Escalas de valores

Muchas ideas son lindas en el papel pero desastrosas en la puesta en práctica. Ejemplos: el anarquismo, el brexit, los casamientos temáticos o las precuelas de Star Wars. Lo curioso es que algunas de estas ideas nunca se abandonan. La idea más rotundamente infructuosa y sin embargo persistente es la idea del castigo. La idea de que la retribución funciona como corrección, o como motivación para ordenar la conducta de la gente es más delirante que las religiones, acaso más vieja. Tampoco se puede hablar con un mínimo de respeto por la lógica de que los castigos tengan algo que ver con un supuesto balance de las cosas: entropía mediante.
Como terapeuta se llega a conocer que actúan bien y personas que actúan mal. Es decir, por un lado hay una escala ininterrumpida de acuerdo a la proporción de cosas malas que hace la gente, por otro lado hay seres que tienen una compulsión de hacer daño, y por más que traten siempre se las arreglan para joder.
Respecto de los castigos, se puede afirmar que para algunos sólo son algo a evitar, para otros son innecesarios, y sólo para los amorales perezosos o cobardes son un límite.
Se estudian mucho el trastorno antisocial, la psicopatía y la perversión, siempre buscando los puntos de apoyo que hagan posible a la psicología convertirse algún día en una disciplina influyente al ser vicio del poder. 
Los psicoanalistas, por su parte, se han explayado mucho sobre el sentimiento de culpa, y la escrupulosidad moral, sobre todo para dejar claro que son inconsistentes.
Por ejemplo el sentimiento de culpa aumenta con las privaciones y disminuye con los excesos. Es decir que la función goce/culpa tiene a lo sumo un punto de equilibrio centrífugo: si te movés un poco para el lado que sea, entrás en una pendiente que te lleva al extremo. El otro caso, el de la escrupulosidad, se sabe que es un mecanismo de defensa contra impulsos sádicos, destructivos y anales.
La condición de las personas morales es diferente, creo. Como este señor que trabaja en sistemas de una organización de salud. Mientras hacía una revisión de rutina, encontró entradas de un usuario que no operaba hacía varios años, como le pareció raro buscó y encontró que el usuario correspondía a alguien que ya no trabajaba en la organización. La cosa terminó en una investigación y sumario porque alguien había entrado con ese usuario para hacer cambios en la base de datos de prestaciones, lo que resultó en un fraude de bastante plata. De ahí en adelante, mi paciente quedó traumado, y no es que este hombre nunca se haya topado con delitos: ya es grande y tiene experiencia. Tomar contacto con una truchada así le produjo un desasosiego muy profundo, como si se sintiera manchado él mismo. Se ve que para él esas cosas son tabú, en el más antropológico de los sentidos. 
Desde el plano terapéutico lo trabajamos como un episodio traumático, al estilo de la reacción que sufren quienes salen indemnes de un accidente. Como que la transgresión es algo que rompe con la lógica de la realidad de algunas personas.
A diferencia de la sensibilidad, que puede someterse al hábito por una cuestión de promedios, este tipo de rechazos sólo se supera al precio de una disociación. Como pasa con los ascos y fobias residuales, si se fuerzan las cosas la persona desarrolla un bloqueo patológico.
Es una circunstancia lamentable, porque resulta en que una gran porción de las personas honestas no quiere saber nada con transgresiones y por eso es incapaz de ocuparse de las mismas. Y quienes no tienen problema en interactuar con psicópatas y antisociales... tienen algo en común...


 

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