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Cómo hacer mierda todo con palabras

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El tipo me hablaba a través de la reja. Yo tenía la misión, la odiosa encomienda, de mandarlo a cagar. El tipo venía a pedir que le demos otra oportunidad a su hija, que bien nos había jodido: se peleaba, no colaboraba, se cortaba, y en la primera oportunidad se escapaba a buscar falopa. En algún momento me dice el tipo "no me puede hacer esto, un día nos podemos cruzar en la calle". Me pareció una frase vacía y bastante impotente, pero mas tarde, el director de la comunidad me señalaba "tenés que ser más cuidadoso, de Leonardis: te estaba amenazando". Al final nunca me lo crucé... todavía. El hecho es que en ese momento no entendía realmente lo que es una amenaza, pensaba que era un hecho discursivo. Algunos años después entendí que son otra cosa, como muchas manipulaciones, no operan a partir de los consensos lingüisticos, sino desde la experiencia sensible y sobre los actos reflejos y los condicionamientos. Esta escena recordaba hoy mirando la performance del pre

Canapé de mondongo (1)

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Caminando con mi esposa, criticando al gobierno, me dice "son ordinarios". Amigos: se hizo la luz. Le dije que ese es el epíteto justo, el insulto perfecto para esta ultraderecha de neofascistas que se la pasan adorando imágenes creadas por ordenador de un líder musculoso, mandibuloso, de cabello limpio, un superhéroe de cómic americano. Porque toda su identidad reside en la justificación automática del éxito: les va bien porque son superiores, o les va mal porque "la casta" los oprime. Contento por el hallazgo, seguí el hilo de pensamiento con algo que siempre creí que está en el centro de nuestra identidad: todo argentino quiere salvarse. Así como queremos mandar nuestros hijos a la universidad, gracias a Sarmiento, a la reforma de 1920 y a Perón. Pero también, y quizás desde antes, desde Garay, queremos salvarnos. Eso me parece, ojo, pero veremos si se confirma. En muchos países hay lo que lleman movilidad ascendente y su contrapartida, el aspiracionismo. Si leen

Los garcas

La ley argentina de salud mental establece que toda persona con padecimiento mental tiene derecho a que no se considere el mismo como inmodificable. Lo cito casi literalmente porque es un concepto con el que me peleo cada tanto. Porque también creo que todo paciente tiene derecho a que quienes lo tratan no se engañen respecto de su condición. Y a veces sabemos que la cosa no va a cambiar. Los perfeccionistas nos pueden decir que lo correcto es decir que tal o cual problema no se puede resolver con los recursos disponibles, pero quién puede asegurar que no se pueda resolver más adelante. Aunque uno no suscriba todas las tesis del estructuralismo, no puedo dejar de encontrarme conque hay estructuras,  que desmontar las mismas implicaría básicamente destruir la personalidad, con la esperanza de construir una nueva sobre las ruinas. Por otro lado, me opongo al deshaucio de un ser humano: hasta ahora siempre encontré que la calidad de vida de cada paciente puede mejorar en alguna medida. Y

Tiempos virulentos

Esto no me pasó a mí ni pasó en el marco de un tratamiento, sino que corresponde al sector "atención al público". Cuando se gestionan recursos escasos, sistemáticamente va a haber gente frustrada por nuestra causa. Y realmente es así, no es sólo que uno sea la cara visible de un sistema perverso. Cuando se trabaja en un sistema perverso, uno es perverso. Pero no estoy acá para discutir formas de goce a las que quién sabe que vaya a pasar si cancelamos. Como se sabe y es esperable, esto resulta en que la gente sujeta a la atención al público termine enojada y agreda más o menos impotentemente al personal. Así las cosas, la pregunta es cuál es el nivel aceptable de maltrato que se puede considerar tolerable. Siempre hay un punto en que se dice "listo, hasta acá llegamos". Para los colegas que se encuentran con gente agresiva y se preguntan hasta dónte deben aguantar por el derecho del paciente a ser atendido, la respuesta es: no tienen por qué aguantar nada, vivimos e

Llegando los monos

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 Una jaula con monos. Una escalera. Colgando sobre la escalera, un racimo de bananas. Un mono sube la escalera. Todos los monos son castigados de inmediato. Otro mono sube la escalera. Otra vez son castigados. Después de repetir el procedimiento las suficientes veces como para que quede bien claro que subir la escalera acarrea un castigo colectivo, los mismos monos apalean a cualquiera que trate de subir. Entonces cambian uno de los monos por otro sin entrenar. Por supuesto, lo primero que hace es tratar de subir la escalera, conque los demás lo bajar a trompadas. Al rato lo intenta de nuevo, y lo vuelven a bajar. Así hasta que ya no lo intenta más. Entonces, cambian otro mono. El mono trata de subir la escalera, etc. Asi, van cambiando otro mono y otro. Al final todos son monos nuevos, que nunca fueron castigados por los guardianes, pero mantienen lo aprendido: al que sube la escalera, leña. Las bananas no se tocan. Este "experimento" ya es una parte del folklore de la autoa

El cambio de sexo en el matrimonio

A la gente casada siempre la vemos padeciendo limitaciones. El folklore nos convence de que cualquier asociación es limitante, y sobre todo si se trata de la vida sexual, sólo podemos ver el lado negativo. Ya es un misterio que no podamos dejar de hacernos problema por algo que es esencialmente fuente de placer. Pero es muy sospechoso que la narrativa generalizada se centre en todo lo que se pierde cuando las personas se unen y se ponen de acuerdo. No hace falta tener una idea determinista acerca de cómo el imaginario social nos condiciona, está claro que la mayoría de nosotros puede poner una prudente distancia entre la forma en que piensa y la forma en que actúa.  Si no fuera por eso, no habría matrimonios heterosexuales, porque la representación vigente es que eso es una aspiración femenina: el varón casado está castrado. Lo cierto es que hay parejas donde pareciera que la cosa funciona realmente así: los maridos eternamente tratando de no ser maridos porque eso los hace sentir meno

Es todo joda

 "Se les acabó la joda" pintaron los fachos arriba de loscarteles de Myriam Bregman.  Yo me pregunto ¿Qué joda?¿De qué están hablando estos tipos?¿No vieron un zurdo en su vida? Un repaso medio traído de los pelos me hace pensar que tratan de reciclar la retórica de "el curro de los derechos humanos", esa que usó el prejuicio de que todo mpleado público es un ñoqui para socavar lo que desde el Juicio a las Juntas es una política de Estado (de esas que se viven quejando que no tenemos): ser una sociedad democrática que no sólo respete los derechos y deje vivir, sino que también castigue y repare repare los abusos cometidos por el Estado. A eso hay que agregarle un tópico muy en boga, que es el de asimilar peronismo y comunismo, políticas sociales y comunismo, impuestos y comunismo, etc ¿qué es esto de que uno no pueda dictar su propia ley dentro de sus propiedades?¡COMUNISTAS! Puede sonar exagerado, pero es a donde van a parar. Y es una problemática importada, de EEU