Hacé lo que quieras

La idea que le ponemos a todo lo que hacemos es la de una carrera de obstáculos. La organización de la formación nos mete en eso. Después medimos la historia en épocas sucesivas de avance. No como los griegos, que vivían en una época continua, que se suponía una versión decadente de otras. Ojo, alguna huella tiene que quedar en la historia de la dirección del tiempo, que es real, lo que pasa es que los grados de la escuela también se inventaron sobre esa base real del tiempo.
Las relaciones de pareja (ya es todo un tema que hablemos de relaciones) también las imagina la gente como un recorrido a través de etapas sucesivas que se chocan tanto con la complejidad de los sentimientos humanos, como con la realidad cotidiana más abstrusa.
Cada suceso o evento en la vida de dos personas que se encuentran, con poca o mucha intermitencia, para tener sexo, parece sujeto al interrogante de si por acaso constituye un mojón en el camino de la "relación".
Así todo puede volverse un problema, porque todo avance está sujeto a un examen que se puede aprobar o desaprobar (como en la escuela), y si no se aprueba se corre el peligro de quedar fuera. 
La ansiedad que les despierta a algunos cosas como presentarle a sus amigos a su pareja, termina haciendo que eviten los supuestos "avances".
A nosotros nos ponen en un dilema, porque nos demandan ayuda para avanzar, para animarse, y en realidad creemos que eso de avanzar los aleja más de poder vivir las cosas que podrían vivir con otra persona. Cuando no respondemos a esa demanda, parece que le decimos a la gente que haga lo que quiera.
Si pudieran hacer lo que quieren no necesitarían venir a terapia.
Claro que hay otros "avances" que requieren atención y no son temporales, sino más bien territoriales. 
Hay lugares de la vida donde no se puede dejar entrar a una persona con la que te acostás, por más cariño que le tengas. Algunos son lugares donde también se pone el cuerpo, como una clase de baile, o de artes marciales. Otros son lugares donde se dicen verdades, como el café con un amigo.
Y en esos lugares tenemos que prevenir a nuestros pacientes que se cuiden mucho de dejar entrar a sus amantes, a sus esposos, a sus novias.
No, esos no son avances: son derrotas.



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