Con basura no se puede hacer oro

Las profesiones de salud tienen una relación de pasión con lo disfuncional. Casi me tienta creer que cualquiera que tenga otro tipo de actitud termina en una relación perversa de explotación con sus pacientes o con su equipo. Cada tanto nos agarra como una desesperación ontológica: cómo vamos a hacer que ande un proyecto que se apoya fundamentalmente en la colaboración de quienes no se pueden sostener a si mismos... Si simplemente uno acepta una posición autoritaria ("paternalista", "asistencialista"...) todo es por lo menos imaginable: las propuestas perversas se caracterizan por su eficacia.
Ven, ya estoy a un paso de hacer una apología de los proyectos fallados. Ni todo lo que no es perverso tiene que ser mediocre, ni todas las perversiones son sublimes, eso es sólo un mito más.
Un paciente internado tiene que irse de alta de la clínica: un familiar tiene que estar allí por un tema de responsabilidad legal.
El alta se conversa durante toda la semana pasada.
Llega el día y no va nadie, llamamos a la madre y tiene el celular apagado. Rato después la podemos contactar: se muestra sorprendida porque ella en realidad pensaba que iba a ser mejor que el alta se la dieran a la tarde.
Arreglamos para el día siguiente, es hacer un trámite para solicitar otra ambulancia que va a estar ocupada por horas con un paciente que al fin y al cabo no se va a morir de nada y está protegido en una institución.
Adivinen.
La pregunta no es "cómo pueden ser tan negligentes con sus hijos", si no "cómo no iba a salir loco un pibe criado en un contexto así". Y nosotros insistimos en que el tratamiento sea lo menos invasivo posible, en que debemos apelar a las fuerzas curativas de la gente. Porque en el fondo somos hijos de Rousseau, nuestro sistema ético y jurídico pende del postulado de la intrínseca bondad o al menos razonabilidad del ser humano. En el fondo, razón y bondad son los mismo, los valores absolutos que nos adjudicamos con una ligereza espantosa.
Entendemos que la internación de un loco suele traer alivio al grupo familiar, porque es cierto que los tipos con trastornos de conducta llegan a ser una carga pesada, a veces un peligro. Los que vivimos dentro de los límites de la buena conducta nos olvidamos lo fácil que es hacer daño, lo poco que cuesta romper la vida de los demás. Hasta que pasa, pero hacemos todo para que no pase.
Uno quiere imaginar una utopía donde nadie tenga que crecer expuesto a la arbitrariedad, a la negligencia, o donde esos problemas estén subsanados, amortiguados por algún dispositivo.
Claro que preferimos seguir atendiendo porque no se nos pasa esa certidumbre de que si hacemos las cosas mejor, si entendemos mejor, si actuamos mejor, vamos a poder solucionar eso y curar...



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