Si hay locura que no se note.

Así como la teoría psicoanalítica entiende la producción delirante como la parte más saludable de la psicosis, pasa algo parecido con otros cuadros y síntomas: lo que más ruido hace puede ser lo que menos nos preocupa. Y esto ya no es una cuestión del psicoanálisis sino que parece ser algo que se extiende a lo psiquiátrico y lo neurológico.
Hoy se dió justo la oportunidad de comparar dos evoluciones que contrastaban por esto mismo.
Un psiquiatra me consulta por un paciente con diagnóstico de depresión. Tenemos una sospecha de deterioro orgánico, de hecho se pidió una RMN para descartar que tuviera algo grave como un tumor, porque el cuadro se había agravado de golpe, después de un tiempo se estabilizó.. y hasta ahí. La consulta es justamente porque el paciente no "evoluciona": está sin cambios desde que pasó la crisis, y aunque ya no quiere matarse ni arranca a las puteadas contra toda la familia. Pero se quedó ahí, no cambió más, y justamente con el plan de medicación que tiene se esperan cambios. El médico hizo algunos cambios, pero todo sigue igual. Por lo pronto vamos a ir descartando algún deterioro orgánico de los que no se ven en la RMN, pedir una segunda opinión respecto a la medicación adecuada...
Y la preocupación es del psiquiatra porque los familiares del paciente están contentísimos, parece que no quisieran otra cosa que mantenerse así por toda la eternidad. En cambio la experiencia clínica es que ese tipo de estabilidades no anuncia nada bueno.
Es mucho más común ver algo así en niños y adolescentes (sobre todo adolescentes) sobreadaptados: no causan problemas, sacan buenas notas, no tienen compañías peligrosas, no se escapan, no desobedecen... Hasta que un día deciden que no tienen ganas de hacer nada ("están deprimidos"), o tienen miedo de salir ("tienen fobia"), o directamente "entran en la droga" y empiezan a tener delirios.
Todos esos son casos típicos de esquizofrenia. La "depresión" era la hipobulia propia de la forma simple, la "fobia" era ansiedad paranoide, y la droga sólo hizo de disparador, como hacen de disparador todos los desafíos típicos de la adolescencia y el principio de la vida adulta que algunos chicos psicóticos no pueden resolver por más bien adaptados que estuvieran a la etapa escolar de la vida.
El otro caso fue un espectacular episodio de confusión. Una paciente se despertó de madrugada y no sabía qué día era. Entró en una espiral de ansiedad y más confusión. 
El servicio de emergencias, como corresponde, chequeó presión y glucemia, que en personas de mediana edad son causas frecuentes de estos episodios (en edad avanzada, además se descartan infecciones, cualquier cuadro clínico puede descompensar las funciones cognitivas si ya hay un deterioro leve). La hipertensión es de riesgo, y los picos de glucemia son mala noticia, así que descartar eso es un alivio. Quedan otras cosas, pero es muy probable que no aparezca nada. 
Hay veces en que, por muy diversos motivos, el cerebro se despierta por la mitad. El cambio del sueño a la vigilia no se da del todo bien: se habilita la motricidad y los órganos de los sentidos, pero no se inhibe el camino de la memoria a la corteza perceptiva (vía alucinatoria). El efecto es como si se mezclaran las hojas del diario de ayer con la portada de hoy. 
La vivencia es traumática, y hay que trabajar para superar el momento y también para indagar y abrir la puerta a que si se trata de otro tipo de crisis, se pueda abordar en la terapia.
Pero como síntoma está catalogado de "benigno": es algo que no deja consecuencias ni anuncia nada más grave.
Por eso, aunque pegamos la oreja al riel para ver si viene un tren, usamos la cabeza más que los sentidos, porque no hay correlación entre la notoriedad y la gravedad de os síntomas...

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