saben como voltear un alambrado. Se apoyan todas contra un cerco y presionan. El alambre se tensa y de apoco los postes van cediendo. Como la presión de las vacas es constante, los postes siguen cediendo hasta que al final se caen.
Hay personas que son como las vacas, van instalando pequeñas transgresiones, leves abusos, mínimas ventajitas. Son pavadas chiquitas de esas que te molesta más controlar que tolerar.
Cuando las cosas que se dejan pasar se repiten, se normalizan y el límite se corre. Porquue para definir normas somos en el fondo cartesianos. Descartes fué un filósofo raro que no se ocupó de decirle a los demás lo que tenían que hacer: se limitó a decir que él trataba de seguir al grupo de los que no exageraban mucho. Calculo que Kant tenía eso en mente cuando quiso fijar sus principios morales, él quería que fueran consistentes y sobre todo, universales, que no variaran con las costumbres.
Pero la realidad le da la razón a Descartes.
Y de cada rasgo de nuestra forma de ser hay quien se aproveche, aunque no por eso tenemos que creer que atrás de eso haya una intención maligna. Las intenciones de los demás son producto de nuestra imaginación.
Nadie ve que el hombre-vaca vive preso de los efectos de su propia actitud: cuando se pasa de la raya un poquito nadie le dice nada. Eso hace que asuma que lo natural y esperable es ser tolerado.
Esta conclusión la puede relacionar con diferentes sistemas de ideas: tanto puede tratarse de una de esas personas que se sienten merecedoras de un trato de excepción, como puede ser un ególatra que cree que los demás son idiotas y no notan las macanas que hace, entre otras opciones.
Caso aparte las personas lindas, las mujeres tetonas y los hombres con vos de barítono: todo el mundo les presta atención y ya ni siquiera les dejan pasar cosas sino que directamente no las ven.
Como esta situación no se mantiene fija, pasan dos cosas: siguen tirando de la soga hasta que se llevan algo puesto, o la tolerancia se termina por alguna causa externa.
Un ejemplo de esto último son ciertas crisis específicas de las familias de clase media con adictos: siempre hay alguno menos funcional, que resulta más o menos subsidiado por el resto. Cuando llega una crisis económica, y el margen de excedente se reduce, le cortan los víveres y empiezan los conflictos entre los derechos adquiridos y las demandas de rehabilitación.
Acaso esperan que estas personas entiendan de dónde salen esos reproches, esas caras largas, esas puertas que se cierran. El único resultado esperable en un repliegue paranoide, desde que luego de una situación normal, alguien se choca con rechazos por todos lados (porque además el cambio en el umbral de tolerancia es contagioso).
Trágicamente, en ese punto de su vida se le acumulan las dificultades materiales, por lo que empecinarse en el egoismo puede que sea la política más adecuada en términos de supervivencia.
Qué salida hay de esa espiral patológica? Si de casualidad logran salir de sus problemas, o incluso reciben ayuda, lo hacen desde una interpretación egocéntrica, conque se privan de poder interrogarse sobre su propia responsabilidad.
Una posibilidad muy arriesgada, y con seguridad no accesible para todos, sería una reversión radical de la visión del mundo que tiene una persona así, algo por el estilo de las conversiones religiosas.
Ciertas instituciones hacen esto con el soporte de una masa organizada: ponen al sujeto en problemas en una situación de dependencia, se ocupan de exacerbar esa dependencia para ponerse en lugar de exigile una renuncia absoluta, un giro de 180 grados en el interés. El sujeto pasa a olvidarse de sí mismo y ocuparse exclusivamente de los demas, en este caso los demás son los miembros de esa institución.
Nananananalideeerr
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