Nos siguen pegando abajo
Historia repetida: el gobierno toma una medida, los estudiantes se quejan, nadie los oye, se siguen quejando, siguen sin respuesta, toman un colegio, la gente se indigna, el gobierno habla, toman más colegios, el gobierno amenaza, la gente aplaude.
¿Qué lleva a tantas personas a disfrutar la idea de castigar a los pibes?
Cuando se anunció el programa de pasantías, por el que estudiantes de quinto año son obligados a trabajar gratis para aprobar el colegio secundario, que es obligatorio para todos, aparecieron quejas, que rápidamente se leyeron como "no quieren trabajar" ¿cómo no vas a querer trabajar, no sabés que al país se lo saca adelante trabajando?
Además, se trata de un reclamo que es válido y legítimo desde que se terminó para los adolescentes la vieja opción "estudiar o trabajar". Ahora se estudia hasta los 18 años, y en ese marco es lógico y razonable que se pida que después de tanto estudio, los pibes tengan algún tipo de preparación que les sirva para la vida. La verdad es que la mayoría tiene por delante uno cuantos años de trabajo y estudio simultáneo.
Pero lo que para algunos es una ventaja, vista desde afuera, para otros es "que aprendan algo útil".
"Que sirvan para algo".
Y cuando los alumnos de un colegio con orientación en lenguas se quejan de que los hacen lavar platos en un hotel, cierta gente sólo vé en eso una escena para regodearse en la humillación de esos "vagos".
Pero yo que soy psicólogo y no educador ni político, no pienso meterme con la pertinencia de las actividades formativas.
Me voy a meter con la tendencia siempre presente de gozar con el castigo. Puntualmente con el castigo a los más jóvenes.
Esto no solo se evidencia en el regodeo con que se aplaude que los estudiantes realicen tareas de servicio, que sean sirvientes. También se filtra en esos comentarios del tipo "un buen sopapo a tiempo".
Entendemos que cueste entender que el castigo físico pasó de ser tolerado por el código penal, a ser prohibido. Razón de más para que lo reforcemos en cada ocasión: pegarle a los hijos está prohibido señora, señor.
Que esos comentarios no reciban una respuesta sistemática ni sean denunciados como apología del delito dice una sola cosa: en el fondo la mayoría cree que tiene derecho a darle un sopapo a sus hijos.
Que hasta es DESEABLE pegarles.
Que esos comentarios no reciban una respuesta sistemática ni sean denunciados como apología del delito dice una sola cosa: en el fondo la mayoría cree que tiene derecho a darle un sopapo a sus hijos.
Que hasta es DESEABLE pegarles.
Así que vale preguntar ¿de dónde salen esas ganas de pegarles a los chicos?¿demasiado anime, demasiado disney?
"Desearía que fuera tan simple, pero no"
Mucho antes de Disney, y mucho antes del anime, ya se conocía la pasión humana por las azotainas. Llamativamente, es como espectadores de la cosa como se libera más claramente la dimensión gozosa del castigo. El que castiga muchas veces no puede reconocer que disfruta, porque necesita dejarse desbordar por el enojo para poder pegar (no todos, es claro que hay sujetos que no tienen esa inhibición). Pero el espectador puede reírse sin problemas, a veces basta una mínima condición, un contexto de ficción, un atenuante, pero sobre todo el hecho de que sea otro el pegador, para que una escena de tortura se convierta en folklore y comedia.
Pero fué mucho después de Aristóteles y su modelo de la catarsis -pero todavía antes que Disney- que alguien puso por escrito lo que realmente pasa.
Fué Freud, quién más, el vienés sí que metía el dedo en la llaga. Y no es que tuviera poderes ni que fuera un genio de la criptología. Simplemente había que escuchar con paciencia lo que los pacientes tenían para decir. Y agallas para escribirlo, claro.
Fué Freud, quién más, el vienés sí que metía el dedo en la llaga. Y no es que tuviera poderes ni que fuera un genio de la criptología. Simplemente había que escuchar con paciencia lo que los pacientes tenían para decir. Y agallas para escribirlo, claro.
Resulta que escuchando, escuchando, se halla que los deseos sexuales de las personas se organizan en base a fantasías. Y que en el fondo de esas fantasías hay un puñado de argumentos, de guiones básicos, que actúan como semilla de todas las demás.
No es que sea una ley, o al menos Freud no se pronunció por ninguna clase de necesidad de que esto sea así: pero no encontró otras. De hecho sólo cuatro.
No es que sea una ley, o al menos Freud no se pronunció por ninguna clase de necesidad de que esto sea así: pero no encontró otras. De hecho sólo cuatro.
Y la que nos interesa fué la que descubrió mas tarde. Estoy hablando de la fantasía primaria "Pegan a un niño". Es así como suena: una escena donde alguien le da azotes, preferentemente en el culo, a un niño.
No niñe ni niñx: un niño, se trata de un varon, al menos en la versión primaria. Luego el protagonista puede ser sustituido, como en cualquier guión estructurado, permutando cualquiera de sus rasgos.
No niñe ni niñx: un niño, se trata de un varon, al menos en la versión primaria. Luego el protagonista puede ser sustituido, como en cualquier guión estructurado, permutando cualquiera de sus rasgos.
Ya dije que se trata de una fantasía sexual, y eso no pasa por eso de la sexualidad en sentido amplio de la que hablan los analistas, con sus componentes pregenitales, sus manifestaciones sublimadas o inhibidas.
Es una fantasía sexual porque la refieren personas que se masturban imaginando estas escenas.
Ahora pueden darse una idea del origen de la fascinación de la opinión pública con el tema de que los jovencitos revoltosos reciban su merecido.
no gocemos.
ResponderEliminarTremendo. Me encantó el análisis pero me horroriza, por real, el morbo de castigar a los adolescentes que tan bien describiste. Gritan bala y la policía hace caso y mata a un chico de 17 años que iba a jugar al fútbol. Nada tuvo que ver la justicia en esta aberración
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