Lo que saben los locos

Decía un psiquiatra de los viejos, no se si Kraepelin o De Clerambault, que en todo delirio se esconde un fragmento de verdad. La forma en que esto se interpreta a veces es como cuando se dice que un reloj parado puede dar la hora exacta dos veces al día. No importa que el delirio acierte, la gente sana anda mucho más confundida por la vida y no necesita por eso medicación.
Freud, que era un genio, aunque haya dicho muchas cosas astutas, decía mucho después que eso que los neuróticos reprimen, los psicóticos lo dicen abiertamente. Habría que agregar que también lo perciben, se les impone como algo evidente. Lo que en seguida reconoce que es una licencia del lenguaje, pero sirve para expresar que lo que hay en común entre el contenido de los delirios y el de las fantasías, al mismo tiempo que para que los lectores puedan pescar la diferencia profunda entre una cosa y otra.
Justamente no es el contenido. A lo sumo en la forma del discurso psicótico se encuentran esas rarezas que permiten identificarlo.
Yo no soy tan estructuralista como para detenerme con precisión en la estructura del discurso, pero basta con prestar atención a lo que los lingüistas llaman el "sujeto de la enunciación" que es como el emisor virtual que se supone que está sosteniendo la palabra. Cuando habla un psicótico, eso no anda nada bien: el que habla no está en el lugar que uno espera respecto de lo que dice. Los hablantes, al menos hablantes nativos, esperamos un "yo digo que" implícito, que en la psicosis se tambalea.
No es que no esté, pero hay momentos en que hablan como quien usa una lengua extranjera. Sobre todo esto les pasa cuando se encuentran tratando de manejar el metalenguaje. Capaz tienen algún tropiezo en la vida cotidiana, pero se nota sobre todo en la terapia, cuando tienen que pasar de hablar de lo que les pasa o lo que hacen, a hablar de lo que dicen, dirían, o quieren decir.
Para hacer eso, hay que poder meterse con el sentido de las palabras y hacerlo explícito, que no es nada sencillo. En primer lugar es injusto, porque el pacto secreto de la comunicación es que todos hacemos de cuenta que entendemos y nadie rompe mucho las bolas con qué se quiso decir.
En segundo lugar, aunque parece que para explicar hay tomar lo que se dice como objeto, en realidad nunca lo hacemos: siempre desplegamos las explicaciones desde adentro de las palabras, nunca soltamos realmente el lugar de la enunciación (a menos que tengamos entrenamiento), y eso creo que no le sale al psicótico: se cae afuera de la enunciación y necesita tomar el discurso como algo material, en el aspecto de una acción concreta. Para ellos se trata de pronunciar tal o cual oración, incluso toman relieve los detalles de entonación, que se vuelven otros tantos signos que no puede dejar de considerar.
Cuando están en eso es cuando me gusta más escucharlos, porque siempre notan las cosas que nosotros damos por sentadas, las convenciones del discurso que ya son reflejos involuntarios, ellos las resaltan como carteles luminosos.

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