Se acabó la buena onda

En la época del esplendor del psicoanálisis, existía lo que se llamaba "psicoanálisis ortodoxo", y si no eran rusos barbudos con caftanes y mala onda, andaban cerca: en la búsqueda de la neutralidad y la asepsia analítica llegaron a adoptar una pose rígida, seca y distante. A esto habían llegado por tomarse en principio con literalidad la recomendación de Freud de no brindar satisfacciones sustitutivas al amor de transferencia de las pacientes. Hoy sabemos que aunque no lo escribió, tuvo que poner en vereda a varios de sus colegas que se acostaban con las pacientes, y ya sabía por la experiencia de otros mayores que hacerse el galante con demostraciones atenuadas tampoco tenía buen destino. 
Aclaro que en esto los argumentos de Freud nunca pasan por la cuestión moral, sino por el objetivo terapéutico. Acostarse con las pacientes es ir en contra de la misión de curar. De ahí pasaron a que como  cualquier muestra de familiaridad podía llegar a ser interpretada por los pacientes como una declaración de amor (bueno, es algo que pasa, como las reacciones adversas que salen en los prospectos), entonces había que poner cara de culo, no decir media palabra más de lo indispensable, saludar todas las veces con el mismo apretón de manos... Había nacido el "ceremonial", y se decía que algunos analistas usabas exactamente la misma ropa en todas las consultas, para convertirse en un interlocutor absolutamente insignificante.
Contra esto después aparecieron escuelas que promovían dejar la rigidez y ser más cálidos. Lamentablemente algunos de los que más interés pusieron en el trato humano con los pacientes, se terminaron acostando con ellos...
En general, basta con no ser ingenuo, ni hacerse el boludo, y recordar para qué está uno ahí. 
De lo que sí hay que cuidarse es de tantear la capacidad de los pacientes de procesar las ironías, el sentido figurado, y sobre todo si pueden registrar la intertextualidad: que si el profesional está citando los dichos de alguien, no necesariamente los está suscribiendo.
El el inconsciente estas diferencias no se toman en cuenta, pero esto vale cuando se interpreta el contenido de un sueño, se supone que es una regla del proceso primario, por algo ese proceso se inhibe en la vida de vigilia y nos permite ordenar las ideas. 
A veces pasa que alguien directamente no tiene la capacidad para diferenciar si se está citando a otro, si se está dando un ejemplo, etc. su pensamiento es unidimensional. Esto pasa cuando hay limitaciones orgánicas, por falta de desarrollo. Casi siempre esto es visible
Un caso más frecuente son los estados de confusión, estrés, crisis de ansiedad o desbordes de todo tipo. Ahí es fácil entender que se trata de hablar claro, corto y contundente. Hay que decir pocas cosas y seguras, las ambigüedades contribuyen a la confusión.
Donde se vuelve complicado es con los paranoicos, porque la vida les enseñó a ser normales delante de los demás, pero íntimamente entienden las cosas distintas. Esa diferencia entre proceso primario y secundario no la tienen. De paso, las fallas a las que los lleva su estructura son una buena muestra de lo que puede pasar cuando no se tiene un inconsciente. 
Y acá ya no es cuestión de cuidarse y ser formales: todo lo que digas puede ser usado en tu contra, literalmente.
Como esa vez que a un paciente le señalé que incurría en un silogismo de abducción por asignar una causa probable a un evento cotidiano. En el momento concedió que en realidad era algo bastante común y que tal vez no estaba siendo espiado.
Años después se acordó de eso, reprochándome que lo "acusé de tener silogismos".
Algo que debería prender todas las alarmas es cuando alguien se/nos pregunta "qué me estará queriendo decir".
Esto que parece una pregunta filosófica, es un indicio de "suspicacia", un término que en la jerga designa a la certeza de que existe en los demás una intención maligna, que se puede detectar a través de manifestaciones sutiles, inflexiones de la voz, ciertas palabras claves, porque si el otro tiene mala intención, es lógico que la disimule. En ese contexto, cuando alguien pregunta "qué me está queriendo decir", en realidad ya "sabe" qué sentido le va a dar a nuestros dichos. 
No hay mucho que hacer con eso, pero sí evitar errores: nunca responder que no, que nada, que le habrá parecido. Tampoco hacerse el bueno y tratarlo de exagerado. Si la interpretación es literal, esas son maniobras que anulan al interlocutor, es obvio que las van a recibir como un ataque.
Directamente hay que salirse del campo semantico: ir a lo concreto "¿Le molestó algo que dije?¿Por qué?" Si de ahí en adelante el otro no se cierra completamente al diálogo, es porque uno pudo instalar una especie de tregua, que es todo lo que se puede pedir. 

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