No: tú no eres tu
La identidad es lo más ajeno que tenemos, no vale la pena sentarse a explicarlo, o pararse a explicarlo, de todas maneras es incómodo.
Qué será lo esencial? La sensación de continuidad a través del espacio y el tiempo? Esa que probablemente se construye como el principio de constancia de los objetos. Si se fijan bien, no es necesario que hay una verdadera continuidad para que el sujeto se perciba a sí mismo como continuo. Podría haber nacido hace una décima de segundo y sentiría lo mismo, porque se lo dice su memoria, y porque lo ratifican las sensaciones corporales.
La otra forma de identidad es la "individualidad", la conciencia de que uno es un ser separado de los demás, diferente, que cada uno es otro que el de al lado. Esto también tiene su construcción, la del límite yo-no yo, que por un lado se apoya en la experiencia corporal, y también, como esa misma experiencia en gran medida, en la interacción social, tanto en su dimensión práctica como en la simbólica. A través de las palabras se otorgan no sólo las identidades nominales, sino que se da existencia a rasgos que no existían antes de ser descriptos.
No sé si esta segunda vertiente de la identidad sea la más importante, pero es la que hace más ruido en las terapias. Salvo que aparezcan ACVs, episodios delirantes o intoxicaciones, casi nunca se rompe en los pacientes el sentimiento de continuidad. En cambio, el apego a la identidad que individualiza, que da el sentido de nombre propio, está siempre en cuestión, porque se juega en cada rasgo y, sobre todo, en cada atributo positivo o negativo, que condiciona la "autovaloración" -léase la proyección involuntaria de la valoración ajena sobre uno.
También es el registro donde se encuntran detalles más llamativos. Tal persona se asume como la buena, entonces se le complica cuando tiene que aceptar que quiere tratar mal a alguien. Tal otra es la inteligente de la familia y en realidad, sólo era menos impulsiva. Estos son ejemplos clásicos. También es común que los rasgos negativos se conviertan en parte indisoluble de la identidad.
Para empezar, un rasgo es negativo cuando molesta a los demás. Y cuando algo molesta, se encargan de hacerlo notar. Esto pasa en la infancia, en épocas en que la autopercepción no está desarrollada, así que el sujeto que crece recibe antes la información verbal de los adultos, que una impresión propia sobre lo que pueda estar haciendo.
Así les pasa a los gordos cuando adelgazan: pierden el sentido de identidad desde la imagen corporal. Algunos no lo soportan. También en el tratamiento de adicciones es una cuestión conocida, porque el consumo es social, y se acompaña de la adopción de una identidad de loco, opuesta a la de los caretas.
¿Pero hablamos de identidad o pertenencia? La pertenencia es una forma de identidad. La identidad no es más que una serie de opciones de diferenciación: el individuo es el punto de llegada de una sucesiva división de conjuntos y subconjuntos definidos por rasgos, que son compartidos con un grupo real o imaginario, y excluidos de otro grupo.
Cuando el apego a la identidad manifiesta es muy fuerte, es porque sirve para mantener unida una personalidad fragmentada. Y si se quiere cambiar algo de eso, hay que tener otra identidad a mano lista para ofrecer, que sea consistente y se pueda desempeñar en las circunstancias de la vida real de la persona.
Pero ¿quienes somos para cambiar al paciente? Yo prefiero hacer primero el intento de aplicar algo de racionalidad. Como parto siempre del supuesto de que lo que hace síntoma, lo que dejó de funcionar, al menos funcionó hasta hace poco, y debe tener algo bien. Entonces, adonde apunto no es tanto a cuestionar los rasgos que se volvieron un obstáculo, sino a concentrarlos en un detalle esencial.
Si alguien tiene por ejemplo una identidad de violento, que lo hace sentirse seguro (buscar "identificación con el agresor" en el catálogo de mecanismos de defensa), una forma de manejarlo es llevarlo a encontrar el mínimo de violencia que necesita para sentir que sigue siendo el mismo (no funciona cuando además de violento tiene problemas de control de impulsos).
A veces incluso hay que pensar que las devoluciones que se hacen en esos análisis largos, se pueden convertir en parte de la identidad, si el paciente los adopta (si, un análisis largo se presta a la misma cantidad de alienación que una relación de pareja), y una vez transformados en "rasgos", puedan reducirse como otros elementos de la identidad.
El objetivo siempre es que las determinaciones, lo automático en la vida del paciente sea lo mínimo posible.
Aunque hay una escala continua en los grados de autonomía posible, que llega sin solución de continuidad al paciente puesto en un respirador.
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