Tareas domésticas

Desde que trabajo en el consultorio, hasta el momento nunca me faltó un o una paciente que tuviera problemas de convivencia a causa de las tareas domésticas.
Como es sabido, las mujeres se quejan de que los varones son negligentes o directamente se resisten a hacer la parte que les toca, y los varones se quejan de que las mujeres se quejan.
Todos, por supuesto, esperan que el terapeuta les dé la razón, los apañe, les diga "no merecés que te traten así". Y yo creo que debería colgar un cartel con la frase de Hamlet: "Tratad a cada uno según lo merezca y nadie escapará de una paliza".
El primer problema es que cuanto más protestes porque te dejen sola con un trabajo, más odioso parece ese trabajo. Y ya se parte de un trabajo concebido como inferior, así que la protesta agranda el problema y además te carga con el defecto de ser una mujer protestona, quejosa, vaga, mala mujer, PUTA.
Les parece que exagero pero créanme: así funciona la mente del varón promedio.
En esto tienen siempre razón las que dicen que los hombres no tienen que ayudar en las tareas de la casa. Los hombres tienen que entender que son personas conviviendo y que hay que mover la manos.
O tener plata y pagar empleados, pagarles bien y reconocerles los beneficios a que tienen derecho. Al fin y al cabo, si alguien paga para que le limpien la casa, es porque el tiempo que le tomaría hacerlo por sí mismo le rinde más plata en su propio trabajo.
Este sería el punto de partida, pero ahí surge justamente el problema: desde que es una tarea destinada a las mujeres, el hombre que las hace se siente poco hombre: ya sea porque hace algo de mina, porque le hace caso a la mina, o porque no gana plata como para ponerle una empleada a la mina.
El pensamiento es escurridizo y no se deja modificar por la simple evidencia de la necesidad.
No es descaminado proponer que simplemente los hombres se resignen a perder la virilidad. El único inconveniente posible, el hecho de que los hombres que se mantienen masculinos les pierdan el respeto, se resuelve si todos son privados de la condición viril.
Pero como eso parece impracticable, sólo hay otros dos caminos posibles: disponer de modelos de rol específicamente viriles que asuman tareas domésticas, o usar la amenaza a la masculinidad como un desafío, una especie de ordaĺía. "No sos lo suficientemente macho como para lavar los platos sin sentirte una mujercita", "te da asquito meter la mano en el inodoro, sos marica o qué".
Bueno, vayan probando, y si les gusta, tan machos no eran.

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