Pederastia y pedofilia.
Cada vez que alguien del gremio se anima a señalar esta diferencia, y la importancia de no criminalizar la pedofilia, sino asistir a las personas que tienen esta condición del deseo sexual.
Esto es inobjetable tanto desde el punto de vista legal como desde el punto de vista sanitario:
Desde lo legal no existe, y con buena razón la más mínima posibilidad de castigar un deseo, sólo conductas, y tienen que ser conductas establecidas y descriptas de antemano en la ley. Cansa a veces repetirlo, pero por más que el sentido común nos pida castigos para todo lo que puede llegar a hacer daño, esto está prohibido justamente por los abusos a los que llevó de manera invariable a lo largo de la historia.
Claro que cada uno de nosotros se dice "yo a éste lo agarro de una oreja y lo arreglo", pero hay que recordarnos que, pobres ilusos, nunca vamos a estar en posición de hacer eso: siempre va a ser otro el que va a tener EL PODER de agarrar a quien le parezca de una oreja y "arreglarlo".
Desde el punto de vista de la salud, es bastante obvio que si un síntoma cualquiera se equipara con una conducta castigable, el resultado inmediato es que se oculta ese síntoma y no se trabaja en terapia. Recuerdo cuando tratabaja en un centro de rehabilitación de adicciones: como los permisos de salida dependían de los informes de los terapeutas, los pacientes tendían a ocultar las ganas de drogarse para que no les limiten los permisos.
Como en la antropología, la adhesión al "relativismo cultural/moral" no tiene nada que ver con la estupidez de que todas las escalas morales nos parezcan iguales. Es un requisito metodológico para poder investigar ¿cómo esperar un mínimo de sinceridad del paciente si lo que diga puede ser usado en su contra?
Y no hace falta que tal o cual cosa sea considerada un delito: basta con que de nuestro lado haya una necesidad de que el paciente haga o no haga alguna cosa, para que a poco que le funcione la cabeza, se de cuenta y todo su discurso quede filtrado.
No digo que esto no sea un costo necesario y aceptable para ciertas técnicas que son las indicadas para determinados problemas, pero es lo que pasa y uno tiene que saberlo.
Con toda la sexualidad pasa esto. Por empezar, nos hemos encargado de mantener desde todas las escuelas algún ideal de sexualidad, ya sea "madura", "acorde con su deseo", "objetal", o lo que sea: siempre nos parece que hay alguna forma de organización del desseo, la fantasía y la conducta sexual preferible.
No hace falta decir que todas las sociedades son muy claras en cuanto a preferir algún tipo de sexualidad, y es por completo esperable que los pacientes, en tanto que somos parte del aparato institucional junto con la escuela y la policía, suponga que compartimos algo de esto.
Así que no sólo tenemos que ser "neutrales" si queremos escuchar la verdad: necesitamos afirmarlo y hacer que sea patente nuestra posición.
Debe ser por eso que cada tanto alguien se anima a plantear que quien tiene su deseo fijado en personas menores no es necesariamente un delincuente.
Acá en Argentina es muy jugado afirmar esto, porque la ley define como delito la mera posesión de pornografía infantil. El respaldo de esta ley es que la producción de la pornografía infantil ya implica un abuso, por lo que cualquiera que participe en algún punto de su circuito se considera partícipe necesario.
Mi impresión es que en realidad se incluyó para dar a la policía el poder de investigar las redes de distribución a través de sus eslabones finales.
Hasta ahora, este tipo de posicionamientos recibe una consistente respuesta de odio irracional y violento.
La figura del pedófilo debe ser la más odiosa del imaginario social, el monstruo por excelencia. Ya es bastante difícil convencer al público de que los acusados de abuso de menores gozan de todos los derechos y garantías constitucionales, y que aún los culpables tienen derechos como personas, como para que se entienda que proporcionar espacios de terapia a las personas que sienten estas inclinaciones, no es más que su derecho, porque la salud es un derecho integral y básico.
Pero bueno, tampoco es que podemos ofrecer terapias de conversión.
Por lo que he leído hasta ahora, los profesionales se vienen centrando en remarcar la diferencia pedofilia-pederastia, a partir del eje "fantasía-conducta", que parece ofrecer un asidero firme y observable para separar los tantos.
Yo creo que es un error.
Lo que separa el fantaseo del pasaje al acto es el grado de inhibición. Nada más. Es cierto que la capacidad de inhibir impulsos se puede medir bastante bien, no tanto así la predisposición para inhibir esos impulsos. Y a esto se le suma que el nivel de inhibición varía de acuerdo a múltiples factores, como por ejemplo:
La presencia de otros
La presencia de otros facilitadores
El uso de alcohol o drogas
La edad
La excitación
Deterioro neurológico
En la clínica tenemos otros criterios respecto de las fantasías perversas.
Por empezar hay que decir que absolutamente todas las fantasías sexuales tienen su origen en fantasías perversas. Esto es así a causa del desarrollo evolutivo de los impulsos sexuales, es observable y nadie serio lo discute.
En segundo lugar, todas las personas tienen algún grado de amplitud en las condiciones que les permiten gozar sexualmente, y de nuevo, eso depende del grado de inhibición, que puede variar a lo largo de la vida.
Pero lo que hace diferencia no es que aparezcan fantasías raras, desviadas o perversas, sino cuando aparece una condición que se vuelve exclusiva. Se ve claro en el caso del fetichismo, donde algún aditamento en el objeto sexual se vuelve indispensable y su ausencia lo vuelve indiferente.
Lamentablemente, la diferencia clínica no tiene ninguna utilidad para la policía.
Bien por la clínica.
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