Todos dicen lo mismo.

Estuvo en boca de todos el tema de la violencia. Un señor que es figura pública, referente de la lucha por los Derechos Humanos, agredió a una mujer. Con muy pocas excepciones, el veredicto de la opinión fué "es un violento". Casi nadie se limitó a condenar el acto, sino que todo el mundo parece ver con naturalidad el tipo de atribución del ser, que en el fondo es el mismo que el discurso de la peligrosidad, que se critica en otros lugares.
Uno puede repasar las veces que quiera la falacia de afirmación del consecuente, sin que esto cambie nada, porque el mecanismo es otro: en realidad se trata de un chivo emisario. Es un rol social que el grupo asigna a uno de sus miembros para alimentar cierta fantasía de que el problema es esa persona, y que una vez expulsada todo va a andar bien. Necesitan al chivo emisario tanto más cuanto más grandes sean sus propios problemas de los que no pueden ocuparse.
Como no soy psicólogo social, no voy a opinar respecto de cómo se maneja esta dinámica. Pero sí me importa mucho como se maneja la violencia. Y cualquiera se da cuenta que encarar un tema partiendo de creencias erradas no suele dar muy buenos resultados.
Por empezar, para decir que alguien "es violento", "es un violento", hay que tener certeza de que esta persona tiene una conducta sistemática de actuar con violencia.
Así y todo estaríamos diciendo poco, porque esta definición no nos dice si el violento es un psicópata que usa el miedo para manipular a los demás en su beneficio, un sádico que goza de causar dolor, o un epileptoide que a la menor molestia arranca a las piñas. No se diga un paranoico que descubre en cada discrepancia la prueba de que el otro participa de una trama siniestra dirigida a destruirlo.
¿Acaso sólo los que son violentos pueden ser violentos? Claro que no. 
La violencia, si quieren, es una capacidad que a escala individual puede estar más o menos desarrollada, a escala social siempre está gestionada, orientada y promovida de maneras diferentes. La vida moderna exige que la mayor parte del tiempo las respuestas violentas se inhiban: es un requisito para que las relaciones se basen en consensos mínimamente libres.
Pero también pasa que hay muchos contextos en que demostrar violencia es ventajoso, y hasta necesario. Así que no sorprende que haya una porción de individuos que aprenden a hacer una inhibición selectiva de sus respuestas violentas en función del contexto.
Según esto, ante un acto de violencia, yo me pregunto primero qué hizo que el agresor no se inhibiera.
Se empieza por las condiciones orgánicas de la función:
¿Estaba intoxicado?¿Le falló el cerebro?
¿Qué tan eficaz es su control de impulsos?
¿Necesita medicación?¿Está dispuesto a tomarla?
Si no es ninguna de las anteriores, recién se empieza a ver las cuestiones psicológicas:
¿Interpretó la situación como un contexto de violencia necesaria?¿Por qué?
¿Hay antecedentes biográficos?
¿Cuál es su percepción a posteriori?
¿Utiliza otras formas de manipulación?¿Con qué frecuencia?
¿Tiene intenciones de evitar o prevenir situaciones similares?¿Plantea estrategias creíbles para eso?
Es un resumen muy básico, pero es lo mínimo que se puede averiguar antes de decir que alguien "es violento" sin más.


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