Formación de misa

Con los pacientes que mejor andan se trabajan mucho los vínculos. Son los que andan mejor porque no tienen que vérselas con un pasado horrible que se actualiza  a cada rato como si de golpe se transportaran a sus peores momentos. Cuando esto no pasa, podés mirar alrededor y hacer todo eso que llaman elecciones de objeto, proyecciones, transferencias e identificaciones.
Y repetir, oh, sí. El pasado puede no revivirse de manera alucinatoria o como flash-back postraumático, pero lo que el cognitivismo llama "memoria procedimental" activa también muchas historias de relaciones sin que la gente lo note. El trabajo de hacer manifiesto el guión de esas historias "espontáneas" es de lo más placentero para uno, incluso cuando no alcanza porque la vía de la repetición está demasiado transitada y facilitada.
Parte de mi función también es poner las relaciones de objeto en el lugar que les corresponde: si bien la capacidad de vincularse es necesaria para la supervivencia, las relaciones de pareja son un caso especial, con una matriz cultural originalmente destinada a regular la sexualidad, la reproducción, y por ende las relaciones de parentesco, que también regulaban todos los otros vínculos indispensables para la supervivencia individual y grupal.
La familia era la base de la sociedad cuando no había otra forma de sociedad que tener hijos y ponerlos a trabajar para uno. Hoy tenemos cosas más modernas: tenemos identidad.
La identidad es inseparable del tipo de sociedad del que uno forma parte. De hecho formamos parte de muchas formas de agrupaciones sociales al mismo tiempo, porque muchas se pueden superponer. La forma de la sociedad moderna exige que sea así, mientras que otros tipos de sociedades exigen que cada miembro rompa sus lazos con otras formas de agrupación: así lo hacen las sectas, las órdenes religiosas y las fuerzas armadas.
Para algunos de mis pacientes, la identidad se llega a volver un corset, porque se definen en adhesión a un discurso siempre ajeno. Y algunos ponen un montón de esfuerzo para eso. Otros simplemente encuentran que mantenerse dentro de una identidad está fuera de su alcance.
Las sectas y las escuelas de psicología social tratan de apuntalar ese proceso proveyendo grupos que sean más "contenedores", que refuercen la identidad de los miembros, pero al fin y al cabo, no podrían sobrevivir si esos miembros no hacen su parte.
Algo extraño pasa en cambio con mis pacientes mujeres. A veces encuentran que se juntan con otras y se agrupan sin necesidad de algún emblema común.
A veces pasa que no se cohesionan por la forma de pensar, por la preferencia de un grupo musical, ni un partido político. No hay banderas, lo que parece haber es una continuidad corporal. 
Margaret Mead insistía mucho con el tema de que lo masculino necesita la sanción del grupo para existir (y por eso la condición masculina puede perderse esencialmente), mientras que lo femenino se hace notar mediante cambios drásticos en el cuerpo.
Siguiendo esa línea, vengo alentando a mis pacientes a que busquen y profundicen esos vínculos que no se asientan en identidades o consensos respecto de símbolos. Parece que cuando están con amigas no tienen tantas dudas, son menos las preguntas y más las actividades "productivas".
Tengo claro que esto no pasa porque sea un grupo de "amigas", que bien podría funcionar como cualquier masa cohesionada por ideales. Creo que pasa porque desde el vamos se proponen un espacio marginal respecto de los ideales, lo que deja el camino despejado para otras cosas.
Estaría bueno que todo el mundo pudiera hacer algo así.

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