El bipolar de Schrödinger
La bipolaridad se ve cada vez más como un problema decididamente "orgánico". Por más que uno tenga todos los reparos: que es una afirmación del consecuente, porque lo real es que se encontraron fármacos bastante eficaces y de baja toxicidad, que hay mucho efecto placebo del peor, el que se induce por la confianza de los profesionales, etcétera. También contribuye el hecho de que nos encontramos con pacientes "bipolares" que desde el punto de vista de la estructura de la personalidad se encuentran en los puntos más diversos del espectro. Y mientras los pacientes se "curan", nosotros felices. Con razón, nunca me voy a oponer a lo que sea que haga bien a mis pacientes.
Por eso enseñan tanto los casos difíciles, que son los que abren preguntas.
Esta vez me ocupa (y preocupa) un paciente que hace un año viene en un pozo depresivo de donde no sale.
Tiene varias complicaciones: personalidad conflictiva, resistencia a la medicación, historia de violencia familiar, tendencia a la acumulación, descuida su salud en general, sobrepeso, compras compulsivas...
Con la llegada de la pandemia se dedicó a varias conductas de riesgo, típicamente, y a enojarse por los límites y porque los demás no estén dispuestos a transgredirlos.
En el trabajo de dieron licencia, ni se ocuparon de que hiciera tareas remotas.
Así transitamos a los tumbos la primer parte de la pandemia. Y luego, sin que hubiera al parecer ningún quiebre, se le fueron las ganas, se empezó a sentir débil, dejó de salir, dejó, dejó... Más tarde nos enteramos que la medicación había dejado de funcionar porque simplemente no la estaba tomando.
De todas maneras tampoco se enderezó cuando retomó el tratamiento farmacológico.
La primera sospecha había sido que tuvo COVID y por eso se "cayó", pero los exámenes lo descartaron. Se hizo chequeo endócrino, que no mostró nada significativo.
Intentamos con acompañantes terapéuticos, pedimos alguna que otra consulta de urgencia en el domicilio. Cambió de psiquiatra, que probó con otra medicación.
Cuando estábamos a punto de intentar un dispositivo institucional tipo Hospital de día, porque no había forma de que saliera de su inercia, le llegaron las dosis de vacuna, y volvió a trabajar de manera presencial algunas horas.
En las sesiones se viene escuchando lo típico: no siente que cambie nada, pero en un descuido relata varios avances, cosas que se activan, aunque no puede ver una mejoría.
Pero eso se queda en amagues, los cambios no se afirman y al tiempo hay retrocesos.
Me tuve que comunicar con el psiquiatra nuevo: por lo que me dicen mi paciente y sus hijos, temo que el colega solo esté informado de los síntomas depresivos y no de los antecedentes de manía.
Lo pongo al tanto, y nos metemos a evaluar las dificultades y las opciones. Por suerte es un psiquiatra bastante formado en interdisciplina, y se interesa por el aspecto "psicodinámico".
Y en la charla me acordé de una paciente bipolar, con quien tenía la hipótesis de trabajo de que sus episodios tenían una función defensiva, le servían para darse licencias de su neurosis, por así decir.
¿Y si en este caso se daba algo opuesto? Le comenté al psiquiatra la idea de que tal vez la depresión servía para evitar desbordarse en un episodio de hipománía, que debería poder anticipar, a estas alturas.
Quedamos en que era una hipótesis probable.
Ahora es como si al mirar el cuadro desde un punto de vista, se tiene una lectura, que puede dar pie a intervenciones y se verá qué tan acertada es, y mirando desde otro punto de vista sólo esta el desequilibrio neuroquímico, el órgano que no tiene significación hasta que lo inserta como una respuesta el discurso médico...
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