Más epidemiología reversa
Martín Becerra (@CheMendele) publicó un twitt diciendo que la docencia en los niveles obligatorios se se presta poco a las personalidades narcisistas. Lo primero que me vino a la mente fué la cantidad de docentes narcisistas que pasaron por mi consultorio. Y cómo el primer plano de sus problemas estaba ocupado muchas veces por guerras de egos con las autoridades, con colegas... Obvio, me dije, el lugar escénico que tiene el enseñante, en el dispositivo pedagógico más difundido, debe ser como un polo de atracción para quienes buscan alimentar su amor propio. Que resulte exitoso o viable siquiera no asunto nuestro, pensé. Después me acordé que los analistas de la pedagogía refieren unas cuantas "fantasías" que determinan inconscientemente el deseo del educador. Y sólo uno de esos tenía un corte narcisista. Los otros iban de sádicos a edípicos, e incluso algunas posiciones simbióticas.
Esto me hizo dar cuenta de eso que siempre hay que recordar cuando hacemos la epidemiología de una práctica marginal como el la psicoterapia.
La distribución de la muestra con que trabajamos no tiene relación con la distribución de la población. Hasta puede que sea todo lo opuesto, no lo sabemos. Porque no se hace nunca un sondeo sistemático de perfiles de personalidad. Quizás se podría analizar los datos de los psicotécnicos pre-ocupacionales. Pero un psicotécnico no es un psicodiagnóstico. Sin entrar en la explicación de por qué la técnica y el encuadre de la psicoterapia no se pueden reproducir en situaciones que no son específicamente "de consulta", basta señalar que las personas en principio necesitan trabajar. No digo que no se encontrarían datos interesantes: siempre se van a encontrar datos interesantes. Digo que hay que ser después muy cauteloso entes de sacar conclusiones de esos datos.
Como no estoy en el lugar indicado para analizar datos generales, me tengo que arreglar con lo que tengo. Y la tentación de pensar hipótesis incomprobables es muy fuerte.
En este caso, había comentado que tal vez sería así, si llegan muchas personas narcisistas a psicoterapia podría ser porque la docencia los descompensa más que a otros.
También hay que cuidarse de imaginar que la población de pacientes es como un negativo de la población general. Eso no puede funcionar, no hay ningún motivo para que se de, y hay motivos para que sea mucho más complejo.
Pero sí me tienta pensar que cada espacio social tiene dificultades que se pueden volver obstáculos imposibles para personalidades de ciertas características. Claro que hay muchos que sufren esos obstáculos sin descompensarse, incluso sin venir a terapia.
Por eso es tan importante el trabajo de los psicólogos sociales, o el trabajo desde esa perspectiva, en las organizaciones, porque ellos pescan con red, mientras nosotros ponemos trampas. Ese sufrimiento que no llega a superar cierto umbral tiene que registrarse con herramientas que yo no tengo...
Estas hipótesis incomprobables ¿para qué sirven? Quedan arrumbadas en la memoria, a veces se repiten y corren el peligro de convertirse en lugares comunes. Si se evita eso, tal vez se tenga suerte y en algún momento del trabajo clínico se pueden enganchar para trabajar con un paciente en particular, y ahí es donde dejan de ser incomprobables, se convierten en intervenciones fallidas o eficaces. Nosotros llamamos eficaces a las cosas que causan un enriquecimiento en el discurso, que llevan a que el paciente hable más y mejor.
Esa es la trampa.
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