Pato al agua
El juego puede liberar, eso se dice y se sabe. Va entonces un ejemplo de cómo puede suceder en un nivel muy básico.
Hace mucho había visto al payaso Piñón Fijo haciendo en la tele el juego de "Pato al agua", una versión criolla del "Simón dice". Mucho más elemental: las opciones son el agua y la tierra, los jugadores saltan a uno u otro lado cuando el que dirige dice "Pato al agua", etc. Si no dice "Pato", no tienen que saltar.
"¡Qué liberador!¡Un juego que enseña a obedecer!"
Justamente lo había recordado a raíz del tema de ser obediente, y qué se podía hacer con esa tendencia, desde el juego.
Desde el punto de vista "madurativo", el juego exige otra cosa: no obedecer, sino esperar antes de obedecer. En la medida en que se tiene que cumplir una condición, no se puede responder de manera automática. Hay que inhibir el impulso obediente, para poder decidir si se obedece o no.
Desde el punto de vista psicológico, eso quiere decir que se puede pasar de obedecer a elegir, eso es todo lo que precisa el juego.
Desde el punto de vista de la terapia, casi siempre podemos dar por descontado que el juego en cuestión está "adquirido", pero vemos que en la práctica muchas personas olvidaron cómo jugarlo: están los que dar por enunciado el pato cada vez que les piden algo, así como están los que por las dudas creen que todo son gallaretas. Y más aún: la mayoría olvidó qué es lo que está escuchando, y no puede decir por qué en unos casos responde y en otros no.
Esto es un trabajo posible: descubrir las claves que estamos tomando en cuenta, para elegir y jugar.
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