Educación sexual

Pido disculpas por adelantado si me repito. Puede que no ande bien de la memoria, pero lo cierto es que ciertas cuestiones, ciertos problemas, se repiten en las consulta, así como algunos ejes que los determinan. También las ideas insisten, porque nunca se terminan de expresar completamente.
Hace un par de días dije en público que existe un generalizado prejuicio de que la gente va al psicólogo a charlar sobre sus problemas existenciales, y se cree que eso es la salud mental. En cambio, está lleno de patologías específicas que requieren ayuda en muchos niveles, y no hay un solo manual de psiquiatría que pretenda que se trate exclusivamente con fármacos.
Como ironía de la clínica, desde ese momento no dejan de plantearme dudas de lo mas abstractas. No me quejo: lo más lindo del trabajo es acompañar y facilitar el camino de alguien que se pregunta qué es lo que quiere. Y por supuesto, cuando son decisiones de la vida amorosa nos motiva más, porque el origen de la curiosidad es sexual, y los terapeutas siempre queremos saber qué les calienta a nuestros pacientes.
Y acá viene lo que siento repetitivo de mi parte: la educación sexual de los hombres consiste principalmente en conversar con sus amigos, otros varones.
En las mujeres se encuentra más variedad: pero todavía queda un alarmante porcentaje que sólo han recibido conocimientos cocinados también por varones...
Los varones suelen traer muchas pero muchas dudas, por lo menos los que van a terapia, que ya es para muchos una forma de resignar hombría. Y para desesperación de las histéricas que exigen una respuesta, los tipos no saben lo que quieren. 
Y si parece lo contrario, es por efecto de esa educación sexual entre pares: se dicen unos a otros qué es lo que quieren, en una caja de resonancia diabólica que deja a muchos realmente extraviados.
Son los treintañeros que después de dos años de novios no entienden por qué no tienen ganas de cojer con su novia, que se mantiene tan bien. Con suerte se preguntan, porque muchas veces se responden apresuradamente que ella está malhumorada, que está en otra, que está gorda.
Tal otro se cuestiona por qué siempre se pone de novio y no se da un tiempo para estar solo, como le aconsejan sus amigos, por qué no busca charla a las chicas en Instagram. El mismo también duda porque no sabe si quiere ponerse de novio aunque la chica es re buen partido: linda, profesional, de buena familia, seria (y flaca, claro).
Esto que parecen clichés de novela, son casos reales. 
(Aclaro que en el fondo, la elección de pareja por conveniencia no es para nada inviable, pero después no me vengas a preguntar cómo hacer para enamorarte o sentir pasión por una mina que elegiste en base a la dote).
Parecen casos leves, pero que si no se enderezan terminan haciendo un desastre con sus vidas y con las ajenas. En este contexto, enderezarse quiere decir ponerse las orejeras y dejar de escuchar las voces de los pares. Hay que ponerles en cuestión el absurdo que implican. 
"-Tiempo para vos ¿para hacer qué?¿cómo te gusta pasar el tiempo?
-Y, con una flaca, estar saliendo con una chica."


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