Neologismos

La perla de las psicosis son los neologismos. Desde que los médicos se detuvieron a escuchar a los locos con atención, tratando de sistematizar los delirios, les quedó claro que la forma y el contenido del lenguaje quedaban afectados. Si repasan lo que se llama la "semiología", el conjunto de signos que deben anotarse y cómo se presentan según cada cuadro típico, van a ver que prácticamente todo lo que define la psicosis son fenómenos que se manifiestan en el discurso. No es que los psiquiatras pensaran como los lacanianos, tal vez se trate de que el discurso de los pacientes era, y es todavía, el material más abundante un cualitativamente variado que se pueda conseguir.
La psiquiatría anglosajona (estadounidense) se esfuerza edición tras edición del DSM en reemplazar el análisis del lenguaje psicótico por la medición de variables conductuales, y sobre todo, por dar el lugar central a la "prueba de realidad", dentro de los observables. Por otro lado, se ha llegado a estudiar mediante inteligencia artificial el discurso de pacientes psicóticos, logrando identificarlos con sorprendente precisión, así que la psicosis y el lenguaje sí deben estar relacionados de alguna forma.
La aparición de neologismos está muy documentada y teorizada como una manifestación del trato especial que tiene el proceso psicótico con las palabras: las usa como bloques para reconstruir una realidad de reemplazo para la realidad compartida de la que se distanció porque se le volvió imposible.
Como tienen que hacer un doble trabajo, de representación y substancia, las palabras tienen una densidad enorme para los psicóticos. Y como tienen que entrar a martillazos para que puedan presentar una superficie sin fisuras, aparecen esas formaciones del lenguaje que son como unos chistes pobres, los neologismos.
Tengo que aclarar que el término "neologismo" es equívoco, y viene induciendo algunos errores.
Por un lado se lo confunde con los neologismos literarios, los verdaderos neologismos, que son deformaciones de palabras inventadas ex profeso para sumarles otro sentido. Gracias a esta confusión, se podría llegar a creen en posibles trastornos mentales en los escritores que hacen uso de este recurso.
El otro error es pensar que los neologismos como síntoma son siempre palabras deformadas y propiamente nuevas. Esto es pedirles demasiado a los pacientes. A lo sumo después de mucho escuchar se encuentra uno con una palabra deformada.
Acá es donde me vengo a ufanar de mi buena suerte, porque fué a un taxista que en la charla del viaje se le escapó, en medio de la descripción se unas teorías retorcidas sobre la humanidad, que su secreto para mantener un matrimonio feliz era darle a su mujer "el lebo de la vida". 
Mucho más seguido pasa, en la terapia, que uno escucha palabras corrientes, y que cada vez que el paciente las usa uno se siente ligeramente descolocado.
La sensación se parece a cuando se habla con un militante convencido (de lo que sea) y empieza a soltar algún que otro lugar común de su teoría, algún elemento de su mitología, o alguna verdad de esas que en su círculo son un catecismo consabido.
Con los militantes todavía podés tener la suerte de que en plan de evangelizarte se tomen el trabajo de explicarte de qué están hablando, pero no siempre lo hacen.
Pero un paciente por ahí te viene hablando de cómo pasó el día y sin cambio de tono va diciendo que durante la mañana tuvo mucha "calma", y que otros días también sintió "la calma". Si uno se limita a tomar las palabras como si fueran información, bueno, puede pensar que todo va mejor. En cambio cuando uno es un malpensado con la mente retorcida por el psicoanálisis, se pregunta ¿de qué está hablando? Una prueba inocente que se puede hacer es pedir algún dato circunstancial sobre esa "calma" ¿desde qué día la siente?¿siempre a la misma hora?¿hay algún evento en particular que pueda relacionar con la aparición de la "calma"?
Nunca se me ocurriría preguntarle directamente por el sentido de la palabra, por lo menos si me habla como quien da por sobreentendido que yo sé de qué se trata: eso rompería un lazo de por sí muy tenue. 
Algunas veces, al pedir alguna aclaraciones, sale a relucir el contexto y el sentido, y nos quedamos con que aquí no ha pasado nada. Eso es muy valioso, se trata de que algunas cosas no pasen, como por ejemplo despertar la paranoia de un posible psicótico. Pero si todo va bien, lo que nos dan son respuestas laterales, como si tuvieran que esquivar la cuestión. Lo que hacen es mantenerse lejos de cualquier posibilidad de tener que dar una definición a esa palabra, que no está describiendo un síntoma: es una sola cosa con el síntoma. Aunque sea una palabra común, es lo mismo que un neologismo.
Y es raro que el uso que le dan los pacientes siempre está en función de una comunidad de sentido que ellos dan por hecha y nosotros desconocemos.


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