In bloom

En estos días salió el decreto reglamentario de la Ley de prevención de suicidio. Valga la aclaración: la ley entra en vigencia realmente cuando el poder ejecutivo la reglamenta, hasta entonces es una abstracción.
Esta reglamentación en particular no agrega mucho, se limita a delegar en la autoridad de aplicación la definición de algunos criterios. Pero pone a la ley en funciones. Dos aspectos me parecieron claves: que los financiadores no pueden suspender la cobertura durante el tratamiento de un paciente con riesgo suicida, y que se crea un registro nacional para tener una eidemiología realista del problema.
Muchos intentos de suicidio y suicidios quedan actualmente invisibilizados como "sobredosis accidentales" o "accidentes de tránsito" ¿Acaso no hay actividades completamente legales que implican jugar con la muerte todo el tiempo? Lo que los psicólogos llaman conducta suicida va desde tirarse abajo de un tren hasta tajearse la piel, pasando por tener sexo sin preservativo.
Me he preguntado muchas veces, y me volveré a preguntar cada vez, si realmente prevenir un suicidio es lo que corresponde. En principio porque el paciente se quiere morir, y además lo dice. Hasta te pueden pedir ayuda para eso. Por ahora nunca llegué a contestarme que no, que había que dejar que se mate.
Legalmente no se podría. Pero ¿éticamente?
El camino de mi pregunta suele ser bastante simple, en realidad. Primero quiero saber si hay lo que le duele a mi paciente es un estado reversible en principio. La mayoría entra en este conjunto, y de inmediato uno se pone a trabajar en pos de una cura. Y el resultado hasta ahora me ha confirmado que esas ganas de morirse eran circunstanciales. Es una situación comparable a una persona bajo tortura: por supuesto que quiere morirse rápido, pero lo primero es eliminar al torturador, y después vemos.
El después vemos es una pieza indispensable.
Otra situación, más complejita: yo la llamo "tener un destino de muerto". Son personas que literalmente viven para morirse, y no es porque quieran evitar un sufrimiento sino al revés, su dolor proviene de que quieren morirse. Es como un impulso primario. En esos casos tengo que ir un paso más allá cuestionar si ese destino de muerto fué un destino elegido por otros. Otros pueden haber dictado que esa persona se tenía que morir, y aunque no se haya cumplido, arrastra por la vida esa marca. 
Básicamente, ahí me empeño es hacer visible que si hubo una sentencia, también hubo un indulto. Si ese indulto se graba en la memoria, el paciente recupera la posibilidad de querer una vida propia.
En el mientras tanto, no tengo ningún escrúpulo en que se agarre de las demandas de otros que lo necesitan vivo. 
Y hay casos en que realmente nunca terminé de responderme: enfermos crónicos, pacientes con tendencias destructivas imparables, los ayudé mientras me interrogaba, y me fueron dejando por las suyas. De uno me enteré que sigue dando vueltas por ahí, otro se hizo matar por la policía tiempo después, de unos varios no volví a saber. De un par sé que mejoraron después.



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