Si nos organizamos, atendemos todos

El trato con lo pacientes, y sobre todo con los familiares, es cosa que no está debidamente formalizada.
Al menos en el manejo de urgencias hay indicaciones precisas en los manuales. Precisas a nivel "hable alto, hable bajo, hable poco, mucho, nada", "avise al paciente que lo van a atar", y cosas por el estilo.
Pero el trato, cómo transmitir indicaciones, como acordar ciertas cosas, sólo lo aprendés trabajando con otros, de manera empírica y nada sistemática. A priori creo que la capacidad humana para inventar complicaciones es infinita, pero también que la mayoría de la gente no es tan creativa, y repite patrones. Además, los malentendidos que se pueden dar en dentro de los "actos médicos", tienen una base determinada justamente por la estructura de esos actos.
Un conjunto de inconvenientes se debe a que cada "servicio" tiene sus rituales, que de tan repetitivos y vacíos se hacen invisibles, reflejos, se dan por sentado, se "naturalizan".
Una costumbre muy asentada, por ejemplo, es la de que sea el paciente quien se comunique con el profesional para pedir un turno, que se acuerda entre los que tiene disponibles el profesional y las posibilidades del paciente. Así, cuando se deriva un paciente con un terapeuta, lo común es darle un teléfono de contacto. El sentido de esto es que por un lado el paciente "pida" el turno, porque si se le ofrece directamente, es muy frecuente que digan que sí, pero después cancelen, porque se dan cuenta que no van a poder hacer horarios de excepción todas las semanas. Además, asumimos que el interesado en hacer terapia es el mejor garante de que se gestione el turno, mientras que si le damos a un profesional independiente el contacto de un paciente, lo va a contactar a sus tiempos, y si se llegara a olvidar se generaría una demora. 
Pero hay servicios que atienden en centros de salud, cuentan con personal para organizar las agendas, y contactar a los pacientes, y los usuarios se van acostumbrando. Si recordamos que la gente por lo general hace psicoterapia una o dos veces en toda su vida, se entiende que la experiencia que tienen cuando se tratan sea LA experiencia de cómo es el asunto.
Así pasa que uno "deriva" un paciente, y más de una semana después, nos llama de vuelta quejándose de que todavía no lo atendieron ¿cómo que no lo atendieron? Nunca pidió turno y se quedó esperando que lo llamen.
La conclusión es que nunca se puede ser demasiado prolijo en las "instrucciones", y eso es molesto: ocupa tiempo en las entrevistas, y se convierte en un discurso estereotipado, a la vez que es un fastidio para la mayoría, que ya tiene incorporados los ceremoniales genéricos.
Otro conjunto de problemas surjen de cómo se interpretan las indicaciones, ya sea las que se dan al paciente, como a la familia.
Qué fácil para los psicoanalistas, que se abstienen todo lo posible de dar indicaciones. Lamentablemente muchas terapias no pueden ser así. 
Cuando damos instrucciones, lo hacemos en términos que nosotros mismos podemos entender. No tenemos casi nunca formación didáctica. La didáctica enseña que el primer paso para poder transmitir un conocimiento es evaluar las competencias del receptor. Cómo podríamos hacer esto cada vez que le tenemos que pedir a un paciente que no se quede en ropa de cama todo el día, o que pida ayuda cuando no pueda con algo... Además, todo discurso deja un montón de cosas libradas al criterio del oyente.
Recuerdo esa paciente a la que le pedí que se pusiera a lavar la ropa que tenía amontonada: lavó todo, puso la ropa a secar sobre una estufa... y salió a comprar. Casi incendia su departamento.


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