Consciencia de enfermedad

La expresión "consciencia de enfermedad" parece más bien un concepto jurídico, o filosófico, que un elemento concreto de la semiología psiquiátrica. 
La "semiología" es un conjunto más o menos ordenado de signos específicos que los especialistas anotan al evaluar un paciente. Es también una sección concreta al principio de las Historias Clínicas. Abarca detalles como capacidad de orientación, estado del pensamiento, tipo de lenguaje, arreglo personal, presencia o ausencia de alteraciones perceptivas, ponderación del juicio, y por supuesto, si el paciente tiene o no tiene "consciencia de enfermedad".
Intuitivamente se darán cuenta por dónde va la cosa. También se darán cuenta de cuál es el posible mal uso que se puede dar a un concepto así. Las personas que desconfían de los médicos dicen que se abre la puerta a diagnosticar cualquier cosa bajo capa de que el paciente carece de consciencia de enfermedad. Que se puede esgrimir ante cualquier oposición a una indicación de tratamientos (medicación, por ejemplo, pero también internación).
Aunque hacen falta algunos otros observables más allá de la afirmación de un médico para fundamentar un diagnóstico, normalmente tenemos tan poco tiempo que para abreviar confiamos en lo que anote el profesional. Y sí, es peligroso.
Pero por otro lado, es imprescindible, porque el hecho es que está lleno de personas con trastornos y patologías que no tienen consciencia de que les pasa algo.
Para calmar un poco el temor que pueda provocar el uso de concepto, puedo aportar que no se trata de un simple tira y afloje entre el médico y el paciente, no es un simple desacuerdo respecto de un dato.
Para dar un ejemplo: si uno tiene cálculos en la vesícula, empieza a tener dolores y va a la guardia.
En este punto uno no sabe qué tiene, no tiene ese dato. Pero sabe que algo anda mal. Eso es lo que se puede pedir de consciencia de enfermedad cuando se trata de un problema orgánico.
Más tarde en la guardia le hacen una ecografía abdominal y observan las piedras. Le informan que tiene cálculos.
En este momento se da algo curioso: tiene más información, ya sabe qué le pasa, pero esto no lo hace más consciente de su enfermedad: no puede ser consciente de los cálculos porque siguen siendo un "cuerpo extraño".
Ya entrando en el campo de los problemas mentales, tenemos el ejemplo de las demencias. La pérdida de la memoria por causas orgánicas ocurre sin consciencia de enfermedad. Los pacientes no registrar que tienen lagunas, y las llenan con fabulaciones que para ellos son reales, porque el contenido ficticio aparece para la consciencia en el lugar donde se esperaba un recuerdo.
De nuevo, la causa es ajena a la mente, es un "cuerpo extraño".
De una manera parecida, las personas que sufren de un trastorno del humor no suelen tener consciencia de las formas en que el humor les determina sesgos en el curso del pensamiento, la selección de los recuerdos (típico pasar por alto todo lo positivo, al punto que uno ni se entera y puede llegar a creer que todo está tan mal como lo relatan).
Con los trastornos específicamente psicológicos hay que hacer primero una aclaración. Hay un eje que puede parecer correlacionado con la consciencia de enfermedad, y es la oposición egosintónico-egodistónico: se basa en que algunos rasgos patológicos son asumidos como propios, están "en sintonía" con el yo del paciente, mientras que otros se perciben como el famoso "cuerpo extraño". Y ahí arranca la confusión. Lo egosintónico o distónico se refiere a los síntomas, es decir que siempre hay un registro de los mismos, pero esto no implica consciencia de enfermedad. 
Es de lo más común que un paciente nos hable de síntomas que padece, de problemas que lo afectan, pero al mismo tiempo no puede relacionarlos con algo que le pasa. Al tratar al síntoma como algo ajeno, como si se tratara de algo orgánico, demoníaco, accidental, controlado por extraterrestres o por las vecinas chismosas, la persona en cuestión está diciendo "no tengo nada que ver con esto, yo estoy bien, o estaría bien si no fuera por eso".
Una persona se separa de su pareja y trata de matarse. Tiempo después, ya se siente mejor, refiere lo que pasó, lo que hizo, como una consecuencia directa de la separación. En realidad se desestabiliza y entra en crisis con suma facilidad, pero no puede verlo, porque desde su punto de vista, cada problema tiene las dimensiones que le da su propia reacción.
Otro padece esquizofrenia, pero esto es como si le dijeran que tiene una gotera: todo es cuestión de que le digamos cómo hacer para no tenerla más. No tiene consciencia de enfermedad: tiene la información sobre su enfermedad que le dieron los médicos y google. La forma de detectar esto es que cuando habla de sus síntomas los sigue relacionando con influencias externas. También hay síntomas que no se registran, como la pérdida de continuidad en el pensamiento, al punto que si se le señala directamente puede que empiece a sentirse perseguido.
No se espera que el paciente comprenda a fondo el mecanismo de formación del síntoma, como lo llaman los libros. En realidad es algo bastante simple: que tenga la intuición de su propia limitación respecto del control de sus estados mentales.
Que le caiga la ficha, dicen.

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