Sensación de riqueza

Un pequeño empresario me decía que cuando le iba bien, se daba cuenta porque no se fijaba los precios en el supermercado. Eso había sido hacía algún tiempo, pero ahora sí necesitaba llevar la cuenta, nunca le faltaba nada, y se daba gustos, pero lo que extrañaba era el hecho, la experiencia de ir de compras y agarrar cosas de la góndola sin pararse a pensar en cuánto costaba, si no se estaba yendo del presupuesto.
Ahora no interesa cómo le iba en qué épocas. Interesa qué lo hacía feliz cuando iba de compras. El contraste entre los dos momentos demuestra que el punto no era llevarse un caviar o un vino añejo. El punto era comprar sin hacer la cuenta, lo que se dice gastar con largueza. Andar como bien pescaron en una vieja publicidad de tarjetas de crédito, holgado.
La psicología puede caer en la tentación de creer que ahí se puede encontrar una generalidad, algo que vale para todos. Al fin y al cabo, es de sentido común: si el principio de realidad pone límites al principio de placer, debe ser por fuerza que todos soñamos con esa falta de límites, y cada vez que podemos correr un poquito los bordes de lo posible participamos por un ratito del retorno al paraíso terrenal.
Y eso explicaría que la riqueza se convierta en un ideal fácil de universalizar, en la medida que promete ser la puerta a la satisfacción.
¿No sienten el olor a bosta?
Esas derivaciones son la esencia de la ideología burguesa, propia de una sociedad que para sostenerse económicamente necesita que nadie esté conforme, que todos compitan. Competir es un invento antiguo, un invento militar, como muchos otros, para lograr que los individuos hagan más de lo que harían en su propio interés: como muchos inventos, no está prohibido que se usen en otros contextos que el original.
Por otro lado, la idea de identificar la satisfacción con el consumo, con la absorción de los objetos, es la fantasía oral más evidente que se pueda querer.
La oral podrá ser una fase universal, y tiene muchos motivos para ser importante, pero es una entre tres o cuatro que tienen iguales chances de convertirse en una fijación.
Habrá que recordar muchas veces que la satisfacción no es de ninguna manera un llenado, ni tampoco una descarga. Es el cumplimiento de una condición específica, que casi nunca se conoce con claridad.
Si se habla de llenado, la condición a cumplir es sólo la señal de que se alcanzó la máxima capacidad. Si se habla de descarga... ahí vienen las analogías escatológicas, la clave es cuál es la contraseña que abre las compuertas.


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