Tengo que decir o callarme
"-Pero entonces ¿tengo que decir lo que me pasa, o me conviene callarme?
-Y... depende"
Aunque parezca un cliché, es un diálogo real, y uno que se ha repetido.
En la última entrada cité un artículo de @stavvers@masto.ai, que me pareció bastante bien ordenado en cuanto pensar criterios de pertinencia.
Esta es la publicación:
https://anotherangrywoman.com/2023/01/18/how-to-give-advice-on-the-internet-without-being-an-utter-menace/
Como van a ver, no habla de catarsis, ni de intervenciones terapéuticas. Todo lo contrario: habla de cuándo no hacer una de esas intervenciones odiosas que son los consejos no solicitados, la pedantería y el mansplaining.
Lo primero a notar es que la misma definicion "no solicitado" pone un fuerte acento en la demanda (o su ausencia) del interlocutor. No es descabellado proponer que este debería ser el primer eje.
Otro punto que es crucial: el sentido del mensaje sólo se produce en el receptor. Cómo resulta interpretado es lo que vale, más allá de la intención. La intención es una entidad abstracta, engañosa, incomprobable, y super que determina algo es creer en la omnipotencia de la voluntad.
El mensaje es el mensaje que llega. Como ejemplifica la autora respecto del mansplaining:
"Usted puede no estar personalmente haciendo mansplaining. Tal vez ni siquiera es un varón. Pero quienes han estado en el extremo receptor del mansplaining son sensibles a eso. Su intento de ayudar puede ser recibido como mansplaining" (trad. propia).
Definitivamente el eje principal está en quien recibe el mensaje.
Pero no podemos dejar que la demanda del otro se nos convierta en otro concepto inasible. Hay que buscar marcas donde leerla.
El artículo viene muy al caso justamente porque detalla algunos consejitos, que afortunadamente no van en la línea "haga esto o no haga aquello", sino que son del tipo "preste atención a las señales".
1. ¿Le están preguntando?
El primer signo a buscar es el de interrogación: ese que la gente usa para preguntar cosas.
Chiste aparte, una de las cosas que hacemos al preguntar (de verdad, no cuando es pregunta retórica) es ceder el uso de la palabra. Las personas que creen que saber cuándo es el turno de hablar o no es algo obvio, son las que casi siempre confunden las ganas de decir algo con el permiso para hacerlo, hablan sin preguntar, y la mayoría de las veces los dejan para sacárselos de encima, pero no se enteran.
Primer principio: el consenso.
2. ¿Es su solución útil ahora?
La pinza "pico de loro" es una herramienta fabulosa, resuelve un millón de tareas complicadas, y además es fuerte, puede multiplicar el agarre de una persona llevándolo a niveles sobrehumanos.
Lamentablemente, no sirve para poner clavos, así que por más orgulloso que se esté de poseer una de estas, no se la ofrezcan a quien necesita un martillo.
Segundo principio: adecuación a fines.
3. ¿Lo acaba de googlear?
Como eso lo puede hacer cualquiera, hay que suponer que si alguien pregunta algo en una red social de internet, mínimamente buscó en la opción más a mano (salvo que sea un vago, pero eso es otro caso de abuso comunicacional). Llenar la charla con lugares comunes, cosas sabidas, etc. es algo que sí se hace pero con un objetivo diferente. Cuando se quiere ayudar, se supone que se aporte algo. Pero yendo más allá incluso de una situación de consulta, la cuestión acá es decir algo nuevo, enriquecer el campo semántico ¿Ser solidario? Al menos, no tratar de aparentar aporte.
Tercer principio: honestidad.
4. ¿Está tratando de corregir un detalle gramatical?
Aunque parezca que se trata una transgresión al segundo principio, esto es mucho más grave: es un ataque al otro. Ir por la vida señalando detalles en la forma de expresarse es elitista, descalificador, apunta al desprecio del otro. Además de violar el primer principio implica pervertir la finalidad de la comunicación misma. Bajo, bajísimo. Vale para cualquier otra corrección de aspectos que no vienen al caso para dejar al otro en falta.
Cuarto principio: no ser policía.
5. ¿Alguien ya lo respondió?
Puede parecer que dar soluciones repetidas sólo crea redundancia, pero además de servir para pavonearse de manera infantil al grito "yo también puedo", puede terminar en quitar el crédito a los que llegaron antes, por eso de la "recencia". Parece una situación parecida a la del tercer principio, pero el problema acá no es hacer pasar una cosa por otra, sino ocupar más espacio del que se necesita en la comunicación. O más tiempo, mejor dicho: no hay recurso más escaso que el tiempo, así que cuidar el ajeno es muy importante, no sólo por el otro, sino por la sustentabilidad de la comunicación en general.
Quinto principio: economía.
6. Ante la duda, preguntar.
No es obvio? Bueno, preguntar si se está preguntando ya es metalenguaje. Que no es nada abstracto o inefable, sino más lenguaje, sólo que hay que salir de la situación y pensar como si uno fuera espectador al mismo tiempo que actor. Lamentablemente, se encuentra uno gente poco dispuesta o poco capaz de dar ese paso. Pero el recurso está ahí al alcance de la mano, y más de un entuerto se ha enderezado pidiendo aclaraciones. En líneas generales, se trata de recordar que la comunicación es un sistema abierto y colaborativo, y que pedir una mano no hace más que fortalecerlo, de la misma manera que el intercambio de favores hace fuertes a las mafias.
Sexto principio: apertura.
No tenemos razones para creer que estos pocos ejemplos abarquen una generalidad de casos, pero algo es algo, y me da curiosidad ver cómo se aplican a otras situaciones. Es de esperar que haciendo eso, se encuentren otros "principios" y a la vez, se simplifiquen otros.
Comentarios
Publicar un comentario