Anécdotas robadas

Me acuerdo siempre de cuando Macri contó la anécdota de Mari y  Cacho Bochas. Me acuerdo porque cada tanto alguien menciona a Cacho para burlarse de alguna invención medio ridículo. Me acuerdo también porque cada tanto paso por la cuadra donde hace tiempo atendía en su domicilio a la verdadera Mari por el cuadro de estrés postraumático que tenía después del robo que sufrió.
El factor que se repite en todos los casos de estrés postraumático, o neurosis traumática, como se decía antes, es que el peligro había encontrado al paciente sin preparación, constituyendo una situación que no puede interpretar.
Esto parece muy intelectual, pero la imposibilidad de interpretar el hecho real es el motivo de que se rememore una y otra vez de manera compulsiva, como flash-back, como sueño traumático, como crisis de angustia, etc. También recuerden que eso puede deberse tanto a la falta de madurez del sujeto, a la intensidad del evento traumático mismo, como a la circunstancia de haberse dado sin anticipación por parte del sujeto (un motivo entre otros de que se dé casi siempre ante un robo, es que los delincuentes tratan de asaltar preferentemente personas que no estén alerta, o utilizan estrategias para que se confíen: los asaltantes de Mari se anunciaron como delivery de una farmacia).
Cuando la mente tiene que asimilar cosas que no están en su marco conceptual, pasan cosas bastante raras, las personas a veces vivencias escenas oníricas, alucinan, o responden de forma muy inusual.
En el caso de Mari no pasó nada de esto: entendió lo que pasaba y el trauma fué por el nivel de violencia sufrida y la situación de peligro y desvalimiento en que se encontró. Un poco creo que quiero hacerle justicia, porque una vivencia tan dolorosa, pasó a la historia como una mentira mas del impresentable ingeniero.
En otro caso de invasión de casa, también con gente mayor como víctimas, el relato del esposo era desopilante:
"Estaba sentado viendo la tele, y veo que Alicia entra por la puerta y se cae. Y atrás entran dos tipos a los gritos. Pensé que eran dos enfermeros que venían a ayudarla porque se había caído y había que llevarla al hospital. Uno se me acerca y tenía una pistola, yo decía 'qué peligro, cómo va a estar con el arma mientras atiende los pacientes'. Entonces le agarré el arma con las dos manos y le decía 'pará, dejala en la mesa, cuidado'. El tipo forcejeaba y de repente escuché a mi hijo que puteaba a los gritos, un golpe seco, otro, y en eso la pistola se disparó y me saltó de las manos. Ahí los tipos se fueron corriendo y yo la fuí a levantar a Alicia".
Por suerte no hubo que lamentar heridos por los disparos que hicieron el hijo y los delincuentes.
Un último ejemplo, este en la calle y también un robo a mano armada, la escena parece dirigida por De Sica:
"Venía caminando por Once y en una cuadra me encara un chorro, me apunta con un 'fierro' y me pide la plata y el celular. Y yo sin pensar levanté la pierna y ¡pin! le pegué una patada en la mano y le tire el revólver. Ahí el tipo quiso agacharse a levantarlo, pero yo me asusté, porque si lo agarraba capaz me metía un tiro: así que le metí otra patada en el culo y no pudo agarrar el fierro, trató de nuevo y lo volví a patear. Y un rato lo seguí así, él tratando de agacharse a buscar el arma y yo a las patadas, hasta que se cansó y se fué corriendo. Yo me fui para el otro lado, doblé la esquina y seguí hasta mi casa.
Cuando fuí a poner la llave en la puerta me dí cuenta de lo que había hecho, y entré a temblar todo".
La angustia viene a posteriori, mientras se desarrolla el episodio, las sensaciones son muy confusas y la percepción puede ser muy llamativa. Las acciones pueden ser reflejas y muy efectivas, las personas se encontraban en estos casos con la sensación de ver pasar una película de sí mísmos. Creo que ese detalle está en el centro de todos los episodios que luego dan lugar a estrés postraumático.


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